CAPITULO QUINTO
“El Encuentro”
A la mañana siguiente Jolly se despertó muy temprano, apenas comenzaba a aclarar el día, Aleph aún no iluminaba con sus cálidos rayos la mañana. Había descansado toda la noche y se sentía renovada, abrió lentamente los ojos y observó a todos lados, se encontraba sola, Supray no estaba allí.
-Debió haberse marchado durante la noche mientras yo dormía- (se dijo para sí)
Entonces comenzó a recoger las colchas en las que habían dormido la noche anterior, echó unos cuantos leños secos más al fuego que había ardido durante toda la noche brindándoles su calor y colocó a hervir una olla con un poco de agua para luego preparar allí el desayuno.
Se encontraba concentrada arrojando al agua hirviendo las últimas provisiones que le quedaban cuando levantó la mirada y observó a Supray aproximarse, traía algunos frutos y una liebre entre los brazos…
-¡Ya despertaste!- (Exclamó él a lo lejos)
-¡Traigo el desayuno!-
(Jolly al verlo no supo que reacción tomar, pero en el momento en el que escuchó la voz de Supray sintió un alivio inmenso, se alegró de que él no se hubiera marchado).
-¡Que alivio!, por unos momentos pensé que te habías marchado-
-¿Marcharme yo???-; ¡NUNCA!, -No mientras tenga una compañera de viaje tan inusitada como tú-.
Supray se detuvo junto a la hoguera y colocó las provisiones que traía a un lado del fuego… cuando observó la olla con agua hirviendo…
-Veo que ya comenzaste a preparar el desayuno, por lo visto tan bella y educada dama tiene una pequeña debilidad por la comida… déjame arreglo esta liebre para echarla a hervir junto al resto de los alimentos que están en el fogón.
Luego de desayunar terminaron de levantar el campamento que les había servido de refugio la noche anterior y continuaron su camino a través de los frondosos árboles que se alzaban a su alrededor en un desfile sin fin de formas y colores.
A media tarde se detuvieron nuevamente para tomar un refrigerio, se sentaron en un grueso tronco caído, descansaron durante unos minutos, admiraron el paisaje, a su alrededor se alzaban múltiples troncos de árboles gigantescos, sauces, robles, cedros y eucaliptos, todos ellos reunidos en el mismo bosque; en el aire se sentía una paz acogedora, las diferentes fragancias que emanaban del bosque, al combinarse creaban un festín de aromas delicados y exquisitos, llenando el aire de una delicada fragancia que inspiraba paz y tranquilidad.
-¡Que bien se siente el estar aquí! ¿No te parece?- (dijo Supray en un tono tranquilo mientras se recostaba de cara al cielo en el suelo del bosque)
-Es verdad, ¡Incluso se puede llegar a olvidar por unos instantes los problemas por los que estamos pasando!- (respondió Jolly en un tono más alegre estando aun sentada en su lugar)
-Podría quedarme el resto de vida aquí-.
-¡Ni se te ocurra!, debemos continuar pues si no derrotamos a La Hechicera pronto no habrá bosque ni planeta en el cual poder vivir, (Respondió Jolly en un tono de reproche ante las palabras de Supray) aunque tú no tienes nada que ver con esta lucha si no quieres-.
-¡Claro que tengo que ver!, ¡Por culpa de Dimania mi mundo ya no existe!-.
-Tienes razón, esa mujer nos ha traído sólo problemas, más a ti que a mi de momento, pero los ha traído-.
-Sí, si que los trae-, (terminó por decir Supray en un tono más apagado).
Admiraron tanto el mágico lugar en el que se encontraban que se demoraron allí más tiempo del que habían planeado quedarse, y un par de horas después reanudaron su viaje y avanzaron aprovechando los últimos rayos de luz del día.
En la noche montaron nuevamente el campamento, encendieron la fogata y pusieron algo de comida a cocinar; Luego Jolly se acercó a Supray y le preguntó si quería continuar con su relato, que ella quería escucharlo, él aceptó y continúo con su historia:
-“Después de la junta mundial y de decidir por unanimidad el destino del planeta y el de sus habitantes, me quedaba tomar la decisión final a mí; todos nos comenzamos a preparar para la gran batalla que se aproximaba, se alistó todo el armamento disponible en el planeta y se reunió todo en palacio, la producción de armas se aceleró y se iniciaron a producir en masa,
Pilotos de todas las edades con mucha o poca experiencia fueron reclutados, y muchos otros fueron entrenados rápidamente; se llamaron a las armas a las reservas, se envió también un comunicado en el que se pedía que todo aquel que quisiera participar en la batalla que estaba por librarse se presentaran en palacio, al final de la semana, una comitiva innumerable se soldados se encontraba acampando dentro, fuera y por los alrededores de palacio, las fábricas de armas del planeta se encontraban al 100% de su capacidad durante el día y hasta altas horas de la noche, los soldados entrenaban sin cesar en tácticas de guerra, tanto de ataque como en maniobras evasivas; únicamente los niños y los ancianos no participaron en persona, pero se unieron también a la causa ejecutando otros oficios.
En ese momento el planeta entero se había congregado con un objetivo común: 1) Derrotar a Dimania y evitar a cualquier costo que ella tomara al planeta por rehén.
Sabíamos que se estaba jugando el todo por el todo, y si perdíamos la batalla seríamos esclavos de Dimania por el resto de nuestras vidas y nuestros hijos también lo serían.
Personalmente me preocupaba lo que podría pasar con nosotros si íbamos a la guerra, estaba consciente de que muchos fallecerían por la causa, sin embargo el planeta entero se encontraba dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias, cada habitante era consciente del precio que había que pagar para continuar viviendo de la misma manera en que lo habíamos hecho desde la época de nuestros ancestros más sin embargo Yo como soberano del planeta y de sus habitantes era responsable de velar por la seguridad de mis súbditos y no estaba seguro si lo que hacía era lo correcto o al menos lo más adecuado para el bienestar de mi gente.
-Sin embargo, a esas alturas ya era demasiado tarde para dar vuelta atrás… La confrontación era inminente-... La batalla por la soberanía de mi mundo estaba por comenzar…
En una cálida mañana, tal vez un par de semanas después de la repentina aparición de Dimania en el Palacio real, sucedió lo que más estábamos temiendo desde la llegada de la hechicera; nos habíamos estado preparando para aquel día, en verdad que lo hicimos, ya todo estaba listo, al menos eso era lo que nos decíamos entre nosotros para liberarnos de la tensión que nos producía la cercanía de nuestra aniquilación…
Esa mañana… bueno ese día, ese trágico día Dimania reunió todo el ejército de extraños seres que se encontraban hasta ese momento a su servicio alrededor del palacio, su menudo ejército estaba conformado por un nutrido despliegue de monstruos y criaturas increíbles, era asombrosa la variedad de seres allí presentes.
Hubo un monstruo que me causo mucha curiosidad, medía casi dos metros de alto y su piel era de color verde como el musgo viejo, sus ojos eran tan fríos y parecían desaparecer en su rostro; de su boca sobresalían dos grandes colmillos que discurrían hacia arriba paralelos a sus orejas deformes, de hombros anchos y cuello corto, sus brazos parecían brotar de su cabeza y, entre sus manos con dedos torcidos sujetaba una especie de mazo.
Los habían también como rocas andantes y otros parecían ramas secas caminando, unos cuantos eran diminutos, de no más de medio metro de alto tenían una apariencia jocosa, sin un solo cabello sobre sus cabezas, y con orejas que se contorsionaban sobre sus cráneos deformes, con una gran joroba y brazos cortos, pies torcidos y una gran barriga, y entre sus diminutas manos cargaban una gran espada; en ese momento no supimos si reírnos o temer.
Ante tan nutrido despliegue de criaturas, los soldados no supieron que reacción tomar.
De repente Dimania dio una orden a su ejercito gigantesco en un dialecto desconocido e inmediatamente después todos aquellos monstruos se echaron a correr en nuestra dirección; tomados por sorpresa, sin pensarlo dos veces yo también di la orden a mis soldados de atacar con todo.
Segundos después se dio inicio al armagedón, atacamos con todo el arsenal que teníamos a disposición y nos defendimos como pudimos, pero no fue suficiente; aquellos monstruos parecían ser inmunes a nuestra ofensiva, ninguno de nuestros ataques parecía dañarlos, y así, uno por uno nuestros guerreros fueron cayendo y fuimos reducidos a sólo unos pocos.
Demasiado tarde nos dimos cuenta que nuestras armas y toda la tecnología que poseía nuestra cultura hasta ese momento eran inútiles contra la magia malévola que utilizaba Dimania y contra los monstruos que se alimentaban de ella.
Ninguna de las armas que conformaban nuestro poderoso arsenal dio resultado en aquella batalla, por más ataques que efectuáramos, por más poderosos que estos fueran, no servían de nada, las gigantescas explosiones no les hacían ni cosquillas a los monstruos que conformaban el ejercito comandado por Dimania; una a una nuestras armas fueron destruidas y uno a uno nuestros soldados fueron derrotados por aquellos extraños seres.
La batalla duró 36 horas, durante las cuales mi pueblo dio todo de si para obtener la tan anhelada victoria y por consiguiente la muy ansiada libertad que querían arrebatarnos Dimania y su ejército de seres deformes. Disparos, explosiones por doquier, ataques, contraataques y aún así mi ejercito fue derrotado, los monstruos de Dimania utilizaron una especie de escudo invisible para protegerse de nuestros ataques, y sus armas eran mucho más poderosas que las nuestras.
-Y perdimos-, ¡Fuimos vencidos por La Hechicera!...
(Supray tuvo que contener las lágrimas, los recuerdos lo estaban agobiando más de lo que podía soportar en ese momento)… Sin embargo sacó fuerzas de donde no las tenía y prosiguió con su relato…
Dos días después de finalizada la batalla…
Me encontraba descansando tranquilamente en mis aposentos del palacio, esperaba el momento en el que Dimania iría a reclamar su lugar en el trono; Muchas personas habían perdido sus vidas por defender el planeta y el estilo de vida que llevábamos hasta ese momento pero…, al parecer todo había sido en vano. Le había fallado a mi pueblo, a mis ancestros y a todos aquellos que habían confiado en mí, al menos eso era lo que yo pensaba.
Meditaba a solas en mi habitación, necesitaba encontrar una condición en la que mi pueblo no sufriera más, había cedido el control del planeta, había perdido mi reino, y ya nada podía hacer.
En aquel instante, mientras se debatían en mi mente varias maneras con las que quizá podría resguardar a mi pueblo de una desgracia mayor, Dimania apareció de la nada en mi habitación, nuevamente aquel resplandor enceguecedor que siempre precedía su entrada se hizo presente. En ese instante pensé que ya era tiempo para traspasar el poder a sus manos aún en contra de mi voluntad, pues esa era la única manera aparente de evitar más catástrofes y otra guerra en la que seguramente morirían más inocentes y la que a ciencia cierta perderíamos de nuevo.
-Qué equivocado estaba-, -¡Dimania nunca se detendría!-.
Supray detuvo su relato… de pronto no se oyó ya nada; se hizo un profundo y escalofriante silencio en el bosque. Jolly, sobresaltada por aquella situación se colocó rápidamente en pie y observó fijamente a Supray.
A simple vista se descubría que él también se encontraba inquieto ante las circunstancias, sus pensamientos vagaban intentando descubrir la causa de aquel mortal silencio que se encontraba consumiendo sus almas, y en sus ojos que parecían percibir el origen de la abrumadora afonía del bosque se divisaron expresiones de angustia y dolor…
-¡Dimania!-.
Alcanzó a decir con voz ronca y temblorosa antes de que aquel resplandor característico se hiciera presente en el lugar.
Extrañamente, en esta ocasión aquella mujer de cabellos negros y ojos profundos se encontraba sola, ninguno de sus lánguidos lacayos la acompañaba, tenía sujeto en su mano izquierda el báculo que llevaba siempre a todos lados… ¡La principal fuente de su poder!.
Supray observó aterrorizado a la mujer que ahora se encontraba enfrente de él…
En ese instante un gélido escalofrío lo recorrió por completo, y una presencia que había querido olvidar regresó, a su mente y a su cuerpo retornaron las sensaciones de aquel nefasto día que con tanto ahínco había intentado sacar de su memoria.
-¡Al fin te encuentro mi joven príncipe guerrero!-.
Se oyó decir a la mujer que acababa de hacer su magnifica entrada.
-Lo que hiciste estuvo de muy mal gusto-, Escapar de tus aposentos y evadir al guardia…
-¡Me siento indignada!-.
Me irrita sobremanera el hecho que abandonaras el castillo, me enfurece que rechaces mi hospitalidad luego de todo lo que yo he hecho por ti… te di refugio, te ofrecí un estatus entre mis súbditos, y aún así… ¡Decides marcharte sin avisar!!!.
¿MARCHARME????
Exclamó Supray con voz fuerte y en un tono enfurecido ante el reclamo injusto que le estaba haciendo Dimania.
Te equivocas Dimania, ¡Yo no me marché!; ¡Deserté!... No quería continuar viviendo prisionero de una mujer como tú que sólo me utilizó a conveniencia propia.
¡Me arrebataste mi mundo, mi reino, me robaste mi planeta y mi vida!, ¿Y todo eso por qué?, tan solo por una absurda obsesión tuya…
¡Y aún así te atreves a venir ante mí a reclamar y pretender que nada ocurrió!.
¡Estoy harto de ti!, ¡cansado de tus reclamos!, ¡exhausto de tus mentiras!, ya no tengo nada contigo, no soy nada tuyo, y no quiero nada tuyo ni nada que ver contigo ¿Lo entiendes?...
-¡Déjame tranquilo!-.
No cumpliste tu parte del pacto, asesinaste cruelmente a mi pueblo y destruiste mi mundo…
¡Y aún así me exiges lealtad!
Tú no sabes el significado de esa palabra, no entiendes lo que significa ser un equipo, no tienes idea de cumplir promesas, no lo sabes, simplemente no esta en ti ese principio moral.
Sabes que si acepté lo hice por salvar a mi mundo de la destrucción completa, lo hice por darles una segunda oportunidad de vida, lo hice por alejarte de ellos y ni siquiera eso pudiste hacer bien…
Continúa...
CAPÍTULO SEIS
"Un Lamento en vano"