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Categoría: Urbanos

Aullidos de mi alma...

Estaba tirado, mojado entre grumos de hierbas podridas... Era un perro, luego supe que era perra... Me siguió y siguió, luego supe que no la dejaría... Llegamos a mi cuarto. Le di de comer. Le bañé. Le vacuné, y luego, una tarde, llegó al cuarto preñada... Vendí a sus hijos... Qué mal se siente uno. Siempre solos, ella me acompañaba mientras leía o escribía. Le miraba y sentía paz. Una tarde llegó con otro perro. Me miraron como pidiendo permiso para vivir a mi lado.

Ahora somos tres. Ellos se van a la calle, mientras yo busco trabajo para poder cubrir la alimentación de la familia. Y cuando consigo uno, laboro duro y parejo. Llego a casa y allí están los dos, con la lengua colgando y la cola que no cesa de moverse y moverse... Pasa el tiempo y ahora somos seis. He vendido a sus crías, pero me he quedado con uno que parecía no querer dejarme... Una tarde, no volvieron. Algo malo presentí. Pasaba el tiempo y nada. Soñaba con ellos dos. Pero la vida es así, las respuestas son simples y están frente a nosotros. La cría se volvió mayor y me hizo compañía. Es un perro grande, muy grande, como un gigante. Todos le temen por la cuadra y el vecindario, hasta yo tiemblo cuando algo no le gusta.

Se pone a ladrar, gruñir, etc., cuando algo le molesta, pero cuando le traigo su alimento, es un bebito... Una tarde un auto me atropelló. Estuve en el hospital como más de un mes. Me preocupaba por mi perro, por ello, pedí a unos vecinos que le cuidaran. "No lo hemos visto", dijeron. Yo sufría. Una noche la puerta del cuarto del hospital se abrió solita y vi que los tres perros y todas sus crías entraron. Se pusieron a mi lado y luego, me lamieron toda la cara. Me sentí tan contento que me puse a conversar con ellos... Me dijeron que todos estaban muertos hacía un tiempo, pero siempre me recuerdan...

"¿Quieres venir?", preguntaron... Suspiré y miré mi soledad, mi miseria, mi cuarto sucio, mi, mi vida... Iba a decirles que sí, pero les dije que no, que pueden irse nada mas, que siempre les iba a recordar. Se fueron por la puerta y desaparecieron con la luz del nuevo día... Cerré los ojos y no supe más de perros ni perras... Cuando los abrí, el médico me dijo que en un mes volvería a casa, es decir a mi cuarto. Pasó el mes y volví a mi cuarto. Todo estaba sucio y miserable, pero había algo hermoso, miles de recuerdos y muchos ladridos de perro que sentía entender... Desde esa fecha, cuando llega la noche, aúllo y aúllo y aúllo como si mi canto fuera la única manera de amar la vida hermosa que tenía, y sentía todos los perros del mundo parecían hacer lo mismo. Eso me hace sentir que no estoy tan solo y mi vida no es miserable y mi soledad no es desolada, más bien está lleno de aullidos, como los gritos de amor de todos los perros del mundo...

Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 27737
  • Fecha: 29-07-2013
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 7
  • Votos: 1
  • Envios: 3
  • Lecturas: 7239
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
invitado
invitado-invitado 09-02-2016 05:19:09

Escribes, escribes y lástima.... ninguno de tus cuentos son dignos de publicar... eres repetitivo, incongruente, y tus faltas ortográficas son fenomenales....y lo peor, es que tus ideas ya están plasmadas en otras historias, en otras novelas.... no eres original..

Laurita
invitado-Laurita 12-08-2013 00:35:56

muy bonito.

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