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Estaba el gato aburrido en su sillón atusando su hermoso pelo, cuando vio por el rabillo del ojo a su vecino el ratón que correteaba por la cocina.
Haciendo honor a su condición de gato decidió dar un buen susto al roedor y sin más dilación el minino salió disparado tras él y el pobre ratón corrió al jardín subiéndose a lo más alto de un árbol, huyendo del gran gato que miraba paciente desde una rama próxima, relamiéndose, pensando que cuando el ratón se cansara tendría que bajar y entonces lo cazaría. A nuestro ratón se le ocurrió una astuta idea para poder escapar.
_ ¡Eh! señor gato ¿Quiere que le cuente una historia?_ dijo el ratoncito desde su rama.
_Tenemos todo el día_ contestó el gato.
El ratón le contó historias de ratones, de gatos y perros; cuentos muy interesantes y curiosos. Llevaba varias horas el gato escuchando cuando cerró los ojos y se durmió. Sigilosamente y sin apenas ruido el pequeño ratón fue bajando del árbol y cuando estuvo en el suelo se acercó a la caseta del perro y lo llamó:
_ ¡Eh! Sultán....Sultán. Encima del árbol hay un gato. Dice que eres un perro feo y maltrecho. Se ha estado riendo a tu costa_ dijo el ratón huyendo a toda prisa.
_ ¡¡GUAU!! ¡¡GUAU!!_ ladró Sultán.
El gato se despertó con los ladridos y se encontró a Sultán muy enfadado a los pies del árbol. Ahora estaba atrapado como antes estuvo el ratón y entonces dijo:
_Sultán ¿quieres que te cuente una historia?
_Tenemos todo el día_ contestó el perro.
Y así fue como la astucia del ratón le salvó de un mordisco seguro poniendo a su enemigo en un aprieto canino.
Debido a todo ese trajín de escapar del perro, estaba el gato desganado y muy molesto en el salón. De todos es sabido que los gatos son animales muy quejicas, y sino que se lo pregunten al ratón que continuamente veía al gato subido en su sillón, ronroneando y acomodándose, mientras se quejaba de que le dolía aquí: _ ¡Miauuuu!_ que le dolía allá _ ¡Miauuuu!.
Quiso el ratón probar la comodidad del sofá y un día que no estaba el gato se subió en él.
_Pues si, es cierto que se está muy bien_ dijo el ratón hundiéndose en el almohadón.
El ratón se quedó dormido y al llegar la mañana el gato regresó y sin reparar en el roedor se hecho encima de él.
Llevaba un rato el ratón intentando salir de debajo del minino y como no podía, decidió dar de pellizcos al gato. _¡Ay!_ exclamó el gato.
El ratón dijo bajito:
_ Soy tu espíiiiritu, estoy dentro de tu cabeza y veo que estás muy enfermitoooo .
_ ¡Como es posible! _ dijo el gato _ ¡si yo me encuentro bien!
_ ¡Para nada!, veo que tienes carraspera.
El gato comenzó a toser.
_ ¡Y además no ves nada bien!.
El minino exclamó: _ ¡Es cierto, es cierto! ¡Se me cierran los ojos!.
_ Estás respirando muy deprisa y eso es mala señal _ continuó el ratón.
El gato se llevó las manos al pecho y comprobó que efectivamente respiraba con dificultad.
_Y sobretodo tu corazón palpita tan deprisa que va ha explotar de un momento a otro_ añadió el roedor.
Todo esto lo adornó el ratón con unos fuertes pellizcos en el pecho del minino. El gato pensó asustado que le estaba dando un infarto y con mucho falso dolor, pensando sinceramente que se moriría, cayó al suelo retorciéndose de su imaginario mal.
El ratón aprovechó el hecho para saltar del sofá por encima de la cabeza del gato. Este vio por el rabillo del ojo como el roedor desaparecía por su agujero riendo sin parar. Cuando el gato fue consciente del engaño se prometió a si mismo no ser tan quejica, pues esa manía le valió al ratón para salvar su pellejo y a él para perder un suculento bocado.
Después de partirse de risa el ratón empezó a aburrirse de lo lindo y en la puerta de su agujero se lamentaba constantemente de su aburrimiento.
El gato estaba intentando descansar y todos esos lamentos le molestaban enormemente. Harto de oír al ratón, bajó del sillón y de forma inesperada en un peligroso descuido, cogió al ratoncito con sus dientes, pero no se lo comió, lo llevó al baño, lo echó por la taza del water y tiró de la cadena. No podéis ni imaginaros lo asustado que estaba el ratoncito, bajando a toda velocidad por las tuberías, arriba y abajo, a izquierda y a derecha. Cuando por fin cayó en un gran río de agua sucia, fue perseguido por una rata gigante que casi lo atrapa. Salió de la alcantarilla y un perro negro malhumorado lo persiguió calle abajo. Le dio esquinazo en la carretera, pero ahora tubo que esquivar a los coches y motos que circulaban por encima de él. Dos niños traviesos quisieron atraparle y una mujer histérica corrió tras él con una escoba. Por fin divisó la casa, entró por la ventana y corrió a su agujero en la pared. El gato ronroneó y alzó su melenuda cabeza diciendo:
_¿Qué ratón...aburridoooo?.
Desde luego nuestro pequeño no se quejará más delante del minino, o por lo menos no a su alcance. Para consolarle por su disgusto, vino esa tarde de visita un primo del ratón. Como no tenían para comer, estaban los ratones en su agujero estudiando la manera de robar el queso de la cocina sin que el gato los pillara, mientras, el minino acechaba afuera. Decidieron que uno de los dos tendría que entretener al gato mientras el otro se llevaba el trozo de queso. Salió disparado un ratón con el gato tras él y corrió por toda la cocina. Por encima de las sillas y mesas, por la encimera y por el horno. Mientras corría, el ratón, tiraba todo lo que estuviera en su camino: botes de cristal, botellas, vasos, platos y cubiertos. El gato al ser tan grande volcó las sillas y derramó el cubo del agua. Mientras el otro ratoncito cogió el queso y se metió enseguida en su agujero. Tubo nuestro amigo ratón mala suerte y tropezó con un tenedor, momento que aprovechó el gato para atraparlo de un bocado. Apareció por la puerta la cocinera y el gato con el ratón en su boca esperaba las felicitaciones, pero lo que recibió fue un escobazo en el lomo, que hizo que el ratón saliera disparado de entre sus dientes corriendo con su amigo al agujero. El gato estaba desconcertado y al mirar atrás vio el desastre que habían ocasionado en la cocina durante la persecución. Muchos escobazos se llevó ese día el minino; mientras, los ratones se reían a su costa y comían el queso, pero también aprendieron que en un descuido en vez de comer pueden ser comidos.
FIN
Recopilación de varios cuentos de Antonio y Rosa
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