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Categoría: Hechos Reales

Arroz con puñetes

Fui invitado a una fiesta de graduación de una de estas medio primas de la rama de los nobles Malos, dueños de una fortuna incalculable y respetables señores, propietarios de haciendas milenarias y de casas hasta en Boston. Solo de pensarlo me asustaba: "Hijito, tienes que saludar a la Fulanita con mucho respeto, ella es tu tía en quinto lugar por parte de los Pérez, es una persona muy buena.". "Tienes que ir vestidito lindo con el mejor esmoquin, ya te vamos a conseguir prestado uno, tienes que portarte decente, hijo de familia respetable, acuérdate de tus primeros seis apellidos...". Por ahí apareció un tío: "No serán pendejos... verán que en estas fiestas es donde se consigue las mejores chicas, de esas que te casas y te forras con millones, o mejor dicho se te facilitan las cosas, porque en este país cada día vamos de mal en peor...". Y mi madre soltó un estruendoso alarido... Y mi tío tinosamente prosiguió, "... y sí, sí, ¡claro!, no digo que el amor no sea lo más importante, solamente que no sean pendejitos...". La invitación lujosamente impresa decía entre otras cosas lo siguiente: nombres y apellidos del padre, nombres y apellidos de la madre, nombre y varios apellidos de la joya de guagua, invitan a la célebre fiesta de esmoquin y vestido largo, edda (estricto derecho de admisión), y otros detalles "preciosos" que ya ni me acuerdo. Mis pobres padres se empeñaron en enseñar a la bestia pos adolescencia el Careño, en otras palabras todas las estrictas normas de educación enseñadas por este ilustre desconocido: los codos no en la mesa, coger bien los cubiertos, cada cubierto para cada plato, la servilleta sobre las piernas, y sobretodo agradecer, agradecer, agradecer... y despedirte, despedirte, despedirte... porque no puedes hacernos quedar mal. Pero perdieron su tiempo porque con esto de que cada día estoy más raro ya ni saludo ni me despido de ningún señor o señora. Nos embarcamos en nuestro pequeño bólido en la dirección de la prodigiosa hacienda "Santa Bernardina". Íbamos los dos mayorcitos de la familia Vela y su prima Pamela envuelta en un lujoso vestido largo: nosotros broches de oro, ella aretes de oro relucientes, nosotros "Drakar", y ella "Chanel", ¡qué lujo Dios mío! Encendí mi primer cigarrillo para empezar a calibrar la noche. ¡Y chuta, cague el olorcito de todos! Llegamos a la célebre hacienda. Allí fuimos recibidos amablemente por este empleado encargado de distribuir los carros en el parqueo y dar la bienvenida. Ya con el semblante del primer rabito encendí mi segundo cigarrillo pensando: "Esta noche me desmadro...". ¡En efecto! Lo perjudicial del trago es cuando no coge, si es así huevada de whisky pura agua, pero cuando coge -coge que da gusto, dejándote bien borracho a una hora de haber llegado. En estas fiestas de quinientas personas se ve la "crema innata" de la sociedad, lo mejor de lo mejor, las culonas más ricas de culo y las narizonas más ricas de plata, y también las bellísimas culonas vestidas de ceda, y esas otras cuyo vestido suelto seguro engaña la forma real de su cuerpo, cada una con mejor perfume. ¡Da gusto así! Te sientes como perplejo ante tanta magnificencia, es como estar lengua al aíre alelado en las salas de un museo atiborrado con las mejores y más costosas obras de arte, pero eso sí, siempre con un tabaco encendido y un trago para calibrar el mejor ángulo. Y ¡qué infortunio!, terminada la cena con los más exquisitos platos y vinos que pudieron conseguir, me acordé que hasta el momento no había saludado con la ilustre señora, y tampoco había usado los cubiertos de la forma correcta, y había regado un par de alverjas, y con el codo izquierdo sobre la mesa me había pasado fumando como chino, y no había sido cuidadoso con mis expresiones soeces mientras conversaba con mis vecinos, y lo peor de lo peor es que cada uno era más bestia que el de alado, y si de educación se trata seguro yo era el más educado en la mesa. Llamamos desesperados al mesero que atentamente nos ofreció satisfacer nuestra urgencia imperiosa de un whisky, y el muy hijo de su madre no volvió a asomar nunca... Malo es reprimirse una necesidad urgente, eso es lo que dicen los orates sicólogos, entonces a pretexto de haber sido sarcásticamente reprimidos nos igualamos velozmente el tiempo perdido en la cena, o sea por lo menos tres vasos más que pudimos haber tomado antes. Mirar esas mujeres es como para ponerse a escribir Neruda, las que no parecen princesas parecen ángeles, y las que menos parecen unas damas. ¡Ver y no tocar, belleza resguardada en las vitrinas de una joyería! Demasiado para un humilde ser humano que se anda pedorreando que da gusto. Además con estas miserables fobias me da miedo de todo, la mayoría seguro no quieren bailar, además... bueno, eso no es problema, bien borracho como estoy ya puedo verlas a los ojos, o mejor dicho a los cinco ojos porque empiezo a ver las cosas medio torcidas, y me empiezo a olvidar hasta del nombre. ¡Qué carajos! ¡Carajos! ¡Déjenme pasar, por favor! ¡Un whiskisito por favor! ¡Un whiskisito bien puesto, puro whisky carajos! ¡Perfecto brother!... ¡Por favor otro, por favor, tengo mucha sed por favor! ¡OK brother! Ok, ok, resulta que estaba por allí caminando junto a unas mesas en busca de otro cuando el que llevaba a medias en mi mano cayó al piso partiéndose el vaso en mil pedazos. Se oyó el coro de algunas gentes seguro más borrachas que yo: ¡bravo!, ¡bravo!, ¡bravo brother! "Brothers, acaba de sonar la campana del recreo, les dejo un momentito porque tengo un poco de sed.". Y me pedí otro... y creo que otro... y debe haber sido otro... Y finalmente nos encontrábamos conversando con un ex compañero de la universidad cuyo ilustre padre ha resultado ser socio del ilustre primo de mi madre. Ese momento, cuando al huevas de hule se le cayó el vaso haciéndose mierda en medio de la sala, llegué a la conclusión de que algo extraño pasaba: "brujería brother", "vasos brujeados con mal agüero", "y finalmente ¡qué pecado hermano!, ¡que se riegue hasta la sangre pero no el trago!", "y las hembritas que hijas de puta, están rebuenas, maravilla de hembritas, me voy a bailar con una.". La saqué a bailar a la más preciosa que encontré, y en los cinco minutos que me regaló balbuceé unas dos preguntas, brutalidades seguro, finalmente se acabó la canción iniciando un bolero. Al parecer la mayoría de gentes andaban con sed y rompieron filas, ella también me dio sus gracias y desapareció. Abriéndome paso entre un tumulto de desesperados llegué a un oasis en el desierto, "brother, brothwer, por favorcito, seco con dos hielos". "Seco y volteado, brothers". Cuando notas que la bebida ya está haciendo mella lo mejor es santiguarte encomendándote a todos los santos para no hacer barbaridades: arriba, abajo, al centro, y pa dentro, "una más brother del alma"... ¡Chuta, Dios mío, diamismito termino vomitando dormido en alguna parte! Y resulta que el mil veces tarado de mi hermano, borracho empedernido mucho más que yo, más bruto que las arañas, anda con los ojos achinados tambaleándose de lado a lado entre la gente en medio de la sala, en esas mi prima embiste prudentemente consiguiendo adueñarse de la llave del carro que había estado en su bolsillo. ¡Porque este idiota ya no puede manejar y si maneja nos chocamos! Vino presurosa donde el borracho disimulado que ya se duerme, o sea yo, para que dé uso de la llave y de mi sobriedad, y de mi inestimable prudencia, y la lleve sana y salva donde su santa madre. La felicité por su astucia y guardé bien la llave. "Brrooootherr... otrrooo vaso, brother...". Regresando a la sala desde el patio interno con pila y faroles y mucha -mucha neblina, me encontré cara a cara con algo muy parecido a un alma en pena, pálido me vino a contar que la muy hija de tal de nuestra prima se atrevió a quitarle la llave del carro, hija de la grandísima que ojalá nunca la volvamos a ver, hija de su miserable... Y borracho le conté con una sonrisa a medias que yo tenía bien guardada la llave. Y que el cabrón borracho como las arañas, con los ojos achinados rojos bombillas, de seguro atropella al guardia y choca estrepitosamente contra el primer árbol, y nos hacemos mierda de vaca. Poco juicioso debo haberme portado porque su irracional respuesta fue darme un puñete en medio de la sala de la inestimable hacienda, con la ilustre señora ojeando desde una esquina, y no menos de cien testigos de lo que no se debe hacer en una fiesta como ésta. Y yo bien borracho, juicioso de alcantarillas, respondí su puñete con un contundente golpe que lo mando a besar el piso. Ese momento mi prima se interpuso entre nosotros consiguiendo milagrosamente tranquilizar nuestros ánimos y conducirnos al patio posterior. Y alguien apareció parado en la puerta del frente, sostenido por no menos de cinco, mandándome a la remierda por ser yo un recontra hijo de mi madre que no conoce. Era este famoso M, anarquista moledor, dispuesto a terminar inmediatamente con mi miserable vida... Por suerte lo lograron contener porque con semejante volumétrico ogro no me metía ni cagando. A más de una serie de mordaces insultos su fermentado cerebro consiguió formular la siguiente frase: "en esta casa no hay peleas, sabes bien donde estamos...", disponiéndose ese instante a quebrar todos mis huesos. Este famoso M era precisamente el más temido de la temporada, masacraba al que se le cruzaba. Con él mi hermano había tenido un pleito anterior de borrachos, y al llegar a esta fiesta todavía sobrios habían pactado no agredirse, porque "en esta casa no hay peleas, sabes bien donde estamos...". ¡Me salve de una buena! Pero los dueños de la casa, estimable familia, parientes cercanos de mi madre, seguro averiguaron qué fue lo que aconteció, y deben haber tenido nuestros nombres muy manchados... Finalmente el destino ya escrito proféticamente se cumplió, entregué la llave al cabrón borracho de mi hermano para que lleve a su familia sanos y salvos a sus casas, y si aquí nos morimos es porque nos llegó la hora, ¡a la mierda todo! Y proféticamente, ya en Quito, nos chocamos contra una pared haciendo remierda el carro recién comprado por mis padres...
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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