Asomaba a su corazón una lágrima, cada vez que escribía, cada palabra de más que añadía tratando de que los demás sintieran su dolor, su puñalada en el estómago, era un nuevo golpe de pérdida de esperanza... cogía con sus manitas el cartón y lo rompía en pedazos y de nuevo empezaba...

He de idear la frase perfecta, se decía mientras bostezaba...

Asomaba a su carita una tímida huella de tristeza, asomaba, muy lentamente, muy callada, y mientras sus ojos se empobrecían de alegría e iba perdiendo la mueca graciosa que tanto animaba, sus manos dejando de escribir se amarraban al corazón tratando de no sentir que se le escapaban en suspiros sus sueños, huyendo despavoridos por grandes dentelladas...

He de idear la frase prefecta, esa que al verla despierte compasión en los demás y para mi... esperanza.

Asomaba a su pensamiento una voz ingenua, no podía ser que todo estuviera tan preparado para abandonarla... y para combatir ese presagio imaginaba, imaginaba las palabras que debía escribir para que sonaran a súplica, para que despertaran conciencias y calmaran sus pequeñas ansias, por dentro imaginaba todas esas palabras que iban a conseguir levantarla, cuando más dolor sentía dentro, más pensaba las palabras, cuanto más malestar, cuanta más desprecio impregnado junto a su vida, más palabras, multitud de palabras... y llevaba ya ideadas en su corazón tantas y tantas...

Asomaba a su vida un hueco profundo de cariño y con sus manitas pequeñas apenas lo tapaba, porque entre las rendijas de su corazón herido, entre las muescas de su ingenuidad, la dulce sonrisa, la mirada confiada en un día de sol y calor, pleno de alimentos, cercano a su pequeño paraiso de generosidad... se escapaba...

Y mientras asomaba a sus entrañas una nueva lágrima con cansado gesto acercó un nuevo y sucio cartón hasta ella y comenzó a dibujar letras las que ella creía le traerían el regocijo a su pequeña alma...

Al terminar de escribir, complacida con sus palabras pero exhausta por el esfuerzo, posó su cartón junto a ella, se tapó con sus ropas y aferrando con sus manos su corazón se tumbó a descansar de su labor.

Al poco tiempo se le acercaron varias personas que al ver lo que había escrito reían y decían para sus adentros, pobrecilla, no sabe ni cómo se pone, y entre caras de burlas, mofas y chanzas se alejaban comentando: que mal está la vida para algunos, qué pocas oportunidades de salir adelante, cuánto analfabetismo, seguro que ni ha ido nunca a la escuela, cuánta ignorancia...

A la mañana siguiente encontraron a la pequeña, tumbada, apoyada en aquel portal, sus manos junto al corazón, bien apretadas, las ropas ensuciadas apenas cubriendo su débil cuerpecito y junto a ella tal y como lo había posado con ilusión su cartón, ese en el que había escrito defectuosamente estas dos inocentes y elevadas palabras:

Tengo ambre

Moraleja:
Solo los necios se detienen a analizar y criticar unas palabras que no se escriben como simples palabras. Solo los sabios y generosos de corazón comprenden que aquellas letras están en tinta roja por ser palabras escritas con su sangre derramada.