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Arma invencible

Hubo una vez un viejo sabio al que acudían a consultarle siempre todas las desavenencias y problemas que surgían en un pequeño reino.

Un día llegaron dos hermanos: mi hermano menor me ha insultado y agraviado, dijo uno, exijo un duelo, hemos venido a consultarte por las armas.
El sabio sin decir nada, se acercó a una mesa y abriendo un viejo y alargado cofre, les dio a cada uno un arma. Luego sin mediar palabra tomó del brazo al hermano menor y en una estancia contigua le dijo estas palabras: a ti te he entregado la Lanza del Amor, no te asustes por el nombre, pues al exhibirla ante tu hermano con su brillo mágico templarás las ganas de venganza de tu hermano, se suavizará su corazón y ya no necesitarás luchar contra él, le habrás vencido.

Luego mandó llamar al hermano mayor y a solas le dijo: te he entregado esta espada porque es la Espada del Odio, en cuanto la desenvaines adquirirá tal fuerza y poder que nadie te vencerá y podrás resarcirte del agravio de tu hermano y vengarte de esos insultos.

Ambos hermanos marcharon satisfechos con sus armas a batirse en duelo creyendo cada uno en las palabras del viejo sabio. Se adentraron en un bosque y cuando todo estaba dispuesto para la lucha de repente, el hermano menor sin avisar de que el cambate se había iniciado levantó al aire la Lanza del Amor y enfrentándola con firmeza al cuerpo de su hermano, creyendo que éste se
ablandaría, apenas pudo sostenerla breves segundos sobre su cabeza cuando cayó al suelo con ella, pues el peso era tan grande que era imposible levantarla de esa posición; al ver que su hermano más que ablandarse se reía de él, de su gesto y su postura final caido en el suelo, contrariado empezó a decir, ¡no es justo!, ¡no tengo tanta fuerza!, ¡no puedo levantarla!, así no puedo luchar, esta lanza ha sido la peor arma que me haya podido dar ese viejo.

El hermano mayor al ver a su hermano en tan terrible desventaja se apresuró a desenvainar su Espada del Odio e ir tras su desarmado cuerpo, dispuesto a resarcirse de los agravios de su hermano pero al verlo llorando en el suelo, un sentido momento de compasión cruzó en sus ojos y al desenfundarla lentamente y exponerla al aire, la espada en un instante se oscureció y se deshizo ante sus ojos dejando un rastro de polvo oscuro cercano a sus pies. El hermano mayor no acertaba a comprender lo que había sucedido, ¡no es justo! dijo también con rabia, ¡esto no era realmente una espada!, ¡ese anciano me ha engañado!.

Y ambos, coincidiendo en su enojo, decidieron regresar juntos a pedir explicaciones al viejo sabio.

¡Nos has dado unas armas defectuosas!, protestó el hermano mayor nada más volver a tener a la vista a aquel anciano. Así no podemos batirnos en duelo, dijo el pequeño, ¿es que acaso te querías reir de nosotros?, interrogó con grandes ojos al sabio.

El anciano acercándose a ellos con la voz sorprendida les dijo: pero ¿dónde están vuestras armas?. El mayor se adelantó hacia él y le dijo, mi espada se hizo polvo apenas la desenvainé; y mi lanza aún está clavada en la tierra me fue imposible levantarla del suelo pues pesa mucho, dijo el menor.
¡Nos has engañado! dijeron a un tiempo los dos hermanos.

Entonces por lo que veo no podeis luchar, dijo el hombre sin inmutarse, tú no has podido manejar la Lanza del Amor y a ti se te deshizo la Espada del Odio. Mejor, id a casa juntos y olvidad vuestros agravios.

¡Eso no es justo!, dijo el mayor, has de darnos a uno de los dos la victoria, aunque no hayamos podido luchar solo uno llevaba razón en esta contienda, has de decirnos quien ha ganado.

Entonces el anciano mirando a ambos les dijo: está bien, es justo lo que pedís, ha ganado el que portaba el Arma Invencible.

Todos se quedaron muy sorprendidos de que el viejo sabio dijera algo así y dejara zanjado el tema sin más consideraciones ni pruebas.

Los dos hermanos, confundidos, se miraron entre sí preguntándose que había querido decir el maestro, quién de los dos era el que podía sentirse vencedor y quien era el vencido, sin embargo nada más escucharon y viendo que era imposible convencer al sabio para que se extendiera en una explicación, les diera otras nuevas armas o declarara abiertamente a uno de ellos como vencedor, expresaron su malestar durante unos minutos más pero no les quedó más remedio que regresar a casa juntos, pues el viejo hacía rato que ya había cerrado los ojos y nada contestaba a lo que le increpaban.

Maestro, interrumpió de repente la voz de un pequeño entre el gentío que se había reunido para ver el desenlace de la afrenta, ¿qué es lo que ha pasado?, ¿porqué esos caballeros no ha podido conservar sus armas intactas? dijo con voz inocente.

Entonces el viejo sabio abrió los ojos y mirando al niño con complacencia le dijo: aprende esta sabia lección niño pues te será útil en la vida:

Para esgrimir la Lanza del Amor y conseguir que otros ablanden su ira hay que tomar fuerzas del fondo del corazón, en un enfrentamiento justo y equilibrado para todos, afianzando en las manos una humilde intención, extraer coraje de los buenos sentimientos, pues el amor se endurece y se vuelve inamovible con el oportunismo, el orgullo o la vanidad por ver al que se juzga más desprotegido, humillado y vencido.
Y para portar la Espada del Odio, viendo como el amor yace en el suelo, desarmado, dolido, frustrado, hay que ser una persona ofuscada y cruel, soberbia y sin conciencia, sin benevolencia ni principios, pues un simple viento de compasión puede deshacerlo todo en un instante.
Las armas han hablado. Ninguno de los dos hermanos merecía batirse en esa lucha, ambos se han unido ante la contrariedad de una injusticia y sin pretenderlo, se han defendido contra mi.

Todos aplaudieron las sabias palabras del anciano pero el pequeño queriendo llegar aún más al fondo preguntó de nuevo:
¿Y quién ha ganado entonces? ¿cual es ese Arma Invencible?

La paz pequeño, la Paz, respondió el sabio acariciando la cabecita del infante.
Datos del Cuento
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1 comentarios. Página 1 de 1
María Eugenia
invitado-María Eugenia 16-02-2007 00:00:00

Visto está que el amor destruye el odio tan sólo con su brillo. Una gran aportación Lagrima Azul. Bueno ... no hubo vencedor ni vencido, pero hubo un triunfo: el amor que no dejó de brillar mientras el odio se desvanecía. Me caso en ná. Recordé un comentario que le hice hace mucho tiempo a Joaquín en respuesta a algo que escribió sobre sus artes marciales. ja ja ja tal vez le puse otro nombre. me retaré a buscar en el cajón de impresos. Espero no segarme con el brillo de la espada que allí guardo.

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