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Categoría: Infantiles

El Cerdito Pascual

Donde Pascual vivía era en una casa pequeña, pero a la vez acogedora. En ésa zona, nuestro cerdito protagonista tenía fama de ser muy simpático (por su aspecto regordete y sonrosado). Cuando allí llovía, delante de su humilde hogar se formaba una magnífica charca para bañarse. Más arriba de la pradera, y a tiro de piedra había otra pequeña casa donde vivía una cerdita… Todas las mañanas cuando salía iba a visitar a Pascual y allí reían, charlaban, comían pudín de chocolate, y después de cada comilona se bañaban para refrescarse. Al haber tanta confianza un día Pascual dejó de lado la cuchara y dijo: con nadie me revuelco y me río tan a gusto contigo, así que vente a vivir conmigo para siempre, así yo seré tu Pascual y tú serás mi Pascuala. A lo que la cerdita respondió : yo también disfruto mucho contigo, pero tengo ganas de conocer mundo más allá de ésta pradera, ver las costumbres de los hombres, así como las pocilgas de los demás cerdos, y siento decir esto, pero mi aventura será emocionante y a la vez peligrosa. Pascuala miró por la ventana y murmuró: puede que vuelva y puede que no vuelva, quién sabe, es posible que en alguna parte me encuentre más a gusto que aquí.
Pascual esa noche no puedo dormir, y, al día siguiente, tristemente acompañó a la cerdita hasta el final del bosque, que se encontraba iluminado por una tenue luz rosácea.
Pasaron los días, y la casa de Pascuala fue comprada por un tigre. Como ésta se encontraba como una pocilga, el tigre contrató unos albañiles y en un día construyó una lujosa mansión. Al siguiente día se celebraba una fiesta por motivo de la llegada del nuevo vecino, a la que asistieron el cerdito Pascual, el pato Ramiro y el resto de compañeros y vecinos de la pradera. Durante el banquete, el cerdito hizo muy buenas migas con el tigre y los demás invitados (la señora avestruz, la cebra, o el pavo real)… tanto que llegó a olvidarse de Pascuala. Pasada la noche, Pascual cambió radicalmente su vida, ahora era más aseado, había dejado de comer para adelgazar, etc… todo para igualarse a su noble amigo el tigre. Pero llegó una mañana, en que oyó un ruido extraño en el corral. Abrió las ventanas, luego oyó un chapoteo y en su olvidada charca. ¡Era la cerdita Pascuala! Y Pascual bajó al corral corriendo todo lo que podía. Iba a dar un salto para juntarse con la cerdita en la charca, pero recordó los esfuerzos anteriormente hechos por convertirse en un animal limpio y aseado, así que se quedó inmóvil. Pascuala al verlo empezó a reírse de él: ¿vas a un baile? La cerdita exclamó; no quiero exagerar pero tienes un aspecto horrible. Esto hizo reflexionar a Pascual la maravillosa vida que él tenía cuando se comportaba como un cerdo. Así que de un salto, el cerdito se revolcó en el fango, se restregó con barro y se roció con agua. Pascual estaba otra vez desnudo y sonrosado como antes. Al entrar en casa, la cerdita le confesó que había regresado para vivir para siempre con él, ya que la actitud de los hombres con los animales dejaba mucho que desear, “los animales tienen sus sentimientos pero somos los seres humanos los que no los sabemos interpretar. Ya desde pequeños debemos aprender a respetarlos”. Y ambos se abrazaron contemplando como el Sol iluminaba las colinas y los campos.
Datos del Cuento
  • Autor: Joja
  • Código: 17074
  • Fecha: 20-07-2006
  • Categoría: Infantiles
  • Media: 5.16
  • Votos: 94
  • Envios: 1
  • Lecturas: 6423
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