Me deslizo sin prisa. Penetro por un pasadizo húmedo y viscoso. Con precaución desciendo. Me asombra la intrepidez que me lleva a vivir la más excitante y extraña aventura. Sospecho un fondo abismal y me aferro a ramajes que brotan, tal vez adrede, para impedir una fatal caída.

En lo más recóndito de estos parajes, escucho el sonido grave, como el de un tambor. Su ritmo acompasado me induce a observar a través de la maraña que me rodea. Descubro con asombro un algo que se asemeja al corazón de mi propia vida.

Continúo el avance. los intricados laberintos me conducen a lugares jamás presentidos. Intuyo a mi paso multitud de seres invisibles que palpitan ritmicamente sin cesar. Recorro palmo a palmo cada espacio, percibo colores y emanaciones conocidas.

Absorta en la contemplación de este nuevo universo, abandono toda precaución y resbalo. Caigo en aguas amargas y glutinosas. Me siento desfallecer. Busco con desesperaación una salida. Vislumbro muchos caminos y opto por seguir, el que da una lógica razón a mi deseo.

De repente me hallo en una región inverosimil, donde se conjugan misterios insondables; la verdad misma de la existencia. Un estremecimiento agita mi alma. Extasiada de emoción quiero eternizar este instante.

Impregnada de fluídos placenteros salgo de mi propio cuerpo. Vuelvo a nacer.