Lejos de percibir mis palabras o las tuyas, quisiera perderme entre baños de espuma. Podría evadirme pero perdería la cordura que he de tener para continuar día a día. No puedo permitir que formes parte de mi vida hasta el punto de no saber quién soy o qué quiero.
Tendría que aceptar la realidad mas no me obligues a salir corriendo y no volver más. No deseo escapar, pero de seguir así no veo otra salida.
Podría sangrar lágrimas cuando te escucho pero no quiero ni debo. Me gustaría oler los sonidos de tu voz pero hasta el olfato creo perder por momentos.
¡Cuánto tiempo hemos de seguir así! Sufriendo innecesariamente tú por mí y yo por ti.
Sabes que nuestro amor sólo tiene cabida en nuestros sueños; bueno, en los míos. Pues, en tu vida de voz ¿dónde está tu mente?, ¿y tus ojos?
No lo ves, sólo puedo sentir la calidez de tu voz, mas ¿qué pasa con todo lo demás?
No puedes condenarme a una vida sin tacto ni caricias. Sin embargo, a pesar de todo, siento que mi vida ya no es la misma. Siento que formas parte de ella aunque lo niegue.
Dime algo, aunque no oigas lo que digo sé que en lo más hondo de tu voz sientes el sonido de la mía.
No puedo oír lo que dices mas puedo sentir que hablas, que afligida vives por lo que deseas y no tienes. Sé que tú a mí me oyes y me sientes aunque no como quisieras. Créeme, no pretendo que sigas a mi lado pues una joven flor como tú no debe marchitar sin conocer los placeres que conlleva el amor entre dos almas que se unen y deciden emprender el camino de la vida juntas. Yo te aconsejo, a pesar del dolor que siento, que te liberes de estas cadenas de amor sin sentido, sin futuro. Pues,¿qué te puede ofrecer una anciana voz sin cuerpo?
No digas eso, no es justo. Aún puedo recordar aquellas tardes de verano en las que tú y yo paseábamos por la playa. A veces, mientras yo miraba al mar tumbada en la arena, tú me contabas historias de tu pasado o me recitabas algún hermoso poema. En invierno, cuando agobiada con los exámenes no podía salir, tú me acompañabas y hacías mis tardes más entretenidas. Es más, no puedo olvidar la de veces que susurraste a mis oídos las respuestas de los enrevesados problemas de matemáticas que el profesor se empeñaba en ponernos una y otra vez. También, risa me da recordar aquel día en el teatro cuando aburrido de la obra te pusiste a gritar y gritar lo mala que era, y la gente desconcertada no sabía de dónde venía la voz. Todos miraban de un lado para otro y ante el espanto de oír algo y no ver a nadie salieron corriendo del teatro y los actores se quedaron "planchados" en el escenario.
Sí, fueron buenos momentos aquellos, pero ahora todo es distinto. Es cierto, afligida vivo por lo que deseo y no tengo. Tú no tienes culpa de mi desdicha pues sabía lo que había desde el principio. No hubo trampas, y eso me tranquiliza, pero a la vez me irrita sentirme como me siento y no poder hacer nada. Por momentos todo se me escapa de las manos.
Sé que tengo que tomar una decisión pero, no sé cuál. No deseo seguir en esta incertidumbre que empieza a ser habitual y compañera.
Deseo oír nuevamente tu voz para así saber lo que sientes y piensas.
No dejo de sentir en mí el día que te conocí. Tú estabas tumbada en el césped de aquel parque y leías un libro. Me acerqué y te pregunté si no te importaba leer en voz alta para poder sentir,al menos, las palabras. Tú te asustaste pues no sabías quién te hablaba.
Yo intenté tranquilizarte y fue entonces cuando te comenté que tan sólo era una voz,
que no buscaras cuerpo alguno pues no lo encontrarías. Que mi vida era mi voz y mi voz mi vida, que tenía casi tanta edad como la Tierra y que deseaba conocerte y vivir, aunque sólo fuera poco tiempo, con alguien que me escuchara y sintiera mi voz.
A partir de aquel instante todos fueron días cálidos y divertidos para mí llenos de amor y ternura pues a pesar de las carencias de nuestra relación supimos sobrellevarlas y encontrar lo positivo de todo.
Vivíamos juntos, me presentaste a tus amigos, incluso a tu familia a pesar de mi negación. Mas, en tu corazón de mujer tú querías aún más y me lo exigías hasta el punto de hacerme entristecer pues nada de lo que me pedías era posible.
Y así, hasta que hace unos meses te encontré llorando desconsolada sin saber qué hacer o decir.
Ahora tu desdicha es también mía y tus continuas lágrimas hacen que me aleje cada vez
más del amor que una vez nos unió.

Entre llantos dejé de escuchar su voz y mi mundo se nubló aún más. Tal vez tenía razón pero, ¿qué iba a ser de mí sin esa voz que durante años me había acompañado?
Asomada a la ventana seguía desconsolada día tras día, noche tras noche.
El tiempo no parecía mejorar ni suavizar mi amargura. No dejaba de pensar en cómo una voz había marcado tanto mi vida. Quizás esa voz ya no era una voz cualquiera, era su voz, particular, dulce y cálida. Era ésa voz y no otra por la que lloraba desconsolada antes por no darme más y después por no poderla escuchar.
Pasaron unos meses cuando estando en el trabajo, oí que alguien preguntaba por mí. Puse atención pues creí haber oído esa voz antes, es más, pregunté por si acaso eran imaginaciones mías, cuando más allá de mis sueños volví a oír la voz aún más cerca, casi susurrante en mi oído. Grité de alegría y abracé tan ansiada voz una y otra vez, es más, casi sin saber cómo pude hasta acariciar su voz, sus palabras... Pude sentir plenamente la melodía de su voz hasta el punto de volverme yo también voz. Una vez las barreras habían desaparecido entre nosotros, nos abrazamos hasta sentir el clímax de ambos sonidos susurrantes.