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En el año 1600 el español Tristán de Alzúcer, se estableció en la Ciudad de México para abrir una abarrotería, aquí el arzobispo fray García de Santa María Mendoza solía visitarlo con frecuencia para conversar, habiendo encontrado en común que ambos eran originarios de la misma localidad. La abarrotería prosperó y Tristán de Alzúcer envió a su hijo a buscar mercaderías en la ciudad de Veracruz para ampliar la variedad de mercancías ofrecidas en la tienda.
En las costas del sureste, lejos de su padre, el hijo contrajo una enfermedad mortal de tal gravedad que le impidió su regreso a la Ciudad de México. Tristán de Alzúcer le prometió a la Virgen que caminaría hasta el santuario del cerrito, si hacía caso de sus ruegos y le devolvía a su hijo vivo. Unas semanas después su hijo regresó débil y convaleciente, obteniendo ya lo que quería con el paso del tiempo, Tristán olvidó su promesa hacia la Virgen, se dedicó al negocio que prosperaba próspero.
Al recordar que no había cumplido su promesa sintió remordimientos y visitó a su amigo el arzobispo para comentarle sobre su promesa, el arzobispo le afirmó que con un rezo bastaba, lo eximió de su promesa y Don Tristán aliviado la olvidó.
Cierto día por la mañana, el arzobispo se encontraba caminando por la Calle de La Misericordia cuando se topó con Don Tristán quien estaba algo pálido y demacrado, llevaba puesto un sudario blanco, cargando una vela encendida, le dijo con voz tenebrosa que estaba cumpliendo la promesa.
Extrañado el arzobispo, fue por la noche a casa de Tristán para pedirle una explicación y encontró su cadáver que estaba siendo velado por su hijo, el cuerpo del difunto vestía las mismas ropas con las que el arzobispo lo vio por la mañana. El hijo le comentó que su padre había muerto al amanecer.
Se dice que el arzobispo se había topado con el espíritu de su amigo, quien se manifestó para cumplir la promesa y sintió remordimientos por eximirlo de ella.
Después de varios años el alma de Tristán siguió deambulando por la calle de la Misericordia que desde el incidente del arzobispo la gente lo llamó El callejón del Muerto y siglos después se le renombró calle República Dominicana.
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