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Buenas tardes, señores

 

Como todos los días de la semana, a las 12:25, Verónica y sus compañeritos de clase se preparaban para la hora de salida. Hoy no tendría práctica de natación pues estaba lloviendo a cántaros. Iría directamente a casa.

...Bueno..., pensó, ...tendré tiempo para hacer la tarea y ver un poco de televisión... Aunque con esta lluvia Caracas debe estar trancada.....lograr montarse en el autobusete “por puesto” es toda una odisea ... ya veré ....

Verónica era una niña muy madura e independiente para su edad. Desde tercer grado, estaba en quinto, se tenía que ir sola para su casa, tomando el autobusete que por la avenida Urdaneta la llevaba directo a la Andrés Bello hasta la esquina de la principal de Mariperez, donde vivía. Algunas veces como hoy, coincidía con su amiga Berta, quien también residía en Mariperez. Hacía justo una semana había cumplido sus doce añitos y estaba muy feliz porque por primera vez sus padres le habían regalado unas prendas de verdad... verdad.... Unos hermosos zarcillos enchapados en oro que hacían perfecto juego con una espléndida pulsera también dorada. Apreciaba mucho el regalo, pues sabía de corazón que representaba todo el amor que papá y mamá le tenían.. además debieron gastar mucho dinero y sabía que este momento eso representaba un gran sacrificio para ellos.

Mientras caminaban bajo la lluvia hacia la parada, Berta le comentaba que a ella también le habían regalado muchas prendas.....¡Algunas de oro puro de 18 kilates! ... como el anillo que en ese momento llevaba puesto. Para una niña de catorce años, tan coqueta como Berta, esas prendas había que exhibirlas, a pesar que su madre le había recomendado no usarlas a diario, sino solo para ocasiones especiales, pues era muy peligroso andar por la calle ....hay muchos pillos sueltos por ahí mijita y no hay que provocarlos... le decía.

 

Hoy era día de suerte, no había cola en la parada y se pudieron montar en la primera buseta que pasó. Con la lluvia, la temperatura había bajado y el trayecto dentro del vehículo se hacía más soportable. Algunos días el recorrido parecía más bien una sauna. Llagaban a casa como para meterse directamente en la regadera, con ropa y todo. Entre el sudor, polvo, humo y... otros olores... era lo que provocaba.

Verónica y Berta conversaban distraídamente cuando el autobusete se aproximaba a la parada de la esquina Urapal, donde entró un fornido hombre joven, aunque no muy alto, muy bien vestido con elegante traje gris y corbata de líneas horizontales combinadas entre colores rojo, turquesa y diversos tonos azules. ....Muy buenas tardes.... dijo con clara y alta voz mientras cancelaba el pasaje al chofer. En respuesta solo se oyó una suave voz femenina y juvenil que desde el asiento trasero contestó: .....buenas tardes señor..... . Al verlo, Verónica pensó: ...debe ser un alto ejecutivo que va a buscar su auto al taller.... y continuó conversando con Berta.

No habían pasado cinco minutos, cuando el elegante joven se paró en la parte delantera de la buseta, con la misma voz y sacando un revolver del bolsillo anunció: ....¡esto es un atraco!... no se mueva nadie o lo quemo... tu...dirigiéndose al conductor ....mantén este móvil circulando....si lo paras te convierto en colador.... señalando a un señor mayor sentado en el asiento delantero le dijo: ...tu viejo... quítate ese sombrero y hazme una recolecta dominical....anda, muévete.... y dirigiéndose a todos les pidió que se despojaran de todas las joyas, relojes y el dinero que tenían y lo depositaran en el sombrero del viejo. Repentinamente le dirigió la mirada a Verónica. Ella palideció, sudaba frío. No recordaba haber estado nunca más asustada en su vida. El joven le dijo:

...tu no... puedes quedarte con tus cosas...eres la única educada de toda esta gente.... y ustedes, cuerda de mal educados, vamos a ver si aprenden a dar las buenas tardes....

Rápidamente, con movimientos seguros, tomó el sombrero repleto de valiosa mercancía y dinero, diciendo: ....buenas tardes, señores.... pidió al chofer que parara y saltó del autobusete perdiéndose entre la multitud que a esa hora circulaba

por las aceras de la Urdaneta. Instintivamente, dentro del shock en que se encontraban, todos los pasajeros respondieron al unísono.... ¡Buenas tardes!, señor....

Caminando hacia su casa, todavía con las piernas temblorosas, Berta pensaba: ....creo que deberé ser más educada la próxima vez... ¿Dónde estará mi hermoso anillo de oro puro? Mientras a su lado, Verónica manipulaba suave y sigilosamente su pulsera en la muñeca y sentía gozosamente el movimiento de los zarcillos en sus orejas.

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