En un frondoso bosque una niña perdida se creía pues por más que buscaba la salida no la encontraba y ella creía que allí moriría. Andaba despacio, cansada, ya no podía más, se sentía tan fatigada que se tendió en el suelo y se quedó dormida.
Pero tuvo un bonito sueño mientras dormía, vio que pudo encontrar la salida de aquel inmenso bosque y que encontraba por fin la dicha que ella ansiaba tanto y que no sabía como encontrarla por más vueltas que daba y por mucho interés que ponía. Así que cuando se despertó del sueño, se quedó sorprendida, no había salido del bosque, fue solo un sueño como ella había encontrado la dicha.
Así que se puso a caminar de nuevo, pero esta vez con más ánimo, pues ya había descansado y en el sueño había comprobado que podía salir de allí. Se miró fijamente en un riachuelo que encontró muy cerquita de allí, le apeteció bañarse y se sumergió con ánimo también de limpiarse, pues llena de suciedad estaba y cuando metida en el agua encantada estaba, se restregó fuerte con una esponja que se hizo con algas.
Al volverse a mirar en el agua se vio tan limpia como nunca había estado y se puso tan contenta que empezó a andar pero esta vez satisfecha.
Ya su cansancio había desaparecido, su suciedad también, ella se veía como una linda mujer. Su caminar ya no era cansado, era sosegado, su limpieza la había elevado, ella de alegría un brinco dio y de aquel bosque salió. Contenta se puso de hallar la dicha que ella tuvo al soñar.
Cuando a un problema le intuimos solución, sin fatiga afrontamos la cuestión.