Macarena era una niña tan buena como bonita, estudiosa, obediente y siempre dispuesta a ayudar a todos; si su madre requería de su cooperación para realizar las labores del hogar, llámese asear la casa o preparar los alimentos, allí estaba Macarena siempre dispuesta a colaborar. Todos sus compañeros sabían que podían contar con ella para que les explicara alguna lección no comprendida; y su maestra la ponía siempre como ejemplo de buen comportamiento.
Un día, al pasear por una calle, vio una niña muy pequeña y esmirriada con el sufrimiento pintado en su pequeño rostro y sus ojos negros brillando como carbunclos, delatando la fiebre que en ese momento la atenazaba.
Se acercó presurosa a la niña y se interesó por saber que le pasaba, al enterarse que el padre de la niña estaba en la cárcel, su madre muy enferma y ella misma con mucha hambre y fiebre; la llevó con su maestra, persona ilustrada, quien se interesó por la familia y los ayudó; pero antes de despedirse de la niña le obsequió su más preciado tesoro el osito panda de ojos verdes que le regalaron en su último cumpleaños, pues hacía poco había cumplido diez años, y que nunca se separaba de ella.
Es necesario aclarar que los padres de Macarena eran muy pobres
y no podían comprarle juguetes, habiendo ella regalado el único que poseía.
Al ir un día al mercado con su madre, pasó por una juguetería, en cuyo escaparate vio la muñeca más linda que ella había visto nunca: pelo rubio, ojos azul añil y boca color fresa de nombre Nenuco. Llevaba un precioso vestido de organza celeste y zapatitos azules a tono con su coqueto sombrerito que realzaba su elegancia.
Ver a la muñeca y quedarse prendada fue uno solo, más ella no dijo nada para no apenar a su madre.
Es Nochebuena, llegó la Navidad... dormida apaciblemente en su camita, Macarena sueña que el Niño Jesús viene a verla y le habla dulcemente diciéndole que por ser una niña tan buena pronto iba a recibir un premio, dejándole en la mano una pequeña flor para que ella siempre recuerde que EL ha venido a verla.
Al despertar al día siguiente, la niña siente que tiene algo en la mano; al abrirla ve la pequeña florcita que Jesús depositó en ella y sonríe muy feliz; más, al mirar a los pies de la cama, descubrió allí, en una gran caja, la muñeca de sus amores y loca de contenta corrió buscando a sus padres a quienes les mostró su muñeca y les contó la visita de JESÚS por lo cual todos oraron para agradecer al Señor.
¿Qué había sucedido? El padre había recibido un dinerito extra por un trabajo realizado y la madre al recordar el fulgor ansioso en los ojos glaucos de
su hija al mirar a la muñeca; lo decidió, con su comentario, a comprarla.
Macarena fue muy feliz esa Navidad, siempre recordaba la visita de Jesús y tenía presente que una buena acción tiene su premio.