Se inquieta la cajera del "super" ante sus dedos torpes que, no alcanzan las pequeñas monedas. Y ella, calcula y cuenta a lo que llega y a lo mucho que no.
Una bandeja de alas de pollo; una bolsa de patatas y la caja de leche...
"Le faltan veinte céntimos" -dice con irritación, la juventud embutida en uniforme de grán almacén-
Y la anciana, rebusca en el fondo de la vetusta carterilla, con el sofoco de quien sabe, no ha de hallar más que el vacío.
Una mano anónima, pone los veinte céntimos sobre el mostrador. Los ojos cansinos buscan, casi con reverencia y escapan con la verguenza de los dignos murmurando "gracias, gracias".
Yo las doy a su vejez; a su inocencia. Porque, el gesto que ella bendijo..carecía de bondad.
Aquel señor fue bondadoso con, su propia prisa.
mabel escribano