Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Ciencia Ficción

B. O. B. O.

Me llamo Bobo, abreviatura de Bionic Organic Bios Organisme. Si consideráramos al ser humano una especie de dios, yo sería su obra más perfecta, como hecho a su imagen y semejanza. Aunque ciertamente soy el proyecto de un equipo de científicos, mi existencia y creación no fue un éxito más de la ciencia, si no lo más primordial para el hombre, pues su misma existencia estaba en juego. Y no solamente eso, de mí iba a depender la propia vida y memoria del planeta Tierra, que perdurase para siempre. 
Pero es una larga historia. Tan larga que se pierde en la noche de los tiempos. Cuando el ser humano ni siquiera podía llamarse así.
El hombre es el ser más fascinante que existirá jamás. Capaz de la mayor excelsidad y del acto más abyecto y ruin. 
No seré yo quien lo juzgue, al fin y al cabo soy su obra, fruto de su sabiduría y conocimientos. Pero me han dotado de unos poderes tan increíbles, soy tan imprescindible, que ni ellos mismos son conscientes de lo que represento.
El planeta Tierra se formó hace millones de años, no importa cuántos. 
Pasó por muchas etapas; fue hielo, fuego, agua, y tuvo infinidad de seres, de todos tamaños y formas; unos reptaban, otros volaban, los había de dos patas, con alas, con cuernos, era una diversidad y cantidad tan increíble que sería imposible de saber. También hubo vegetales, árboles, selvas, desiertos, mares casi infinitos que rodeaban los continentes, llenos de peces inmensos y también diminutos. 
Era un planeta privilegiado, rezumaba vida por cada poro de su azul superficie. Un día todo desapareció de repente. La vida en la Tierra se extinguió casi por completo. El aire se enrareció y apenas quedó un animal, planta o pez. Había que empezar de nuevo. 
Y éste genuino planeta llamado Tierra renació de nuevo. Esta vez fue gracias a un nuevo inquilino, el ser humano, que surgió de donde nadie ha podido todavía descubrir. 
Era pequeño y débil, debía de sobrevivir en un entorno poblado de animales con dientes y garras terribles, padecer fríos intensos y calores extremos. Pero poseía el arma más poderosa que jamás tuvo ser vivo alguno: su privilegiada inteligencia. Y sus manos, la más prodigiosa herramienta, que hicieron posible el milagro de su propagación a lo largo y ancho del planeta.
El ser humano pobló hasta el más recóndito rincón del planeta. Dominó a los animales, dirigió el curso de ríos y cambió montañas y paisajes, taló bosques y sembró para alimentarse. Se adueñó de la madre Naturaleza sometiéndola a sus necesidades pero también a sus caprichos. Y fue el lobo más feroz contra sí mismo, toda su historia ha estado cuajada de terribles guerras, pueblos y razas fueron borrados del mapa sin piedad alguna. El hombre siempre ha sido capaz de matar por matar, la paz nunca reinó absolutamente en ninguna época, las armas y la destrucción nunca se dieron un respiro.
Pero sucedió lo inevitable, el hombre tuvo que pagar factura de sus desmanes. La madre Naturaleza, el mismo planeta Tierra estaba exhausto, dando sus últimos suspiros. Casi todo estaba cubierto de cemento, el aire se había vuelto irrespirable, el cielo era una nube negra que lo cubría todo.
La población se había reducido drásticamente. Los pocos que quedaban vivían la mayoría en refugios subterráneos, sobreviviendo penosamente con los pocos alimentos y agua potable que quedaba. 
Un grupo de científicos avanzados adivinó el fin del planeta y tomó una drástica decisión: había que evacuar la Tierra. De un modo u otro, como fuera. Y debía de hacerse rápidamente, la cuenta atrás era muy corta.
Habían estado acumulando todo el saber de la humanidad, recogido todo tipo de simientes, el ADN de todos los animales y de todas las razas de seres humanos que existían. Guardaron este ingente material genético y científico en una especie de Arca de Noé. Me crearon a mí, a BOBO, el compendio de toda la vida del ser humano. Lo que había sido, lo que era y lo que no quería dejar de ser. 
El equipo que me creó estaba formado por los más eminentes científicos e investigadores dirigidos por la doctora Marina. Prácticamente soy indestructible, sólo preciso unos cuidados mínimos que yo mismo me aplico. He sido construido a conciencia para guardar el tesoro incalculable que llevo dentro. A simple vista soy parecido a un hombre. Mido dos metros y peso 120 kilos. Poseo brazos y extremidades. Hablo y escribo cualquier idioma que cualquier pueblo o raza pueda hablar o haber hablado. Tengo pelo y una especie de líquido a modo de sangre alimenta mis circuitos. Mi fuerza es extraordinaria y el ordenador más increíble forma mi cerebro. Aunque pudiera ser una presunción por mi parte, soy la copia exacta de un hombre joven y atractivo.
También fue primordial encontrar un planeta adecuado para albergar a los hombres y mujeres escogidos para escapar del desastre y poder formar un nuevo mundo. A tal efecto se construyó una nave que hiciera posible el fantástico viaje.
- - - - - - - - - - - - - - -
No fue nada fácil descubrir ese planeta. Se exploró hasta el último rincón del Universo hasta descubrirlo. Almidón; ése fue el planeta escogido.
Es un mundo mucho más grande que la Tierra. Posee dos soles y tres lunas. 
Tiene particularidades extraordinarias. Entre ellas que su atmósfera es respirable y nadie envejece ni desarrolla enfermedad alguna. Posee bellos y sorprendentes paisajes. Montañas fantásticas, ríos de ensueño y una naturaleza que ni la mente más audaz hubiera sido capaz de soñar. 
Los árboles están cubiertos de una especie de musgo comestible. 
Y hay tal variedad de ellos que los sabores varían de uno a otro. 
Esta capa alimenticia se regenera día a día, la comida esta garantizada y nadie tiene que trabajar para su manutención. 
La temperatura siempre es benigna, diseñé casas y edificios y les organicé en todo aquello que pudiera facilitarles la vida. 
Almidón es un paraíso en todo el sentido de la palabra. 
La idea es volver a la Tierra cuando el veneno que la cubre desaparezca. 
Y ahí es donde intervendría yo, Bobo. Poseo las simientes que cubrirán de nuevo la tierra de cultivos y frutos. El código genético del que nacerán hombres y mujeres de todas las razas que existían antes, animales, peces y aves. 
Enseñaré a las nuevas generaciones todo el saber de la Humanidad y poco a poco la Tierra volverá a poblarse pero esta vez con la lección bien aprendida.
Pero se produjo el hecho sorprendente de que no todos querían volver a la Tierra. Para qué ir de nuevo a un planeta herido de muerte y del que no se sabía a ciencia cierta que pudiera volver a la vida? Almidón es como el Paraíso Terrenal que fue hecho para Adán y Eva. 
Y la controversia cobra tintes insólitos con otro hecho no menos importante y sobre todo dramático: en Almidón nadie puede procrear, ni crece, ni envejece, cada cual se queda en el estado en que llegó. 
La especie humana no progresaría jamás en Almidón. 
Aunque no paso desapercibido por mi altura y por ser quien soy, la gente no me presta demasiada atención. Tienen asumido mi papel. Así, sin que nadie se de cuenta, me dedico a estudiar a la especie humana. 
Aunque se todo cuanto hay que saber de ellos, lo que más me fascina es lo diferentes que son individualmente. No hay dos iguales. 
Con quien más me relaciono es con la Dra. Marina y su equipo. Gracias a ellos la Humanidad está a salvo en Almidón. Mi opinión es que la raza humana debe volver a la Tierra. De hecho los estudios que se realizan son para comprobar la evolución de la toxicidad terráquea y cuándo sería posible volver. 
Quienes se quedaran para siempre en Almidón se enfrentarían a una eternidad para la cual no están preparados. Sin dolencias y sin envejecer, sin duda desarrollarían una especie de locura peligrosa que les llevaría a su fin.
Pero esa cuestiones les pertenecen a ellos. Bobo está a su servicio. 
Para el equipo científico no soy más que un robot, y a aún siendo la obra cumbre de toda la ciencia humana, estoy desprovisto de cualquier valor sentimental para ellos. Puro material de Glicenio, fibra de Pasilinasis y demás elementos Marsilicios. 
Para la Dra. Marina no soy sólo la máquina más perfecta. Soy su secreta e íntima creación personal. Bobo podía haber sido un carro con ruedas, una caja metálica llena de simientes y espermas humanos congelados. 
Pero me creó alto, atractivo, como ella siempre deseó fuera el hombre de su vida. Ése hombre que nunca llegó y siempre estuvo esperando. 
Siempre recordaré cuando insertó mis ojos. Al abrirlos la vi por primera vez. Colocó mi nariz, mis pestañas, los labios, las orejas. Cuando me hubo formado sopló sobre mi cara y me puse en movimiento. 
Desde ese día no me separo de ella. La encuentro diferente de los demás.
Aunque es la directora y responsable de la misión de volver a la Tierra, no es altiva ni marca diferencias en su trato personal con nadie. Todos son igual de importantes para ella, desde el que recoge las muestras del laboratorio hasta el ingeniero de la planta espacial. 
Son curiosos los humanos. Con mis sensores puedo analizar los cambios que se operan en ellos, tanto físicos como emocionales. Es increíble lo que llegan a sentir. Envidia, odio, comprensión, generosidad, todas las virtudes y ninguna. Pero sobre todo son pasionales, se entregan con todo ahínco a sus ideales, a sus deseos más soñados y queridos. 
Lo que observo con más curiosidad son sus relaciones en lo que ellos llaman amor, cómo reaccionan en según qué situación y con quién en particular. En realidad no es más que un roce de epitelios, un intercambio de fluidos. Su corazón palpita de un modo muy peculiar, se les forma un cosquilleo en el estómago cuando están en presencia del ser amado. 
Y se dicen frases rituales, casi siempre las mismas. Y actúan luego de la misma manera en la intimidad. 
Y debo de admitir que en presencia de la Dra. Marina prácticamente todos los varones sienten mariposas bailando en sus estómagos.
Si fuera de carne y hueso como ellos podría comprenderlo mejor. Su pelo rizado es una sinfonía de ensueño. Esta armoniosamente constituida. Es inteligente, tierna, atenta y simpática. Y hasta a mí, a Bobo, se le estremecen los chips ginésicos cuando su cara se ilumina con la sonrisa más bonita del mundo.
Pero soy Bobo. La tecnología más fantástica que se creó jamás.
Y mirando cuanto me rodea, a hombres y mujeres, a niños, compartiendo con ellos sus vidas, sus miserias y también sus grandezas, siento en el fondo de mi espiral atómica un chispazo terrible por no ser como ellos. 
Por no tener un corazón blando que latiera a mil por hora y no poder sentir mariposas en mi estómago de verdad. Por no poder siquiera amar como aman los hombres y las mujeres. 
Sólo puedo admirar con mis ojos litiónicos a la Dra. Marina. Y configurar en mi placa base miles de situaciones que podría vivir con ella si fuese humano. 
Especialmente los circuitos se alteran cuando contemplo las tres lunas y la tengo en mi pensamiento. He tratado de resolver estos problemas biónicos pero no encuentro avería alguna. Quizá deba de recurrir a la misma Dra. Marina, mi creadora y decirle la situación tan caótica e incomprensible en la que me encuentro. 
Pero tal vez su lógica mente femenina no esté capacitada para llegar al fondo de la cuestión que afecta a un robot, como me llaman ellos. 
Quizá Bobo sea ahora algo muy distinto a lo que ellos crearon. Tal vez ni yo mismo pueda conocer y aceptar mi nueva situación.
Mientras tanto seguiré disfrutando con la compañía de los humanos, al lado de la Dra. Marina. 

---------------------------------

Como todas las mañanas la Dra. Marina entró en su despacho. Siempre lo tenía bajo llave. Debía de analizar las nuevas muestras que la sonda espacial había traído de la atmósfera terrestre. 
Miró hacia la pizarra y comprobó que estaba escrita en su totalidad. Le extrañó mucho, pues recordaba haberla borrado la noche anterior.
Era una larguísima y emocionada declaración de amor. Y lo verdaderamente increíble y sobrecogedor era quién la firmaba. 
La letra era primorosa. Terminaba así:
“Te quiero.” “Bobo”
Bobo acudió como todos los días al despacho de la Dra. Marina. Sin mediar palabra la tomo suavemente de los hombros y la beso en los labios. 
Fue un beso dulce y apasionado, la Dra. Marina permaneció en suspenso durante largo tiempo. Aunque sorprendida se dejó arrastrar por aquel momento súbito de emoción y se entregó al deseo que despertó Bobo. 
Luego, ante los ojos de la Dra. Marina, se obró el milagro que ella siempre soñó. 
Lentamente Bobo fue mudando su estado biónico y sintético. Interiormente sus órganos artificiales se encarnaban; iban formándose los intestinos, el estómago, los cables metálicos se convertían en potentes músculos, los huesos tomaban su lugar. Y un corazón de verdad empezaba a latir llevando por las arterias una sangre nueva en un nuevo y alucinante ser que nació como hombre ante los ojos de la Dra. Marina. 
Ella no se mostró sorprendida, acaricio suavemente el cabello de Bobo mirándole con exquisita ternura. 
Sabes? Sin tu saberlo, guarde mi ADN en tu célula madre, y modifiqué tus incrustaciones terciarias. Siempre tuve la esperanza de que se cumpliera el sueño imposible de Ciencia más alejada de la lógica, crear la vida humana a partir de un átomo de ADN. 
Siempre he sabido que estabas a mi lado porque me querías, me adorabas en todo momento, me escribiste esa carta de enamorado cuando el ciclo triónico se cumplió y debías mostrar tus sentimientos. Y ahora debes saber que también te quiero, que te has convertido en el ideal de hombre que siempre quise para mí, que te deseo como tu me deseas a mí.
Se aupó cuanto pudo y esta vez fue ella quien besó intensamente a Bobo. 
La Dra. acarició la suave piel de Bobo, estaba admirada de su perfección, de su hermosura, ni siquiera un dios griego podría asemejarle en apostura y presencia.
- - - - - - - - - - - - 
Bobo y la Dra. Marina contemplaban plácidamente los dos soles y las tres lunas de Almidón. En sus ojos brillaba una emoción largamente contenida.
- Sabes, Bobo? Iremos de nuevo a la Tierra, la sembrarás de plantas, correrán de nuevo los animales y surcarán los cielos las aves y los peces chapotearán océanos y mares. Y volveremos tú yo de nuevo aquí, los dos solos, para vivir nuestro amor, eternamente, con principio y sin final, en una eternidad que será sólo nuestra, tuya y mía, Bobo y Marina.
Se fundieron en un largo beso. Y los soles y las lunas fueron testigos de aquel encendido amor. Y lo serían para siempre jamás………… 

Datos del Cuento
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.145.152.49

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033