Recuerdo la hora, sí, claro que la recuerdo, eran las 3:10 pm cuando sonó el teléfono en mi casa. Yo acababa de dejar la mochila cargada de libros en mi cuarto cuando mi hermana María gritó con estruendo mi nombre para que me pusiera al teléfono.
Rápidamente bajé las inclinadas escaleras de mi casa y contesté la llamada diciendo:
- ¡Qué tal mi vida!, ¿Cómo te ha ido el día?- pregunté convencido en saber quién era.
- Pues no sé, supongo que bien- respondió una voz dulce que no me resultaba nada de familiar.
De pronto me quedé algo cortado, debido a que esperaba que fuera "Laura", mi novia.
- No sabía que fueras así de cariñoso por teléfono- insinuó esa voz misteriosa.
Intrigado y sí, lo reconozco, algo avergonzado quise desvelar la identidad de esa voz.
- Perdona, ¿Quién eres?- pregunté tímidamente.
- ¿No sabes quién soy y acabas de estar conmigo en clase?...- respondió con arrogancia.
En ese instante mi mente recordó de quién se trataba, sí, era Silvia, la famosa Silvia de la clase por la que más de uno daría lo que sea por salir con ella. Seguidamente y sin querer aparentar estar sorprendido le respondí haciéndome el interesante:
- ¡Ah, Silvia!, sí, ¿Qué tal?, dime...
- Mira Víctor- comenzó hablando segura en si misma-. Me preguntaba si podríamos quedar esta tarde para estudiar juntos el examen de la semana que viene. En esos momentos pasaron sobre mi cabeza muchas cosas, entre ellas "Laura", pero algo me hizo quedar con Silvia por la tarde y así fue.
Diez años después, he decidido dar rienda suelta a mi bolígrafo para poder desahogarme escribiendo lo que para mí fue el mayor error de mi vida. Nunca llegué a pensar que una llamada telefónica tuviera tanta repercusión en la vida de una persona.
Recuerdo que esa cita fue la primera de muchas; muchas que siempre oculté a Laura. Mi relación con Silvia era muy diferente a la que llevaba con Laura. Lo que quiero decir es que para mí Silvia representaba el cuerpo de la tentación, la manzana del paraíso de Adán y Eva, la mujer deseada por muchos, mientras que Laura era para mí la luz de mi faro, la mar de mi barca, mi amiga, mi psicóloga, mi novia, en fin, lo era todo para mí, de eso sí que estaba seguro.
Pese a lo que sentía por Laura, proseguí mis andadas con Silvia durante un mes, no sé el por qué y creo que nunca lo sabré. Pero todo cambió cuando un 23 de Abril por la tarde me citó Silvia para hablar conmigo en una cafetería.
Recuerdo que sentía escalofríos, y ahora pasado los años sé que pasé miedo momentos antes, como si algo o alguien quisiera avisarme de alguna cosa mala por venir. Lo cierto es que achaqué el miedo a que se trataba de la cafetería preferida por Laura, y la verdad, no me iba a sentir muy a gusto. Una vez frente a Silvia, y sin pedir nada al camarero de la cafetería, debido al estado de histeria en que me encontraba, le pregunté la causa de la cita. Ella titubeante y como nunca la había visto, ya que siempre hablaba muy segura de si misma, partió el hielo diciéndome:
- Víctor, sabes que desde primera hora he sabido que tenías novia y que nunca me ha importado, pero...
- ¿Pero?, ¿Qué es lo que te pasa?- le interrumpí, sabiendo que había algo más.
Silvia que desde primera hora me fijaba la mirada, como era característico en ella cuando hablaba con los tíos, bajó totalmente la mirada y prosiguió:
- ...que pienso que debes de elegir entre Laura o yo- dijo con mucho temor hacia mi respuesta.
Reconozco que no me causó tanta sorpresa su petición, ya que tarde o temprano esperaba algo similar por su parte, de todas maneras le repliqué con cierta disconformidad:
- Pues no sé por qué me vienes con esas ahora; pienso Silvia que estamos bien así, además creo haberte dicho que bajo ningún concepto dejaría a Laura.
- ¡¡¿Bajo ningún concepto?!!- exclamó disgustada.
Justo en ese momento calló sobre mí un jarro de agua fría al comprobar cómo levantaba la mirada con lágrimas en los ojos. Lágrimas que me parecían querer decir algo, algo que aún no se había dicho en la conversación. Seguidamente supe la intriga que ocultaban dichas lágrimas:
- Víctor, siento decirte que estoy embarazada- dijo llorando aún más.
- ¡¿Y yo soy el padre?!- pregunté casi sin querer.
Su respuesta transformada en silencio y junto a sus lágrimas me llevó a la pura confusión, al arrepentimiento, a la ira, en fin, solté junto con ella varias lágrimas de impotencia. Tras varios minutos los dos callados me levanté y acercándome a ella le dije:
- No te preocupes, no te dejaré en esta situación...- contesté como si me sintiera entre la espada y la pared, pero esta vez yo había fabricado la espada.
Después de ese día me llevé varias noches sin poder dormir pensando en cómo se lo iba a tomar Laura cuando se lo contara tarde o temprano. Mientras tanto, yo me comportaba con Silvia como debía de ser; así durante una semana hasta que por fin le eché valor y decidí contarle a Laura todo.
Recuerdo que me comí mucho la cabeza pensando en el sitio donde le sentaría "menos mal", hasta que me incliné al fin por su cafetería preferida, aquella que tanto le gustaba por su colorido y sobre todo por la hermosa vista hacia el puente de Triana, y la misma cafetería en la cual me dieron tan agria noticia. Así que, una vez allí y sin saber por donde empezar comenzó hablando Laura:
- Sé Víctor, que lo estás pasando mal con los estudios, pero quiero que sepas que hay cosas en la vida más importante que los estudios, como el amor.
Era como un profesor en clase de Derecho Constitucional hablando y hablando, así estuvo durante varios minutos preocupada por mis estudios; mientras, yo seguía pensando en la forma de cómo decírselo. Laura seguía hablando y yo la miraba fijamente a los ojos, como si estuviera atento a todo lo que me decía, pero lo cierto es que mi corazón en esos momentos no paraba de arrepentirse de todo. Por fin, Laura paró un instante de hablar mientras encendía un cigarro y aproveché para decir mis primeras palabras:
- Laura, lo siento, te he estado poniendo los cuernos- dije expresando valentía.
- ¡Déjate de bromas ahora, Víctor!, que con tal de no hablar de estudios eres capaz de decir cualquier chorrada- respondió con su gracia habitual.
Tras dar una calada al cigarro y ver mi cara de total seriedad, rápidamente me preguntó:
- ¿No lo habrás dicho en serio?- dijo medio tartamudeando.
Seguidamente y casi sin parar le conté todo con pelos y señales.
Ahora escribiendo lo sucedido, recuerdo la cara de pálida que se le quedó durante toda mi explicación, y no es que no quiera escribir o contar sus respuestas, es que sus respuestas no existieron, ni siquiera ni un insulto. Una vez que terminé de medio explicarme y sin saber que más decir, se levantó y mirándome a los ojos me dijo algo que nunca olvidaré:
- Sabes que siempre te querré- dijo casi sin salirle la voz.
Esa fue la última palabra que escuché de su voz y también la última vez que la vi. Todo lo que sucedió después no quiero recordarlo, sólo sé que aunque digan muchas personas que los "suicidas" no van al cielo, estoy seguro de que Laura estará junto a Dios.
Por mi parte, tengo 31 años y sigo junto a Silvia, a la cual he llegado a querer con el tiempo. Y ahora, en este preciso momento me encuentro escribiendo en su cafetería preferida, sintiéndome como siempre culpable de su muerte y teniendo la esperanza de poder volver hablar con ella para decirle que siempre la llevaré en mi RECUERDO y que mi hija de diez años se llama "Laura".
Autor: José Santos Santos
Sevilla 10-3-99