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Bola de Cristal

“Soy una existencia”, escuché responderle a unos muchachos que por curiosidad le habían preguntado por su nombre. A la respuesta callaron, y como si el silencio fuera una piedra que había caído sobre la tranquilidad de sus ignorancias empezaron a retroceder como ondas de agua hasta alejarse y darse la vuelta y perderse por la salida de aquella vieja plazoleta ubicada en medio de la ciudad dejando a aquel personaje solo con el silencio (el suyo), pensamientos y aquello tan profundo que llamaba existencia…

Yo, como narrador traté de imaginarme sus pensamientos a través de mi talento cuando noté que dicho personaje detuvo su ensimismamiento por la nada y arrojó toda su atención hacía mí que me hallaba sentado en una mesa con una taza de café a unos veinte metros de distancia. De pronto el tipo se paró sin dejar de mirarme a los ojos y caminó rumbo hacía donde yo me hallaba. Y cuando estuvo frente a mí, preguntó:

- “¿Puedo sentarme a su lado?”

Titubeante ante semejante confrontación le dije que sí, que no había problema. Me paré y cogiendo una silla que estaba a mi lado le invité a acompañarme. Me agradeció mi gentileza y antes de sentarse se quitó el saco, su pintoresco gorro negro que le daba ese aire de artista y me di cuenta que era totalmente calvo como una bola de cristal. Esto lo cuento porque le miré de reojo, yo no podía entender el porqué no me soltaba ante su presencia, no es que me sintiera atraído por los hombres sino que siempre fui muy tímido ante personas de carácter, me hacían sentir como un niño desamparado, o algo por el estilo…

- “Me pregunto… – me habló pero sin tomarme atención con que llegó, y habló como si estuviera pensando en voz alta – si usted puede ver qué es lo que yo contemplaba en mi silencio. No me responda – dijo levantando la palma de su mano a la altura de mi pecho – y escuche mi querido y sensible amigo; amigo porque ante su propia sorpresa somos la misma persona. Yo, soy el producto de su imaginación, un personaje que usted está gestando en los suburbios de su mente. Como cuando vio a aquel señor de paraguas y gorro negro subir al tren, o el recuerdo de un rostro sonriente en uno de sus extraños sueños, etc, etc. Yo soy el producto de una mezcla de multitudes de simbiosis, y mi esencia navega como un pez en la eternidad de las ideas tan como Platón predicaba, o en el espíritu sensible de un clásico libro el cual cobra aires vitales cuando es tocado por el alma de un lector sediento de luminosas verdades, de sueños etéreos, de aquello que resplandece cuando yo puedo tocar e iluminar su propia luz interior, mostrándole que todo lo que le rodea adentro y afuera es belleza y bondad…”

Aquel ser continuó perorando ante mis ojos que de sorpresa se abrían más y más hasta notar que las líneas que limitaban mi vista se expandían y expandían hasta darme cuenta que me observaba y observaba desde una perspectiva superior.

“Usted se preguntará si la realidad que nos rodea es real, si son reales aquellos muchachos que se acercaron a preguntarme mi nombre y que ahora están por llegar a sus casas para encontrarse con todos sus familiares bajo el mismo movimiento cotidiano mientras que usted y yo hemos quedado sepultados en el lodo de los extraños sucesos de sus vidas. Ellos, en verdad, son reales, tanto como nosotros, como aquella hormiga que está marchando a través de la mesa, asida de un terrón de azúcar, dirigiéndose hacia su colonia, su hormiguero; reales todos como aquella niña de nueve cinco años que nos está mirando con los ojos abiertos y llenos de inocencia y sorpresa, mientras tiene su muñeca preferida de nombre Julia que la lleva hasta para dormir sintiéndose siempre protegida, o más bien acompañada a través de su imaginación por una amiga… Tan reales, como su madre que está sentada frente a ella, cogida de un coche de bebé azul en donde lleva al menor de sus dos hijos cuyo nombre es el mismo que el de su esposo, y está por llamarla a su hija por su nombre que es el mismo que el de su abuela con quien vivió desde niña pues su familia era demasiado pobre como para alimentar a la niña que en el futuro sería la madre de dos niños, y todo esto lo hace tejiendo una chalina de color verde y rojo, como su abuela le enseñara desde niña, para su esposo que está con un pequeño resfriado, o una alergia ante el cambio de estación que se nos avecina… Todo. Real. Pero, ¿y si no? Si en un tris, un chasquido de dedos todo cambiara, es decir, Usted y yo, nos encontráramos al borde del Sena, París. Usted con una pluma y un cartapacio, caminando rumbo a uno de sus hermosos puentes y se detiene frente al que tiene unas gárgolas doradas y sabe, porque usted es un hombre cultivado, que aquel puente es el mismo que Hitler estuvo a punto de volar, sabiendo que así cambiaría el rumbo de toda una generación o el principio de la total destrucción de la belleza cultural de Francia, pero no, no, no lo hizo, pues en su interior penetró una duda, un sentimiento grisáceo que nublo su claridad y firmeza, y esto fue producto del pensamiento del ser superior, de aquel que nos mueve a todos, a usted y a mí. En verdad, podríamos ser, simplemente ser, pero presiento a través de sus ojos, sus manos que usted duda en creerse capaz, en el poder definirme, definirse, o definirnos, pero, es necesario buscar ¿definiciones? Lo que fuere…”

- Perdón… – me atreví a observarle un sentimiento que pude vislumbrar en mi conciencia – Disculpe, pero, ¿qué es una existencia?...
Me miró como nadie me había mirado antes y noté que todo a nuestro alrededor se diluía, como si mi pregunta hubiera sido el borrador de todo el color, forma y sonido que nos rodeaba hasta quedar todo blanco, totalmente blanco como una hoja de papel, como la mismísima nada que observara aquel extraño personaje, y calvo como una bola de cristal.

- “Existencia… – dijo, mirándome mas allá, o mas adentro de mis ojos - es lo que somos. En cada una de nuestras diferencias se encuentra un lazo, un hilo tan fino como una telaraña que nos une a todos en un infinito telar compuesto de puras diferencias, pero, en general, todos somos una sola tela maneja, o en movimiento constante. Como verás, en este albo momento nos encontramos en el principio, o inicio de un poema, una historia, el nacimiento de una creación, y usted, mi querido compañero, es el creador de sus propias diferencias haciendo pequeñas y grandes diferencias con este tinte tan particular que da movimiento a todo aquello que brota de la bondad y belleza.”

En aquel instante algo muy hermoso comenzó a poblar todo aquel blanco que nos rodeaba. Noté que los colores volvían tenuemente, los sonidos provenían como un susurro largo de un cuerno tibetano, y todo comenzó a vibrar como si un brazo de aire empezara a posesionarse de todo hasta que una brisa llena de arenilla calló sobre mi rostro haciendo que con mis brazos y mi cartapacio me cubriera. De pronto, sentí un calorcillo en mis manos, los bajé y noté que estaba sentado sobre la misma mesa dentro de la plazoleta en una bella tarde de Primavera, mientras veía a unos muchachos jugando a la pelota por los jardines de aquel lugar, y a un anciano que con un bolsón y un rastrillo acopiaba todas las hojas secas que cubrían la plazoleta… Me quedé observando al anciano y cuando este llegó hasta mi mesa, me dio las buenas tardes quitándose su viejo gorro negro y noté que era calvo como una bola de cristal…





San Isidro, mayo del 2005.
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 14780
  • Fecha: 30-05-2005
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 5.47
  • Votos: 74
  • Envios: 0
  • Lecturas: 7193
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