Hola Carol
Soy Azu:
Por fin hace doce días regresé del hospital donde, como ya sabrás, permanecí durante cuatro meses.
Ahora mi vida ha cambiado completamente y todo por culpa de ese maldito accidente de coche que casi me cuesta la vida.
Sergio me ha pedido perdón cientos de veces, dice que fue culpa suya por conducir borracho, pero no es así, yo preferí montar con él en vez de pedir un taxi como tantas veces me aconsejó mi madre, ahora sufro las consecuencias, y por suerte a Sergio no le pasó nada grave.
Todas las noches desde el día del accidente tengo la misma pesadilla. Sueño que voy en el coche, con Sergio, vamos a ciento cincuenta kilómetros por hora, la música a todo volumen, las ventanillas delanteras hasta abajo, el fuerte viento golpeándonos en la cara y dos o tres botellas de cerveza en los asientos traseros. Siento el miedo en mi cuerpo, las piernas me tiemblan y el corazón me palpita fuertemente, pero no me importa, me gusta sentir esa sensación porque me encanta el riesgo.
Sergio quiere adelantar al coche azul que acaba de pasarnos, al intentarlo una furgoneta blanca aparece por el otro carril, Sergio consigue esquivarla, pero nuestro coche cae rodando por un barranco sin que Sergio pueda hacer nada, un barranco que parece no acabar nunca.
En la pesadilla yo no consigo sobrevivir, cuando vienen a auxiliarnos yo ya no estoy allí, es como que nunca he estado, como que nunca he existido. Intento gritar pero la voz no sale de mi garganta, no veo nada ni nadie me ve a mi, sólo puedo ver una bonita paloma blanca que se posa junto a mi, lleva un mensaje escrito en su bello plumaje “Ha llegado tu hora” pone con unas bonitas letras rojas.
Es entonces cuando despierto de mi pesadilla y grito… grito muy fuerte. En esos momentos me gustaría correr hasta la habitación de mis padres y meterme en con ellos en la cama como cuando era pequeña y la lluvia no me dejaba dormir; pero no puedo, aun soy incapaz de sentarme en la silla de ruedas sin ayuda de alguien, aunque el médico dice que aprenderé, que si me esfuerzo lograré hacer muchas cosas que en estos momentos soy incapaz de realizar.
Mi familia intenta animarme diciéndome que hay muchas personas que también han sufrido lo mismo que yo y que ahora son felices, que incluso conseguiré practicar algún deporte como el tenis, el baloncesto… Pero eso es algo que en estos momentos veo como algo imposible, estoy en una silla de ruedas, ¿qué pretenden que logre así?. Ni mis esfuerzos ni su ayuda servirán para nada, ellos no van a lograr que yo vuelva a sentir mis piernas, así estoy acabada, los chicos ya no se fijarán en m, solo sentirán lastima, mis amigas se cansaran de cargar siempre conmigo, seré un estorbo, acabare quedándome en casa encerrada, como he hecho hasta ahora desde que estoy así.
Mi madre dice que debería salir a la calle para que me de un poco el aire y para relacionarme con gente que tiene el mismo problema que yo, pero no puedo, soy incapaz, sé que los niños me señalaran con el dedo y la gente sentirá lástima de mi, los profesores, mis amigos, ¡todos! Y odio la compasión.
A veces pienso que todo hubiera sido mejor como en el sueño, quisiera morir, me gustaría haber muerto en ese maldito accidente que ha destrozado mi vida.
Todas las personas que me rodean sufren por mi culpa, pero aún más sufro yo. Intento callar, no discutir con mis padres, no gritar, no llorar, y me encierro en mi habitación.
No tengo ganas de hacer nada, ni siquiera se como me apetece escribirte, será porque eres tu, y te necesito junto a mi, necesito que seas tu, mi mejor amiga, la que me diga todas las mañanas al levantarme “se fuerte”, pero no puede ser, nos separan miles de kilómetros…
Aún te siento junto a mí, todavía recuerdo las bonitas palabras que me susurraste al oído la noche antes de marcharte, las tengo escritas en mi diario, con letras bien grandes “SI ALGÚN DIA ME NECESITAS MIRA LA ESTRELLA QUE MAS BRLLA EN EL CIELO, YO TAMBIEN LA MIARARÉ Y ALLÍ NOS ENCONTRAREMOS”
Hoy la he mirado, al igual que todas las noches antes de acostarme, te hecho tantísimo de menos.
Bueno, aquí acaba mi amarga carta. Me gustaría poderte decir que soy feliz, que he conocido el amor… y esas cosas, pero las cosas han sucedido de otra forma. Ahora pienso que el destino me ha puesto una prueba y que tengo que superarla para lograr ser feliz. ¿Te das cuentas? Solo pensando en ti consigo fuerzas para seguir adelante… para luchar y no dejarme vencer.
Un beso Carol, espero que la próxima carta que te escriba contenga un poquito mas de felicidad en sus palabras.
Azucena