Estaba mirando aquél astro tan hermoso en el cielo, lo miraba y se enamoraba de él, veía cómo las nubes se disipaban, cómo algunas rodeaban a la luna, y cómo ninguna la tapaba... Esta vez la luna no se veía como en otras noches, ésta era una ocasión especial: algo ocurría, o estaría por ocurrir...
Cerró los ojos, respiró hondo y sonrió levemente, en qué estaría pensando Santiago por aquellos momentos, quizás en algo que le traía recuerdos, o en recuerdos que lo llevaban a lugares insospechables y, porqué no, hasta inexistentes... Pero un ruido lo despertó, botó el aire que llevaba guardado y suspiró por el susto que se había dado...
- Santiago, hijito, estás bien?
- Sí, mami... Todo bien... Por qué me preguntas?
- Es que hijito, hace 20 minutos te estoy llamando para que bajes a cenar, y no contestas... Por eso me preocupé... ya baja, tu comida está enfriándose, tu padre y tu hermana acaban de salir a la tienda...
- Ya mami, ya bajo, no te preocupes... Sólo estaba pensando en... olvídalo, ya bajo...
Santiago se apresuró en bajar... Se puso las zapatillas y abrió la puerta de su cuarto, caminó por el pasillo y empezó a bajar las escaleras... Faltando dos escalones para llegar al primer piso, resbaló y cayó... Ya en el suelo, se retorcía de dolor, su rostro se desfiguró, sus manos sostenían su espalda, no la sentía, pensó que se había fracturado, y la cabeza le dolía muchísimo... Gemía de dolor, pero nadie llegaba a socorrerlo, su madre estaba en la cocina lavando los platos y escuchando música, y su padre y su hermana no llegaban... Y fue tan grande el dolor de Santiago que se dejó vencer... Relajó todo su cuerpo, ya no valía la pena seguir luchando contra el dolor... Extendió sus extremidades en el suelo, acomodó bien su cabeza en el último peldaño de la escalera y se dejó al azar... Poco a poco fue perdiendo el conocimiento, hasta quedar inconsciente... Santiago, había muerto?
***
Despertó después de largo, se encontraba en una habitación blanca, no había ni techo, ni paredes, ni suelo... Estaba sorprendido, confundido, y escuchó una voz...
- Santiago, Santiago...
- Esa voz, la conozco, pero no sé de quién es...
- Santiago, Santiago...
- Quién eres? Muéstrate a la luz...
- Para qué si ya me conoces?
- Sí, siento que te conozco, pero no sé de dónde...
- Si te conoces me conoces, si no te conoces, te vas a conocer...
- Tratas de confundirme?
- No, para nada... Sé que ya estás bastante confundido... Yo también lo estuve...
- Cómo sabes que estoy confundido? Quién eres?
- Quieres saberlo... Está bien, te lo diré, soy Santiago... Soy tú, soy tu fantasma...
- Mi fantasma? Pero si aún estoy vivo, eso creo...
- Sí, estás vivo, pero pronto dejarás de estarlo... Esta noche te pasarán muchas cosas, entre ellas, morir... Recuerda que tienes problemas con el corazón, y no puedes tener muchas emociones...
- Pero si sobrevivo a todas esas cosas...
- Seguirás vivo, claro está...
- Perfecto... Dime, qué me pasará...
- Oh, mi querido Santiago, me encantaría, pero tengo eso prohibido.
- Entonces?
- Suerte. Bueno, ya tienes que irte. Mis padres y mi hermana están llorando por ti... Ya vete.
- Pero, y el dolor, y las fracturas?
- De eso me encargo yo, bye.
***
Nuevamente despertó, pero ya reconocía el lugar, estaba de vuelta en casa. Sus padres se alegraron enormemente, su hermana se lanzó sobre él y lo besó. Santiago se tocó la espalda, y no sintió dolor alguno. La tristeza abandonó la casa, y de pronto sonó el teléfono.
- Sí, diga? –contestó la señora Silvia- Oh, sí, él está aquí, pero no sé si él podrá atenderla...
- Quién es mami? –preguntó la pequeña Lucía-.
- Es para tu hermano. Santiago, una tal Carmen...
- Ah ya. Pásame con ella -tomó e auricular y habló-. Eh? Sí, sí, ya voy... En diez minutos estoy allá. Sí, claro, espérame, llego ahí en diez o quince minutos, no te preocupes. OK. Chao –colgó el teléfono-. Mami, voy a la casa de Carmen.
- Quién es Carmen?
- Es una amiga... Voy a acompañarla a la casa de una prima y no quiere ir sola. Estoy aquí a la medianoche o a la una.
Se despidió de su familia, y salió. No había caminado mucho, su actitud no había cambiado con las palabras de aquel ser que lo habría advertido. Prácticamente se había olvidado de él. Entonces, se preparaba a cruzar la pista cuando una voz lo detuvo.
- Hey, amigo... Tienes unas monedas?
- Eh? No, no tengo monedas aunque... espera, déjame ver...
- Claro, te espero, pero que sea rápido...
- Sí, creo que por aquí tengo algunas –y estaba buscando en sus bolsillos sin encontrar nada-. Lo siento, no tengo monedas.
- Qué? Entonces dame tu billetera, necesito el dinero.
- Sí, pero no la traigo conmigo.
- No me cae la gente que me miente por algunas monedas o unos billetes. Dame tus monedas, dame tu maldita billetera. -levantó los brazos y los dejó caer sobre los hombros de Santiago-.
- Está bien, voy a darte algunas monedas, pero suéltame.
- Muy bien.
Santiago aprovechó el descuido de joven moreno y le tiró un puñete en la cara. Pero el moreno se rió “Crees que ese golpecito me va a detener? Dame tus monedas o te mato con el cuchillo que tengo en mi bolsillo. Tú eliges”. Santiago quedó aterrado, habría llegado su fin, cerró los ojos y tiró un puñete al azar, y sin darse cuenta, el moreno quedó paralizado. Santiago lo había golpeado en la boca del estómago, y usando esta oportunidad, corrió sin dirección alguna, viró a la izquierda, entró a un callejón y terminó en la Avenida Rosales. Miró hacia atrás y vio que no había nadie. Cruzó la pista y subió a un autobús que paró en dicha esquina...
Santiago estaba muy asustado. Se sentó en el asiento que está detrás del cobrador, al lado de una ventana, y se tocaba la frente; estaba sudando frío; a dos cuadras de donde Santiago había subido, una ancianita subió al autobús, y como no había asiento, Santiago le cedió el suyo.
- Gracias hijo. últimamente no se encuentran personas como tú. Ojalá nunca te pase nada malo, pareces una buena persona...
Santiago se sintió bien, a pesar de que sabía que en cualquier momento podía ocurrir algo que acabaría con su vida. Se tocó el pecho y sintió su corazón latir más fuerte y rápido que nunca; se asustó, se agarró fuertemente del tubo que estaba en el techo, y esperó llegar a algún lugar. En ese momento, el conductor hizo una mala maniobra con el autobús y éste se balanceó, terminando sobre una sola fila de ruedas. Santiago cerró los ojos, escuchaba los gritos de las personas, él quedó colgado del tubo, seguía sudando frío, y luego de diez segundos, el vehículo volvió a su estado normal. Santiago abrió los ojos y lo primero que vio fue la luna rota, luego bajó la mirada y vio a la ancianita sangrando por la cabeza, la pobre señora, habría muerto desnucada cuando el carro volvió a su estado normal. “Pero si yo estaba ahí hace tan sólo diez segundos... Yo la maté”. Vio su chaqueta, y en ella habían gotas de sangre... Estaba asustado... Esperó ahí durante unos momentos, inmediatamente llegó la policía y los paramédicos. “Nombre: Rosa Arias. Hora de defunción: 8:13 pm”. Santiago bajó del autobús. Caminaba casi cojeando, se había golpeado la rodilla, y a una cuadra distinguió la casa de Carmen. Se alistó para bajar a la pista y caminar rumbo a dicha casa. Ya nada le importaba, y pensaba que no había nada más que le pudiera ocurrir; acababa de perder su billetera cuando huía del moreno, había presenciado la muerte de una ancianita, y probablemente el amor e su vida, Carmen (aunque nadie lo supiera), jamás le dirigiría la palabra... Adelantó un pie, pisó la pista, pero una voz familiar lo detuvo.
- Hey, amigo... Tienes unas monedas?
- Eh?
- Qué? Tú otra vez? Perfecto, ahora mataré dos pájaros de un solo tiro... Dame tus monedas, y luego morirás por insolente. Y ya no trates de correr, no hay escapatoria.
- No hermano, no seas así conmigo. Mira que ésta no ha sido mi mejor noche.
- Y crees que yo he tenido una mejor? Yo duermo y despierto en las calles: tú tienes un hogar. Yo sólo puedo saludar a un perro raquítico que duerme a mi lado: tú puedes decirle “buenos días” a tu familia. Y quién sabe, tal vez tienes a alguien a quien amar: yo no.
- Lo siento...
- No!!! Tú no lo sientes... Lo tienes todo, y me golpeas, y huyes, y... Lo siento hermano, ha llegado tu hora.
Santiago no aguantaba, tocó su corazón, las cosas empeoraban. Corrió sin rumbo, y un segundo más tarde, una frenada en seco de algún carro justo atrás suyo lo paralizó.
- Hey, idiota!!! Ten más cuidado, te pude matar.
- Oh, y qué mas da?
Siguió caminando, miró a su alrededor y descubrió el cuerpo del moreno tirado en la pista, a unos cuantos metros del carro que acababa de frenar... Se alivió un poco pero su corazón no. Llegó a la puerta de la casa de Carmen, tocó el timbre y cayó rendido en la entrada, junto a al puerta.
- Sí? Santiago? Llegas muy tarde, ya no voy a ir a... Qué te pasó? Rápido, entra...
- Hola Carmen...
- Estás bien?
- No lo sé...
- Siéntate aquí, iré a la cocina y te traeré un vaso con agua.
- Está bien...
Santiago vio cómo se alejaba Carmen, era muy bonita, la quería, la amaba, pero no se lo decía... Vio por la ventana, el cuerpo del moreno seguía tirado en la pista...
Estaba mirando aquél astro tan hermoso en el cielo, lo miraba y se enamoraba de él, veía cómo las nubes se disipaban, cómo algunas rodeaban a la luna, y cómo ninguna la tapaba... Esta vez la luna no se veía como en otras noches, ésta era una ocasión especial: algo ocurría, o estaría por ocurrir...
Cerró los ojos, respiró hondo y sonrió levemente, en qué estaría pensando Santiago por aquellos momentos, quizás en algo que le traía recuerdos, o en recuerdos que lo llevaban a lugares insospechables y, porqué no, hasta inexistentes... Pero un ruido lo despertó, botó el aire que llevaba guardado y suspiró por el susto que se había dado...
- Santiago, estás bien?
- Sí, Carmen... Todo bien... Por qué me preguntas?
- Es que te veo así, en este estado. Me preocupas... Y es que... Te quiero.
- Qué?
- Te quiero, desde que te conocí, te quiero, pero nunca me atreví a decírtelo... Te quiero, te amo... No me importa si no me diriges la palabra, necesitaba decírtelo.
- Todo esto, lo dices en serio?
- Por supuesto.
- Yo, yo... Yo también te quiero. También te amo desde que te conocí. Te vi en aquella fiesta, y me enamoré completamente de ti.
- Me emociona saber que me quieres tanto como yo a ti... Ven, dame un beso.
Carmen se acercó a Santiago, y juntaron sus labios, pero al instante, Carmen sintió no ser correspondida. Se separó de Santiago y lo vio pálido, con una mano tocándose el pecho... Santiago, había muerto?
***
Despertó, y notó que se encontraba en la habitación blanca, no había ni techo, ni paredes, ni suelo... Estaba sorprendido, confundido, y escuchó nuevamente la voz...
- Santiago, Santiago...
- Qué quieres?
- Por qué no sobreviviste?
- Lo intenté... Pero, por qué tuve que morir? Había sobrevivido a esas desgracias, y justo cuando estoy con la chica que amo, y sé que me ama...
- No eran las desgracias aquellas que te matarían, sino Carmen.
- Carmen me mató?
- No Carmen, sino la emoción de estar a su lado, de sentirla tuya, de sentir sus labios... Hay cosas que fallan cuando menos te lo esperas. En esta ocasión, tu corazón.
- También eso te mató?
- Sí. Y me pasó lo mismo que a ti... Mi fantasma me advirtió, y no le hice caso... tal vez, tú puedas advertirle a alguien y asegurarte de que esto no pase.
- Tal vez...
- Te noto muy pensativo, estás bien?
- Sí, no te preocupes... Sólo estaba pensando en... olvídalo...
- La historia se repite...
- Tal vez, pero ya no en carne y hueso. Tú lo sabes, yo lo sé.
- Lo sé... Pero quién sabe, quizás aún tienes una oportunidad...
- En serio?
- Quién sabe...
Entonces un destello en la habitación lo cegó, y cayó. Quedó arrodillado, sobando sus ojos.
***
Cuando se dio cuenta, nuevamente estaba mirando aquél astro tan hermoso en el cielo, lo miraba y se enamoraba de él, veía cómo las nubes se disipaban, cómo algunas rodeaban a la luna, y cómo ninguna la tapaba... Esta vez la luna no se veía como en otras noches, ésta era un ocasión especial: algo ocurría, o estaría por ocurrir...
Cerró los ojos, respiró hondo y sonrió levemente, en qué estaría pensando Santiago por aquellos momentos, quizás en algo que le traía recuerdos, o en recuerdos que lo llevaban a lugares insospechables y, porqué no, hasta inexistentes... Pero un ruido lo despertó, botó el aire que llevaba guardado y suspiró por el susto que se había dado...
- Santiago, hijito, estás bien?
- Sí, mami... Todo bien. Por qué me preguntas?
- Es que hijito, hace 20 minutos te estoy llamando para que bajes a cenar, y no contestas... Por eso me preocupé... ya baja, tu comida está enfriándose, tu padre y tu hermana acaban de salir a la tienda...
- Ya mami, ya bajo, no te preocupes... Sólo estaba pensando en... olvídalo, ya bajo...
Santiago se apresuró en bajar... Se puso las zapatillas y abrió la puerta de su cuarto, caminó por el pasillo y empezó a bajar las escaleras... Faltando dos escalones para llegar al primer piso, una voz en su interior apareció: “Cuidado!!! La historia se repite...”
Fin.
AY...QUE LINDA HISTORIA... ME ENCANTO!!!MUCHAS FELICIDADES ALE... A VER CUANDO ME ESCRIBES ALGO, JEJE... PARECE QUE TIENES MUY BUENA INSPIRACION... A VER CUANDO PUBLICAS UN CUENTO DE AMOR, D ESOS QUE TE HACEN LLORAR, JEJE..AUNQUE CON ESTOS TAMBIEN LLORE.. JEJE NOS VEMOS... TQMMMM