Yo tengo un jardín, allí un día nació un arbusto, solidaster era el nombre, su flor tenue y pequeñita ostentaba un maravilloso color amarillo que asemejaba una difusa lluvia de oro, era bello mi solidater. Un día murió, las hormigas le mataron, su dulce savia fue su perdición.
Ahora cuando veo desde mi ventana el vacío que dejo la pequeña matita pienso en las distintas maneras de echar de menos a algo o alguien que se quiere.
Hay ausencias que no molesta, solo son.
Hay ausencias que dan un leve escozor, están allí con su vacío pero podemos vivir con ellas.
Hay otras ausencias, de esas quiero hablar, son aquellas que se dan sin haber maltratado, se dan aunque hubo amor y no murió, solo el vacío de una muerte sin cuerpo ni doliente.
Así es la ausencia de una amiga, aquella que se marchó queda de mi vida, en silencio, sin decir que le pasó. Yo por mi parte la recuerdo con ternura, sabiendo que allá donde ella esté lucha por ser feliz, pero así como mi solidaster me hace falta, echo de menos la lluvia de colores de sus palabras en mi mail.