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Categoría: Misterios

BRVES CUENTOS

Uno

“Tenía tanta sed el pobre que, si se hubiera meado, bebería de su propio pis, pero no pudo ser así, estaba perdido y seco…

Agotado, continuó su larga marcha como el solitario camello a través del desierto… Y cuando sintió que sus fuerzas le abandonaban, vio, no lejos de donde se encontraba, un oasis. Quiso correr, y no pudo. De pronto, las fuerzas de su alma lo cargaron como una pluma hasta posarlo al borde del paradisíaco lugar. Y cuando estuvo frente a frente al apacible lago del oasis, vio el rostro de un ser que le miraba con ojos preciosos. Sonrieron, y luego, bebieron hasta saciarse. Se irguieron, y en total silencio partieron.

Atrás quedó el oasis, el lago, sus huellas, todo… La sed estaba saciada, y la soledad no estaba ya más…, pues, su universo y él marchaban juntos para siempre…”



Dos

“Se comenzaron a caerme los cabellos. Mi cuerpo empezó a doblegarse. Mi esposa, hijos, nietos y amigos empezaron a mirarme como a un niño… Sonreímos, al fin apreciaban al niño que llevo dentro…”



Tres

“Toda la noche no pude dormir. Quería estar despierto, deseaba encontrarme con el amor, el primero de todos. Pero él no llegaba, no, no llegaba… Sin darme cuenta me quedé dormido sobre el piso, enroscado como un perrito… Y cuando abrí los ojos y empecé a estirarme, encontré sus cálidas huellas sobre mi alma…”



Cuatro

“La mesa estaba servida. Llena de sabrosos manjares, platos con dibujos de vivos colores, cubiertos dorados de todos los tamaños y un enorme mantel blanco que parecían ser las nubes del cielo. Muchas sillas de cómoda madera orlaban la majestuosa mesa. Me percaté que toda la gente que estaba presente a mí alrededor eran sirvientes. Ellos me miraban, esperando a que yo me sentara y me sirviera los potajes. Les pedí que acompañaran, que se sirvieran junto a mí, y cuando tomé a uno de ellos por el brazo, todos se disolvieron por el aire como el humo de un cigarro… Me di cuenta que todo esto era sólo para mí, sólo para mí. Perturbado, no tuve ganas de nada. Salí de aquel hermoso cuarto y me fui de aquel majestuoso castillo para siempre…”



Cinco

“En un pequeño rincón, de un callejón de la ciudad, vivía, rodeado de cartones y latas, una viejecilla. Era pequeña como un niño de cinco años, pero fuerte como un árbol, pues, no había día en que no saliera de su rincón para hacer la limpieza total de mi casa. Era la empleada de mi familia por muchísimos años. Un día, viéndola fregar los pisos con el trapo y la escoba, le quise dar una mano. Pero ella me dijo que no, que esa era su tarea… “Y yo… ¿qué hago?”, le inquirí. La vieja me miró como si se tratara de un fantasma, soltó la escoba y los trapos, y se fue sin decir nada de nada… Desde aquel día no ha vuelto a mi casa ni a su pequeño rincón del callejón de la ciudad nunca más…”



Seis

“No podía esperar más. Lo llamé por teléfono después de toda una vida, y le dije que le amaba… Era mi padre. Calló por unos segundos, y luego, me dijo: “Gracias”, y colgó… Me sentí un poco mejor, y decidí a visitarlo a su casa después de toda una vida, pero cuando llegué y toqué la puerta de su casa no encontré a nadie. Un vecino me dijo que mi padre había muerto hacía más de un año… Me retiré con el sentimiento de que mi progenitor me amaba después de toda una vida…”



Siete

“Como siempre, estaba parado en la calle mirando la ventana de ella. Ya oscurecía, pero yo continuaba esperando y esperando. La esperaba hasta que la aurora me hacía entender que quizás saldría mas tarde, cuando todo volviera a oscurecer. Volví a mi casa, esperando que la noche llegara para volver a la calle, y esperar a que ella saliera por su ventana. Si, eso hice muchas noches y noches, hasta que en una de ellas, la inmensa ventana se rompió y cayó hecho pedazos por la calle… Miré nuevamente el lugar en donde estaba la inmensa ventana y noté una gran cantidad de inmensas ratas y gatos saliendo de aquella oscura oquedad… Cogí los restos de la ventana esparcidos por la calle, y los eché junto a las ratas y gatos en un basural. Y cuando retornaba hacia mi casa vi asomarse a la aurora, y supe que tendría que buscar una nueva ventana para a ella esperarla…”


Lima, junio del 2005
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 14987
  • Fecha: 18-06-2005
  • Categoría: Misterios
  • Media: 4.88
  • Votos: 64
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1693
  • Valoración:
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