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Benito y su fe

Benito es un vagabundo. Y piensa.

Cada cual tiene su universo, edificado en sí mismo, impermeable, estanco, inconscientemente inmisericorde para los universos ajenos; incomprensible e incomprensivo, presa todo de su propia falacia.
Así es la cosa.
Ningun cenicero presenta el mismo cuadro de colillas y ceniza.
Son las huellas dactilares de la vida: Nada igual a nada y todo semejante.

Quien quiera dioses sólo tiene que decirlo y yo le doy cuantos desee.
Me quito de las creencias por no poderlas atender. En buen estado, casi ni usadas.
Y ni a veinte, ni a diez, ni a cinco: Las doy regaladas porque mis credos no son de eternidad, son de un día, de dos horas o de un ratito a lo sumo.

Creo en el café y en la tertulia bien laureada de copas, trofeos paradivinos que evidencian propensiones.
Rindo culto al contoneo, al deseo, a la imaginación y al sueño.
Y fe, tenerla, la tengo. Siento que la vida va más allá de respirar cuando sueño que deseo, revuelto como un jabalí embistiendo nebulosas. Mas, pongo en abandono mis creencias cuando vuelvo a despertar.
Me deshago otra vez más sin afanes lucrativos de mis ecologías, idealismos y axiomas.

Gratis sean para quien sea, mis nociones de francés, de historia, de música, de cine, de antropología y de baloncesto, porque creo en el ridículo, en la infancia, en los chistes y en los grandes genios que se limitaron a hacer lo que sabían.
Rindo culto a la tristeza tanto como a la alegría, esos misteriosos vehículos que sondean las profundidades del hombre, por su capacidad de asesinar al estúpido formal que los contiene.
Y me sacudo los pensamientos, los cambio por media risa.
Que se vayan a joder a otro, que conmigo ya hicieron bastante.
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Benito vuelve a estar un poco ebrio. No va borracho por la vida, pero algo tocado ya se le ve cada vez más a menudo. Y sin afeitar y sucio.

Va buscando un lugar para dormir.
Le parece notar en ese portal otra respiración peor que la suya de algún tipo peor que él, pero no está del todo seguro, ni de que esté así de mal ni de que esté siquiera.
Piensa Benito que a lo mejor se ha puesto malo. Tiene turbia la cabeza.
El otro le pregunta que cómo va la cosa.
Benito no sabe si contestar, aún no sabe si se lo está imaginando o qué.
Se siente débil, enfermo.
Estar solo cuando no pasa nada es llevadero, pero cuando achucha la salud, la cosa cambia.
Entonces piensa que cualquier día lo van a encontrar tieso bajo los periódicos y el miedo le tienta a rezar algo.
Le tienta, pero desiste, porque piensa también que no se iba a creer nada de lo que dijera.
Coño, qué mal lo tienen los descreídos. Al menos los fieles se pueden aliviar un poco con sus esperanzas y sus mandangas.

El otro tipo le insiste. Le dice que si se encuentra bien, porque lo ve como encogido,y le cede unas cuantas hojas de sus diarios y un par de cartones.

En el portal oscuro se oyen toses.
Datos del Cuento
  • Autor: luis jesus
  • Código: 13197
  • Fecha: 30-01-2005
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 6.06
  • Votos: 65
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3257
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 02-02-2005 00:00:00

Luis Jesús, el domingo te puse un 10, hoy le toca el turno a Benito Benito me seduce y encanta. Es filósofo certero y mordaz Que al pueblo la moral levanta, Aunque se muestre tan pugnaz. (“Benito y su fe”, de Luis Jesús

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