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Categoría: Románticos

Encuentros y desencuentros

Llovía fuerte aquella tarde, el frío penetraba como agujas en la piel, confundido entre mis pensamientos te vi bajar por las estrechas gradas de la Facultad. Me miraste y te miré, suave como un susurro emitiste un hola como estás, no sé si escuchaste mi respuesta, ni siquiera recuerdo si tuve una respuesta.
En la Universidad eras una más, sin nada especial, pequeña con rizos y morena o rubia y cabello lacio, cambiabas de apariencia a cada momento. No sabía nada de ti, tal vez tu nombre y que tenías un novio en el mismo lugar donde estudiabas, casi nada.
Sin embargo aquella tarde me parecía conocerte de toda la vida, quizá nos conocimos en otra vida si es que existe esa posibilidad, o simplemente esa tarde me sentía atraído hacia ti con mayor fuerza que las ocasiones anteriores, ¿hace frío verdad? ¿quieres un café?, con la cabeza hiciste un gesto de afirmación.
La cafetería casi vacía se mostraba como el lugar perfecto para una larga plática, cuéntame sobre ti, sobre tu vida, inicié; pero en realidad quería saber si su relación sentimental era firme, mis preguntas no cesaban, pude notar en sus respuestas un tono de melancolía mezclado con rencor, incluso con un toque de arrepentimiento, al principio no lo noté pues mi mente estaba con ella pero en otro lugar, en una cama de sábanas blancas, sintiendo su cuerpo, sus labios. Mi fugitivo pensamiento retornaba con sobresalto al sentir su voz preguntar “me estas escuchando” avergonzado respondí si claro, todo el tiempo.
Era el momento de salir de dudas y tartamudeando lo dije ¿ cómo estas con tu novio? No porque me importara que tenga novio sino por que era necesario conocer los obstáculos que presentaba el camino; pues “más o menos” respondiste y fue como prender fuego sobre gasolina pues ese más o menos era menos que más. Al encontrarme con una puerta entreabierta no había necesidad de abrirla totalmente y sabía que tampoco se cerraría, para disimular un poco mi interés continuamos la plática con preguntas y respuestas sobre la familia, los estudios y demás temas que en el momento no tenían ninguna importancia.
Hablaba sobre su padre como un hombre de temperamento fuerte y castigador, los demás detalles sobre su familia, no los recuerdo, o quizá no quiero recordarlos. Aquella noche fuimos a un bar después del café, entre pláticas, copas y el bullicio de la gente yo sentía el calor de sus labios y sus manos junto a las mías, y el olor de su cuerpo me resultaba excitante, su piel me sabía a néctar de flor en la mañana, quédate conmigo esta noche y todas las noches de tu vida le dije en voz baja, acompañado de un fragmento de una canción de Jacques Brell que decía algo asi “ no me dejes yo traeré para ti perlas de lluvia venidas de un país donde no llueve”, antes de terminar la frase me callaste con un beso y me tomaste de la mano mientras buscábamos la salida del bar.
No me gusta el sexo, siempre me han usado decía, mientras se quitaba la ropa y acercaba su cuerpo desnudo al mío. Te gustan mis pechos? Quieres besarlos? Aquellos me parecían dos panes de dulce con un sabor a gloria y pecado, como no besarlos, como no quedarse la eternidad en aquella fuente de vida y pasión.
Su cuerpo pequeño se desnudaba ante mis ojos, no sabía qué hacer si tocarlo o simplemente admirarlo, había soñado tantas veces con él, su figura libre de envolturas, sin esa estúpida cobertura de humanos a la que llaman vestimenta.
Mis manos recorrían toda su piel, sentía mi corazón latiendo con más fuerza al tiempo que recorría con su lengua mi piel. Le gustaba mis exploraciones por cavernas de fuego y lava, por bosques míticos de leyendas pasadas, su sabor a miel con sal quemaba mi boca, parecía un indefenso pez fuera del agua, se deshacía en mis manos, mientras una parte de mi cuerpo invadía el suyo sin pedir permiso, explotaba como una flor que se abre en la mañana al contacto del sol y luego descendía como la luz de la vela que se apagaba.
Después de hacer el amor se quedaba pegada a mi pecho parecía una mariposa que acababa de salir de su capullo, nuestros cuerpos con olor a pecado y lujuria juntos formando una sola unidad. No quería quitarme el olor de su cuerpo que se había impregnado en toda mi piel, su aroma corporal era mi perfume, mi alimento, mi adicción, era la droga de la que no quería salir jamás.
Después de la batalla y de haber depuesto las armas, tras defender su territorio en una lucha cuerpo a cuerpo, cansada dormía sobre mi pecho como un niño en el regazo de su madre, eras una niña con miedo a la oscuridad buscando refugio seguro.
El ruido de la calle nos devolvía a la realidad, en la lejanía se escuchaba el eco de una triste canción portuguesa, me pregunto si las cosas de la vida son simples coincidencias, recuerdo todavía algo de aquella melodía “que destino o maldición manda en nuestro corazón somos dos gritos callados, dos fados desencontrados, dos amantes desunidos” sentí que ella también había despertado y lloraba en un silencio casi imperceptible, por qué no llegaste antes a mi vida, tengo novio y muy pronto me casaré con él pues mis padres así lo quieren aunque yo no lo desee, pues ayuda a la economía familiar y además no tiene vicios, pero hay algo más mi corazón pertenece a otro hombre, es Jordi el de la Facultad, aunque ha sido cruel conmigo; y ahora tú entras en mi vida así destruyendo mi estabilidad; lo siento pero no podremos vernos nunca más. Terminó esta frase, se vistió y salió corriendo hacia la calle, dejó en mi cama una fotografía de carnet y el olor a miel de su cuerpo.
Te he visto a la distancia, no saludamos más, sé que tienes nuevo novio, que pasó con tu prometido? O con Jordi? No sé y la verdad no me importa en lo absoluto, yo sigo esperando por Verónica en este cuarto sin luna absorbiendo gota a gota el sol.
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.69
  • Votos: 32
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