Todo era azul, de un azul con distintas tonalidades y de trazos infinitamente variados.
El cielo mostraba un azul intenso y con grandes trazos que a lo lejos parecía separarse en pedazos.
El mar con su azul ondulado y sereno, mostraba zonas claras y zonas oscura del azul característico que lo dibujaba.
El sol ardiente se levantaba a lo lejos resaltando su presencia imponente de su azul intenso.
Arboles azules y personas azules que parecían no entender su presencia en el paisaje.
Todo se había teñido de azul, hasta nosotros mismos hemos quedado azules, por la saturación de tanto color añil aplicado a diestra y siniestra por la mano poco experta con que un niño de tres años, pintaba su dibujo de un solo color.
Así somos la mayoría de nosotros, aún después de crecidos. Nos empeñamos en ver todo desde un mismo ángulo, todo de un mismo color, y perdemos la noción de la realidad por apreciar todo bajo la misma perspectiva.