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Brandy y yo

Había una vez una niña llamada Tania. 

Tania tenía casi 10, y por su cumpleaños ya se imaginaba el montón de regalos que le iban a hacer porque era entre otras cosas lo que más le gustaba. 

Su madre se llamaba Jazmín y su padre Juan. 

También tenía una hermana mayor, de 15 años, que se llamaba Sonia y un pajarito amarillo y muy cantarín llamado Marujito, que lo tenía en una jaula muy grande. 

Era jueves por la tarde y tenía que hacer los deberes así que su madre le dijo: 

-Tania, ¿ya has hecho los deberes? 

-Ahora voy a hacerlos – contestó. 

A ella, como a casi ningún niño, no le gustaba hacer los deberes y menos ahora que eran aún más difíciles porque estaba en un curso superior, así que siempre le decía a Sonia que la ayudara. 

Cuando acabó ya era hora de cenar y después de cenar se fue a la cama. No podía dormir porque estaba demasiado impaciente. Pero al final se durmió. 

Al día siguiente se marchó al colegio y al llegar allí le esperaban sus amigas para felicitarla. Sus mejores amigas se llamaban: Ana, Silvia, Mariona y Ariadna. 

- ¡Felicidades! – dijeron todas a la vez. 

-Gracias – dijo ella muy ilusionada. 

Aún quedaba el día por delante pero ella ya tenía ganas de llegar a casa. No estaba atenta a la clase de matemáticas y entonces la profesora le dijo: 

-Tania, ¿sabes de qué estábamos hablando? 

- Emmm… No – responde Tania. 

- Pues a ver si escuchas lo que digo – dijo la profesora. 

Al acabar por fin el colegio, Tania fue corriendo hasta su casa junto a sus amigas, con las que había quedado para ir. 

Al llegar todas muy contentas merendaron y después le dieron los regalos. 

Ana le había regalado una libreta y un bolígrafo, Silvia le regaló un plumier para guardar los lápices, Mariona le regaló un porta-CDs y Ariadna un juego de ordenador. Todo le gustó mucho. Sólo le faltaba el regalo de sus padres y su hermana. Tania y sus amigas se fueron a jugar al parque donde se lo pasaron muy bien. Cuando volvieron a casa ya era hora de cenar y las madres de todas las niñas las habían venido a buscar. 

Cenaron huevo frito con patatas y bacón porque era la comida preferida de Tania y ya que era su cumpleaños lo aprovecharon. Mientras cenaban Sonia se levantó y fue a su cuarto y al volver trajo una gran caja envuelta con un papel lila y un lacito rosa. ¡Era el regalo de Tania! No podía imaginarse qué regalo podía ser tan grande. 

Empezó a desenvolverlo, y… 

Cuando abrió la caja vio a un perrito muy pequeño con un lazo azul en el cuello. Era marrón claro y tenía pelo muy fino. ¡Daban muchas ganas de abrazarlo! 

Tania se puso tan contenta que no supo que decir. 

Se quedó callada durante unos segundos y dijo: 

- ¡Muchísimas gracias! Me gusta mucho. 

- De nada, pero ahora le tienes que poner un nombre - dijo su madre. 

- Mmmm… ¡ya sé! Luna. – contestó 

- Es bonito pero el problema es que es macho – dijo su padre. 

Tania se fue a la terraza con su perro y pensó nombres. Le salieron unos cuantos como; Laki, Roco… pero el que más le gustó fue Brandy. 

Ya se tenía que ir a dormir entonces dejó a Brandy en la cocina que era el sitio donde tenía su cestilla para dormir. 

Al día siguiente, como era fiesta, se fue a comprar una correa para Brandy, y después fueron a pasear por el barrio. Mientras corría con Brandy se encontró a una amiga y se paró a hablar; estuvieron casi media hora, pero cuando ya se tenían que ir Tania miró a Brandy y ¡no estaba! Se había escapado. 

Se fue corriendo a su casa para decírselo a su madre. 

Tania estaba muy preocupada, no sabía qué hacer. 

Pasaron 3 días y aún no había vuelto, así que empezaron a poner cartelitos por todo el barrio. 

También preguntaba a señores que pasaban por la calle pero nadie había visto a Brandy. 

Era martes por la tarde. Tania no tenía ganas de hacer los deberes porque no paraba de pensar en el pobre Brandy. De repente sonó el teléfono. Se puso Sonia, que enseguida dijo muy contenta: 

- ¡Tania! ¡Baja, corre! 

Tania bajó a toda velocidad y al llegar su hermana le dijo: 

- ¡Han encontrado a Brandy! 

Tania se puso muy contenta y cuando su hermana colgó el teléfono le dijo: 

- Y, ¿dónde está? 

- Está en la casa del señor Federico, el de aquí al lado. 

Las dos salieron corriendo para ir a buscar a Brandy y cuando llegaron a casa del señor Federico le dijeron: 

- Hola, ¿tiene a nuestro perro? 

- Sí, sí, un momento, ahora os lo traigo. – contestó el señor Federico. 

Les dio el perro y ellas dos tan contentas se fueron a casa. Al llegar, Brandy fue al piso de arriba, en el que nunca había estado, y cuando vio a Marujito le empezó a ladrar. Marujito se asustó mucho pero Tania subió rápidamente e hizo parar de ladrar a Brandy. 

Al día siguiente, Tania se levanto y fue a la cocina para desayunar y dejó la mochila en el suelo. Brandy se paseaba por allí, y cuando acabó de desayunar se lavó los dientes y la cara, cogió la mochila y se fue al colegio andando. 

Encontraba que le pesaba mucho la mochila pero pensó que era de los libros. 

Al llegar se sentó en su sitio y la profesora les dijo a todos los niños: 

- Sacad el libro de Castellano, y empieza a leer, Silvia. 

Tania abrió la mochila y… ¡qué desastre! Allí estaba Brandy. Como era tan pequeño le cabía en la mochila. 

Como no podía hacer nada de momento, sacó el libro, pero al acabar la clase, se lo dijo a sus amigas. A ellas les pareció divertido pero no lo era. Como Ariadna había traído el móvil le dijo a Tania que se lo dejaba. 

Tania, a la hora del patio, se encerró en el lavabo, llamó a su madre y le dijo: 

- Hola, mamá, soy Tania. Es que Brandy se ha metido en mi mochila y ahora mismo está en la clase. 

- ¡Ay! En qué lío te has metido. Ahora lo vengo a buscar, pero muy mal que no te hayas dado cuenta, mira que es fácil ver a Brandy.

Al subir a la clase le dijo a la profesora que la vendría a buscar su madre pero que sólo iba a darle una cosa. La profesora le dijo que sí.

A segunda hora la madre de Tania llamó a la puerta de la clase y entonces ella salió con la mochila. 

Tania le dio el perrito a su madre, que se lo llevó a casa. Volvió a entrar a la clase y se quedó mucho más tranquila.

Se acabó el colegio y se fue a su casa en autobús. 

Al llegar a su casa, su madre le riñó por no ser responsable. Tania pensó que Brandy le daría unos cuantos problemas pero en tres meses se comportaba muy bien.

Este cuento que os he explicado me pasó a mí porque yo soy Tania, y aún tengo a Brandy, que es un perro muy majo.

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