Al norte de una tierra perdida en el tiempo que pasó, se alzaba el reducto de Sir James, Duque de Pocket ; un castillo medieval con altos muros, foso y puente levadizo, dotado además de cuatro torres coronadas por almenas, desde donde se podía ver una comarca de tierras con buenos pastos y mejores sembrados. También, pobres caseríos e inmundas tabernas que olían a vino agrio; todo ello dentro de un malsano marco de ilimitada suciedad. Al sur, un río serpenteaba entre las colinas y era lo único más o menos limpio que podía verse por los alrededores. Sobre el horizonte se alzaba majestuoso, un apretado bosque de robles, cedros y nogales que, entre otras cosas, servía de escondite a los bandidos de la zona.
Pocket – así se llamaba la región – era un feudo gobernado por un aristócrata que respetaba las más estrictas tradiciones de su tiempo. El Duque de Pocket, familiarmente llamado Topdriver, hacía dos años que se había alejado de su territorio en busca de aventuras y botines, un poco para matar su aburrimiento y otro poco porque, como digno súbdito de una bandera tristemente célebre por su protección a la piratería, necesitaba engrosar las alicaídas arcas de su ducado. Había partido al frente de un ejército formado por jóvenes nobles y hombres sin nobleza, pertrechados con armas convencionales, llevando a su vez, catapultas neumáticas, rampas y escaleras mecánicas. Su intención era llegar al reino de Al Ándalus, en busca de fortuna para él y algo menos para los suyos. La idea no era conquistar, sino saquear, robar y alzarse con todo cuanto fuera posible transformar en dinero. En un alarde de audacia, cruzó el mar y se abrió paso a través de valles y montañas. Al comienzo todo anduvo bien, ya que las huestes del Duque derrotaron a cuanta tribu le salió al paso y se ingeniaron para mejor robar y enviar al ducado buena parte del botín rapiñado. Digo “buena parte”, porque no todo viajó a Pocket, ya que una porción de lo robado, Topdriver lo dilapidó frecuentando casas prohibidas, donde alguna que otra gitana lo tuvo a mal traer. Se habló también de un gitano, pero según luego se supo, tal aseveración no dejó de ser un chisme salido de la boca de un resentido.
Al momento de su partida, Sir James dejó como administrador del ducado a su primo Rapín; un joven impedido físicamente de hacer la guerra, pero muy despierto e inteligente. Tanto lo era, que tan pronto comenzó a recibir el dinero que su primo enviaba, abrió una cuenta en un banco de la Isla Caimán y destinó a ella una gran porción de lo que recibía. Según él, lo hacía para mantener el oro fuera del alcance de Pepino Ladro, un ex integrante de la banda de Robin Hood, que robaba todo cuanto podía, siempre con la consabida excusa de “robar al rico, para ayudar al pobre”. La verdad era que Pepino se quedaba con todo el producto de sus rapiñas y esos dineros los depositaba en una cuenta numerada que también él, tenía abierta en el exterior-
Para entonces, el ducado de Pocket devenía cada día más pobre y el deterioro de sus finanzas era alarmante. Al castillo llegaron rumores de que la suerte del Duque había cambiado y que su ejército había sido diezmado por sucesivas derrotas militares, además de la peste y la traición. Los hijos de Al Ándalus , que al principio se defendieron con espadas y escudos, comenzaron a utilizar cohetes teledirigidos y armas bacteriológicas que causaron estragos en las filas de Sir James. Es oportuno aclarar, antes de seguir adelante, que ninguna posterior investigación histórica pudo determinar quien o quienes, fueron los proveedores de tan sofisticados elementos guerreros.
Ante la probabilidad del inmediato regreso de su primo, Ropín pensó que lo más aconsejable era desaparecer y así fue como se embarcó en la primera balsa que pasó por el río y partió rumbo quien sabe adonde.
Los rumores finalmente se convirtieron en realidad. La expedición del Duque se había convertido en un desastre. Aquella conquista que comenzara con tanto éxito, tuvo su “Water-closet” , por lo cual no extrañó en palacio ver llegar un día a Topdriver, sólo y abrumado, montando un caballo exhausto.
Como un buen gobernante, al decir de Maquiavelo, “no debe ser pusilánime, ni irresoluto”, el Duque de Pocket, pronto se hizo presente en la sala principal del castillo como si nada hubiera sucedido. Ordenó a su valet normando que le preparara el baño y después de refrescarse, comió un sándwich de milanesa con queso, que acompañó con un porrón de cerveza. Luego se trasladó a la biblioteca y mandó llamaran a su primo, pues deseaba conocer cuanto había sucedido en el ducado durante su ausencia. Un anciano que se desempeñaba como alcalde de palacio, con voz gangosa de vino tinto, le informó que el señor Rapín había abandonado la región, pero que si el Duque deseaba conocer la situación en que se encontraba Pocket, él podía adelantarle que la misma era desastrosa, que las arcas del ducado estaban vacías y la administración era un caos. Sir James asimiló el impacto sin decir palabra, pero para sí pensó: - “ Que mala sangre me voy a hacer mañana ” y se retiró a descansar.
Al día siguiente se levantó temprano. Bebió un vaso de leche y comió galleta de salvado. Luego llamó a su secretario, quien tardó en presentarse pues estaba en su alcoba, consolando a la amante de Rapín, la cual había quedado triste y sola, luego de la huida del primo del Sir James. Pasado un rato, Genuflex - así se llamaba el secretario - se hizo presente y con mucha cortesía preguntó: - ¿ Que desea ordenar Excelencia ? El Duque le indicó que inmediatamente lo comunicara con Mr. Goodfrey, director del Fondo Monetario Internacional. Tan pronto le pasaron la comunicación, Topdriver explicó al hombre del Fondo cuales eran sus problemas y le solicitó un crédito de cinco millones y medio de dólares. Como única garantía, ofreció extender a favor del acreedor, una prenda sobre todos los habitantes de su feudo que , según manifestó, “ se cotizaban a muy buen precio en el mercado de esclavos”. Esta aseveración era una horrenda falacia, pues la población de Pocket había quedado reducida a personas ancianas, ya que los hombre habían muerto en la última aventura emprendida por el Duque y los niños, al igual que las mujeres jóvenes, se habían ido a vivir al bosque, subyugados por las promesas que oportunamente les hiciera Pepino Ladro. Vale acotar que el tal Pepino era, además de bandolero, traficante de niños y dueño de varios prostíbulos.
Frente a tal pedido, Mr. Goodfrey le respondió al Duque que el Fondo no tenía partida disponible para atender su solicitud de crédito, pero que seguramente el Banco Mundial le podría solucionar el problema. No sólo le sugirió que tomara contacto con su presidente, Mr. Plutoson, sino que le prometió que él mismo hablaría con el funcionario para anticiparle cuales eran las necesidades del Duque y de paso darle una mano.
Sir James agradeció tanta amabilidad y después de cortar la comunicación, intentó contactar a Mr Plutoson, lo cual no fue posible porque el funcionario – según su secretaria – había ido a jugar al póquer y no volvería hasta el día siguiente. Llamó entonces al Dr. Erwing Chimenea y luego de nombrarlo Primer Ministro, le ordenó que redactara un decreto por el cual se comunicaba a la población que, a partir de ese momento, se aumentaban los impuestos al doble y que se creaban algunos nuevas gabelas de emergencia, que serían abolidas tan pronto el ducado solucionara sus actuales problemas. Para evitar la reacción del pueblo, generalmente encabezada por Pepino y sus secuaces, pactó con Ladro entregarle el treinta y tres por ciento de la recaudación derivada de los nuevos impuestos.
Al día siguiente, Topdriver pudo hablar con Mr. Plutoson, quien luego de saludarlo le dijo estar ya al tanto de sus necesidades y que si bien no podía satisfacerlas enteramente, bien podía encontrarle la vuelta para hacer que el Banco Mundial le otorgara un crédito destinado “a la construcción de viviendas en el ducado”, al tiempo que le aclaró que si bien ese sería el “destino oficial”, Sir James podría disponer del dinero como mejor le pareciera. El préstamo sería de tres millones cuatrocientos cincuenta mil dólares, que deberían ser devueltos a los cinco años; si bien en realidad el Duque recibiría solamente tres millones, pues según Mr. Plutoson, había algunos “gastos reservados” de los cuales debía hacerse cargo el ducado. En cuanto a la garantía, le manifestó que el Banco solamente aceptaría como tal, una prenda sobre toda la madera existente en los bosques de Pocket. Sir James insistió, como antes lo había hecho con el Fondo, en entregar como caución a sus súbditos, pero el funcionario se puso firme en que el único aval aceptable era la madera, razón por lo cual al Duque no le quedó otra alternativa que aceptar tal imposición.
Días después llegó el dinero y Topdriver comenzó a pagar las deudas del ducado, pero con una quita del cincuenta por ciento. Este descuento fue negociado muy amablemente con los acreedores, en una reunión llevada a cabo frente a un pelotón de ballesteros. Cabe aclarar que, para mantener el poder de policía y rehacer sus fuerzas militares, el Duque había organizado un nuevo ejército con mercenarios provenientes de allende los mares. Además, dispuso fomentar las exportaciones del ducado y libró orden de captura contra su primo Rapín, con la ingenua esperanza de que la misma pudiera concretarse.
La reactivación del ducado de Pocket fue lenta, pero gracias al hambre y al sudor de sus queridos súbditos, Sir James logró que la economía del feudo creciera. Volvieron los niños y las mujeres a morar en los caseríos y a trabajar en reemplazo de los hombres que habían sido inmolados en las tierras de Al Ándalus. Para entonces, Topdriver había ya vuelto a gozar de una vida esplendorosa, rodeado de lujos, mujeres y amigos que el oro le produjo.
Cuentan los historiadores que cuando llegó el momento de devolver el crédito, más los intereses devengados, el Duque de Pocket llamó a Mr. Plutoson para que enviara a un representante del Banco a retirar el dinero. A su llegada, el funcionario fue recibido con todos los honores y luego de una recepción bucólica, trasladado a una mazmorra del castillo, donde en base a torturas fue obligado a firmar una “Carta Recibo” por un dinero que nunca llegó a sus manos. Obtenido el correspondiente documento, el pobre funcionario fue envenenado y su cuerpo tirado al foso de los hambrientos cocodrilos.
El Banco Mundial al no tener noticias de su enviado, se comunicó con el Duque en busca de información, recibiendo como respuesta oficial que “el funcionario enviado había partido de regreso hacía ya días, acompañado por una mujer muy atractiva”.
Frente a la desaparición de su comisionado, el Banco denunció lo sucedido ante “Interladri”, quien tomó a su cargo la investigación del caso, pero sin que las mismas dieran resultados positivos. Sus sabuesos poco pudieron avanzar, ya que parecía que al desaparecido cobrador, se lo hubiera tragado la tierra. Lo único que pudieron encontrar, en la desprolija y sucia habitación de una posada ubicada más allá de las fronteras de Pocket, fueron dos pasaportes. Uno perteneciente al desaparecido funcionario del Banco Mundial y el otro extendido a nombre de “fröulein” Tagre Braum, ambos con el correspondiente sello del Servicio de Migraciones que acreditaba la salida de sus titulares del Ducado de Pocket.
“que el mundo fue y será una porquería
"ya lo sé ; en el quinientos seis
"y en el dos mil también”
( Enrique Santos Discépolo – “Cambalache” )
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José Pedro, sinceramente Te Felicito!! buenísimo este bucanero tuyo, tan actual... Si sabremos los argentinos sobre este tipo de bucaneros, verdad?? Créeme, te admiro mucho!! lo digo sinceramente!! TE MANDO VIA "BUSCACUENTOS" UN ABRAZOTE MUY GRANDE!! Tu compatriota! Elsa