Él y su esposa gozaban de una excelente posición económica. No tenían ya hijos pequeños, la más joven era Eliana, hija del tercer matrimonio de Enriqueta, su actual esposa.
Aquella noche Halcón Negro(ese era su alter ego en la red) decidió interceptarme.
Jamás habíamos conversado de nada interesante o relevante. Él solía regodearse de sus tareas relativas a los pisos que costaban más de 300 euros y que no eran afectados por la humedad y se vanagloriaba de su seguridad en los negocios y de que no había competencia para él.
Halcón era un hombre delgado, de no más de un metro ochenta de altura, de rostro lleno de surcos fruto de su edad avanzada y – obviamente- repleta de sabiduría. O...quién sabe...
Siempre solía demostrarme cómo era yo. Sabía definir mi persona, pero jamás hablaba demasiado de sí mismo.
Cuando empezó a enviarme algunas páginas algo “especiales” yo pude darme cuenta que algo buscaba en la red.
Siempre decía que le gustaba escuchar y que hablaba poco, fue así como comencé a cuidarme algo en lo poco que llegaba a conversar.
Eso, me puso sobre aviso de lo cuidadoso que debías ser en ciertos lugares y con ciertas personas.
Yo había reconocido en línea a un manipulador. Era un hombre que encerraba cosas y no quería mostrar mucho de lo que era o bien de quién era.
Bastante esquizofrenia, histeria y sinsabores rodeaban mis pensamientos. Yo podía comprender que manipular las mentes era parte de la astucia de varios y existía poca gente auténtica por ahí.
Siempre me consideré una persona segura de lo que hacía. Mi mente tenía algunos gaps pero yo siempre sabía como regresar a mi vida real.
La virtualidad era sólo un juego hasta que cierta noche se confesó ante mí. Declaró que en verdad su esposa le buscaba mujeres. No podía entender aquello y no sabía para qué se las buscaba. A veces mi mente resultaba un tanto ingenua.
En verdad, que una esposa le busque mujeres a su esposo no entraba dentro de los cánones de mis convicciones. Tal vez, yo era demasiado simple a pesar de que varios me tildaban de extraña o rara.
En eso radicaba-quizás- la importancia de estar vivo: en poseer la rareza de ser humano.
Aquel día logró enojarme;cosa que no me sucede a menudo. El tratarte como el balón de un juego en el cual uno debía oficiar de arquero y otros tantos arrojaban esa pelota de acá para allá.¡Qué feo era oficiar de balón en el arcaico juego!
Percibí que, además, no existía psiquiatría capaz de explicar las cosas humanas y recordaba la importancia de ser héroe de tus silencios.
De acuerdo a sus manifestaciones su mujer era cual una perra que se encargaba de marcar los territorios orinando sitios y olfateando los animales que rondaban a su hombre.
Jamás creí que una mujer pudiese ser así.
Una mera feminista que es feliz de esa manera.
Así me di cuenta que el movimiento feminista no me atraía.
También pude darme cuenta que me molestaba contactarme con la gente promiscua y vanidosa.
Yo insistía en aquella simpleza que a su vez se montaba en mi rareza humana.
Como un himen desgarrado podía así comprender que me faltaba algo de táctica y estrategia en mis relaciones humanas.
Cierto dolor se alojó en mi corazón de ángel y así fui perdiendo la calma y la alegría.
Eran constantes aquellos cachetazos y –en verdad- no podía dar forma al alimento de algunas personas.
Generalmente solía tener un buen escudo. El de Nunca Confíes en Nadie. Hacía ya varios años que lo tenía muy en cuenta y eso me hizo comprender que yo no era la confundida, sino que mi mente navegaba sin necesidad de navegar. Que yo siempre tenía infinitos satélites girándome y que sólo debía plasmarlas y permanecer tranquila.
Lo positivo era no sentirme mal. Después de todo que más daba si yo mostraba confusiones cuando éstas eran el alimento de algo que yo necesitaba.
Aquella tarde observaba los sucios azulejos de los pasillos del subterráneo. Los rostros de la gente, raros más que el mío aún. Una rubia con gorrito tejido y ojeras que delataban sus pulsiones sexuales.
Hombres gordos y mal parados que vivían baboseando las miradas, parejas de vejestorios que ni se hablaban ni sonreían y que absortos en la nada se sentaban en el subte pensando en quién sabe qué cosas.
Y yo, no deseaba formar parte de aquello sólo deseaba verlo y necesitaba quizás una hoja para poder plasmarlo o memoria para luego decirlo.
De seguro para todos lo que yo pensara era incierto y estaba confundida. Pero a mí me tenía sin problemas lo que los demás dijeran si esto era parte de mi vida yo no debía sentirme mal por eso. Sólo debía aceptar que mi mente era poderosa y que no era necesario agregarle más datos a nada.
Una sencilla asociación libre lograba que yo creara ciertos mundillos. Era obvio, pues , entender que al colocar el punto final cerraba yo la página de mi ficción y luego se abría la realidad de cada día.
No. No necesitaba ayuda. Yo comprendía muy muy bien que era lo que buscaba. Sólo consistía en conocer a la gente y conociéndola casi ni era necesario saber más.
Saber??.Cada ser poseía un mundo pleno dentro de sí, repleto de histeria de dudas de esquizofrenias.
Era entonces posible que una mujer sintiera felicidad en ver cómo su pareja preparaba la carne al fuego. Y comprender que la complicación humana emanaba de la liberación de ciertas energías negativas que sólo yo debía alejar de mi ser.
Yo imaginaba aquel apartamento que era casi un cerebro, sí, mi cerebro. Se desordenaba y cuando ponía las cosas en su lugar yo podía tranquilizarme en algo.
Pasaron los años y percibí que ahora había hallado un sitio, una tarea, una elección. Sabía que odiaba. Sí, odiaba ciertas cosas y me ponía feliz saber que había algo que no me gustaba. Nunca podés estar conforme con todo o aceptar a todos bajando la cabeza.
No sabía la causa de innumerables cosas pero entrar en aquellas filosofías me ponía mal. Prefería saber menos de lo que supongo sé puedo ver. El más allá era temerario y por eso uno debía siempre volver. Regresar a lo de siempre porque al fin y al cabo el equilibrio dependía de mí misma.De apoyar los pies sobre la tierra tibia y de dejar fluir lo que sucediera.
Autor: NORA MABEL PERALTA-Fecha de creación 08/06/03 11:57 A.M.