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Baki y la princesa

Allá lejos, en el fin del mundo, vivió una vez una rana gigante llamada Baki. Baki era feliz, aunque echaba de menos su anterior vida, cuando habitaba en los estanques del palacio real de la princesa Beleco. Entonces nadie se asustaba por su increíble tamaño, y era el centro de atención en todas las fiestas.

Un día en el palacio real se presentó un cazador muy peculiar, un cazador de ranas que les dijo a los reyes que debía atrapar a todas las ranas de todos los reinos del mundo porque, al parecer, eran peligrosas por algo raro que se inventó. A ver cómo si no iba a convencer a los reyes para que le dejara cazar a todas las ranas, incluida a la rana gigante Baki.

La princesa Beleco, que lo oyó todo, fue corriendo a avisar a su amiga Baki para que se marchara lejos. Y tan lejos se fue que llegó al fin del mundo, donde se refugió en un gran faro abandonado desde el que se podía ver más allá de los confines de la tierra.

Un día Baki recibió una misteriosa carta. En ella se le informaba de que la princesa Beleco, su gran amiga, su salvadora, estaba en grave peligro y tenía que acudir en su ayuda. La mensajera era una hermosa paloma blanca que nunca abandonaba a la princesa.

-¿Cómo me has encontrado?- preguntó Baki a la paloma.
-Oí a la princesa decirte que te fueras lo más lejos posible, y no hay nada más lejano que el fin del mundo -respondió la paloma.
-Cuéntame, paloma, ¿qué ha pasado? ¿Por qué Beleco necesita mi ayuda? -preguntó Baki.
-¿Te acuerdas del cazador de ranas? -respondió la paloma -. En realidad es un brujo. La única rana a la que estaba buscando eras tú. Necesita algo de ti para hacer un conjuro. Y ha raptado a Beleco para que vayas a buscarla.
-Dime dónde está. ¡La rescataré! -dijo Baki muy decidido.
-¡Pero si no sabes qué quiere de ti! ¡Podría hacer mucho daño, o incluso matarte! -dijo la paloma.
-Tal vez sólo necesite un poco de mi sangre, o una muestra de mi piel -dijo Baki -. Además, ¿qué importa lo que quiera el brujo? Beleco me necesita. Llévame hasta ella, por favor.
-El caso es que no sé dónde está -respondió la paloma -. El brujo me dio la carta mientras se llevaba a la princesa y no me dijo dónde se la llevaba.
-¡Qué extraño! -exclamó Baki-. No tiene ningún sentido. Te da la carta y no te dice dónde está Pero… espera. ¡Tengo una idea!

Baki se subió a lo alto del faro de un salto. Desde allí se podía ver todo lo que había muy muy lejos. 
Después de un rato observando vio una gran torre en el horizonte rodeada de unas nubes negras y escondida entre una extraña niebla verdosa.

-¡Aquella debe ser la morada del brujo! -dijo Baki-. Es el lugar más escalofriante que se puede ver desde aquí.
-Vayamos entonces -dijo la paloma-. No hay tiempo que perder.

Baki y la paloma se pusieron en marcha. Tardaron muchos días en llegar a aquella horrible torre. Cuando al fin llegaron, Baki empezó a croar muy fuerte para que la oyeran y les abrieran la puerta. El mismísimo brujo hizo los honores.

-Pasad, pasad -dijo en tono misterioso-. Os estaba esperando.

Baki y la paloma entraron y acompañaron al brujo.

-¿Dónde está Beleco? -preguntó Baki.
-¡Aquí! ¡Aquí estoy! -dijo la princesa desde una celda suspendida sobre sus cabezas.
-¡Suéltala, maldito brujo! -dijo Baki -. Ya me tienes aquí. Déjala ir y dejaré que hagas conmigo lo que quieras.
-Lo único que quiero es saber cual es tu secreto. Dime, ¿cómo has conseguido ser tan grande? -dijo el brujo -. Beleco no me lo quiere decir. Y yo necesito saberlo para crear un enorme ejército con el que conquistaré y dominaré... ¡el mundo entero!
-¿Cómo? -dijo Baki-. ¡Quién en su sano juicio iba a ayudarte con esas intenciones!
-¡Déjala! Baki no sabe eso -dijo la princesa desde su celda-. Además, de nada te serviría saberlo. No podrías utilizarlo.

En ese momento, la jaula se inclinó y la princesa estuvo a punto de caerse. Se agarró fuerte, pero no podría aguantar mucho en esa posición.

-¡Baki! -gritó la paloma-. ¡Deprisa, hay que hacer algo!
Baki tuvo que improvisar. Tenía que saltar a por Beleco, pero el brujo no se lo iba a permitir.

-¿Confías en mi? -gritó Baki a la princesa.
-¡Sí! -respondió a ella-. ¡Confío en ti, amigo!
-Pues entonces, déjate caer.

Mientras el brujo se distrajo gritando a la princesa que no hiciera nada, Baki dio un salto enorme sobre su cabeza para coger impulso y saltar hacia la jaula a la vez que consiguió dejarlo completamente inconsciente.

Beleco cayó de la jaula y Baki la cogió por los pelos en plena caída.

-¡Qué gran rescate! -dijo la paloma-.
-¡Vámonos amigos! -dijo Beleco -. El brujo no tardará en despertarse.

Los tres salieron de allí y pusieron rumbo al palacio real. Cuando llegaron todos estaban muy contentos. Bueno, todos menos Baki.

- ¿Qué ocurre Baki? ¿No te alegras de volver a casa? - preguntó la princesa a su amigo
- Sí, claro que me alegro. Solo estaba recordando las palabras del brujo...nunca he sabido por qué soy una rana diferente… ¿tu sabes por qué soy más grande que las demás? Me gustaría saber si me pasa algo malo.
- ¡Pero Baki, no te pasa nada! Te voy a contar algo. Cuando cumplí 6 años mi hada madrina me preguntó qué quería que me regalara por mi cumpleaños y yo le pedí algo muy especial: un amigo para toda la vida. El hada me lo regaló y me dijo que cuanto más lo quisiera yo a él y más me quisiera él a mí, más grande se haría.
- Ah… ¿y quien fue ese amigo? 
- ¿Pues quien va a ser?.... ¡Tú, claro! 

Baki sonrió cuando escuchó las palabras de la princesa y se sintió muy feliz de saber que para la princesa él era tan importante como lo era ella para él.

Datos del Cuento
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