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BÚHO

Salí a buscar trabajo. Fui donde un amigo a pedirle prestado el periódico, me lo dio y leí en la página de servicios:

Se necesita a joven para trabajo de seguridad nocturna.
Enviar sus datos personales a CP02671 Lima 14.

Compré una hoja y lo llené con mis datos personales. Al cabo de una semana me llegó una carta en donde me citaban a una entrevista. Fui al lugar a la hora indicada. Una señorita sentada detrás de un escritorio me recibió y me pidió que esperase un momento. Me senté en un sillón. Cogí una revista y mientras leía me dormí.
Una mano y una voz me despertó. Abrí los ojos, y la señorita me avisó que el dueño me esperaba.
Entré en la oficina. Vi al dueño, y él me dijo:
- Pase y siéntese por favor - me senté y comenzó a releer en voz alta mi currículum ¿Antes ha trabajado en seguridad?
- Si señor - Le conté que de noche vigilaba diferentes Bares nocturnos, que había servido en el Ejercito, y que estuve detenido en la cárcel por peleas que tuve con delincuentes.
- ¿Has matado? - Me dijo con los ojos abiertos como un sapo, le dije que si, pero que siempre había sido en defensa propia, y siempre en horas de servicio - ¿Y por qué crees que debo de tomarte a ti? - Le dije que me gustaba trabajar de noche - ¿Por qué? - Y le conté que era como el Búho. No podía dormir de noche, y mientras no encontraba nada serio, hacía taxi, o caminaba por la noche, o miraba la televisión; el dueño se rió como un lagarto y me dijo: - El trabajo es tuyo.
A la semana siguiente estaba vestido totalmente de negro y bien armado. Lo único que debía hacer era pararme al costado de un chofer y seguirlo a cualquier lugar adonde el dueño fuera.
El chofer era un negro, ya bastante mayor que hablaba pestes del dueño; yo lo escuchaba. Siempre he dudado de los negros, son habladores como gallinas. Cuando se cansaba de cacarear se dormía como una foca y roncaba como un león. Mientras el negro dormía, pensaba en las formas en partirle en pedacitos la lengua, me aburría las tonterías que hablaba.
Junto a nosotros, había dos grupos mas de seguridad, que hacían casi lo mismo, pero en horarios diferentes. A ellos no les gustaba trabajar de noche, pero a mi sí. Cada semana rotaba de chofer; los otros no eran negros, pero hablaban igual a ellos; o de sus mujeres, o de sus juergas de fin de semana, o del amor a sus hijos. Lo único que yo deseaba, era que se callen, pero ellos hablaban y hablaban, y no me dejaban pensar tranquilo... Si había algo en común en los tres, eso era que roncaban como leones.
Me gustaba cuando había acción. En una oportunidad, uno de los hijos del dueño llegó borracho a la entrada de su casa, y en la puerta comenzó a pelearse con un grupo de callejeros, que después de tumbarlo, lo comenzaron a patear como a un perro por el suelo. Salí del carro y con una vara de jebe, comencé a pelearme contra todos. En medio de la gresca sentí un golpe en mi espalda, que me hizo trastabillar e inconcientemente, giré mi brazo y golpeé atrás de mi; cuando volteé, vi tirado en el suelo a un muchacho con la cara reventada como un platano machucado, embarrado por la sangre que brotaba por su frente; el sonido de un silencio filoso y un brillo que rompía la oscuridad, me hicieron voltear intuitivamente... Era otro pandillero que lanzaba un puñal sobre mi cuerpo; caí al suelo desviando mi destino, y él se tiró encima de mi, vi como poco a poco el puñal se acercaba a mi cara, y cuando estubo a la altura de mi boca, le arranqué con mis dientes un buen pedazo de sus dedos... El pandillero gritó como perro atropellado, y salió aullando hasta que la noche se lo tragó. Todo quedó en silencio, escupí el pedazo de unos dedos, y escuché los ronquidos del chofer... Me acerqué al hijo del dueño y lo encontré todo magullado. Lo cargué hasta su casa y el dueño agradecido me obsequió 100 pesos.
En otra oportunidad, nos llamaron por radio avisándonos que habían asaltado a la esposa del dueño. Pregunté en donde había sido, y de inmediato supe quienes eran. Le dije al negro que me llevara al Barrio verde, y le pedí que me esperara. Entré en el barrio y en un hueco alumbrado, encontré a la banda de asaltantes.
- Hola Búho - me dijeron - ¿Qué deseas? -. Les dije que estaban chocando con mi trabajo - Y tú, con el nuestro -. Les dije que buscáramos una solución, y los invité a salir afuera a negociar - No Búho, y desaparece antes que te alisemos -. Les dije que no y con un palo, rompí el foco de luz, y como a una sandía, le reventé la cabeza al lider; los sesós me calleron como semillas a la cara, los demás se echaron sobre mi, pero yo sabía que cabeza no tenían... Les dije que me soltaran... Pues solo, yo, no estaba...
El chofer me vio salir con toda la ropa hecha jirones y la cabeza ensangrentada, pero con la cartera de la señora bajo el brazo.
- No le digas nada al dueño - Le dije. Pero el negro habló tonterías que no eran ciertas, y el dueño le dio 100 pesos. Yo no hablé nada.
Pasaron dos años, y aún seguía de seguridad, pero en otro lado. Mi antiguo jefe se fue no sé dónde con toda su familia. Me recomendó con otra gente de dinero así como él; pero esta gente no salía de noche. Por eso me aburría, y poco después dejé el trabajo...
Hace más de un mes que no hago nada, y ya debo de hacer algo... Pero en donde encontraré un trabajo de noche, y que no me aburra... No lo sé. Mañana buscaré en el periódico... Pues de taxista me muero de hambre, y de día me muero de sueño...



Joe 02/07/03
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 3346
  • Fecha: 04-07-2003
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 4.52
  • Votos: 52
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3412
  • Valoración:
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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 04-07-2003 00:00:00

Jajajaja, qué paliza al bandido. Pero harto avara esa gente...100 pesos. Para la otra ya sabes, siempre contra la pared, y lanzando directo a la jeta. Jajajaja.Muy bueno.

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