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La Señora Dulce tenía a su cargo un hogar sustituto, había en el once niños, el menor de ellos tenía cuatro años y la mayor dieciséis. A últimas fechas la señora se quejaba de ruidos nocturnos, y como el dinero se acababa más rápido pensaba que las criaturas estaban comiendo extra, levantándose por las noches y así evitar ser descubiertos. Con ese pensamiento se dio a la tarea de colocar un candado en la heladera, del cual la única llave siempre la llevaba consigo.
Una de tantas noches, cuando la señora se encontraba de mal humor, el ruido era excesivo, pero al visitar las habitaciones de los pequeños los encontraba tirados en sus camas, profundamente dormidos, lo cual no era del todo cierto, pues también escuchaban el escándalo, pero tratando de evitar más castigos, fingían estar dormidos cuando la escuchaban acercarse, la señora creyó entonces que le estaban gastando una broma, y los movió a todos a una sola habitación, la más lejana que pudo encontrar de la suya y le echó llave a la puerta.
Los pequeños se acomodaron como pudieron e intentaban dormir a pesar del ruido, pero en un instante no se escucharon más que gritos, desde el armario había salido una viejecilla, encorvada, completamente desnuda, con una piel babosa que dejaba rastros en el suelo por donde caminaba. Se fue sobre los pequeños tratando de atraparlos, y eso se convirtió entonces en un verdadero escándalo, los niños corrían por donde sea que la pequeña habitación se los permitía, pero lógicamente no podían escapar, atrapó a la más grande ellos que intentaba proteger a los demás, y la vieja de tamaño descomunal empezó a engullirla por una gran boca llena de amarillos dientes, parecía estar realizando un gran esfuerzo porque los ojos se le salían de las orbitas, y hacia un ruido de atragantamiento que hizo desmayar a más de uno.
Cuando la señora Dulce atendió al escándalo era demasiado tarde, de la boca de la criatura solo salía el cabello de la muchacha. Ella reportó a las autoridades que la chica había huido con el novio, y a los pequeños los tenía amenazados, diciendo: -Aquel que se porte mal, será bocadillo nocturno de la vieja del armario-.
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