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Categoría: Románticos

CARTA A TODA UNA VIDA

La vida da muchas vueltas y desgraciadamente o afortunadamente sufre cambios, cambios que a veces van para bien, y otras veces van para mal. Pero hay otras veces que no van para bien o para mal, querida amiga, y no creas que son cambios que te dejan igual, no son cambios ni buenos ni malos, simplemente son cambios que te hacen pensar, cambios en los que tu mente piensa y piensa y nunca llega a ninguna conclusión. ¡Oh, amiga mía! Dime, ¿qué tengo que hacer para decirte lo que realmente pienso, lo que realmente siento, sin darte una introducción tan penosa como ésta? No digo que la introducción no tiene sentido, pues está claro que la tiene. La vida no es sólo blanco y negro, sino que hay una amplia gama de colores para elegir, y es más, yo diría que hay infinitos colores. Es pues, gran compañera, por lo que yo me pregunto: ¿qué debo de hacer para decirte lo que te tengo que decir sin dar tantos rodeos? ¿Qué es lo que tengo que hacer para no dar un amplio discurso de la vida y contarte directamente lo que he de decirte? No, no pienses que es tan fácil decirlo, o al menos, no ahora. Muchas cosas han pasado, mucho tiempo ha transcurrido, y ahora ya es tarde para remediarlo, ya es tarde para echarse atrás. Es más, si lo hubiese pensado en el mismo momento en que ocurrió, ya era demasiado tarde para echarme atrás. Mas… ¿por qué no he perdido todavía la última luz de la esperanza? ¿Por qué no he perdido las últimas posibilidades de poder solucionar las cosas? Noches y noches hablo entre sueños y me digo a mí mismo que ya nada tiene sentido, que es imposible seguir adelante, que he de desistir y tirar la toalla. ¡Dios mío! Hace noches que apenas duermo pensando en todo esto. Perdona por enredarme tanto, perdona por extenderme tanto. Ahora comenzaré a contarte lo que me pasa, ahora empezaré a contarte toda la verdad, pero me cuesta hacerlo. Dame un respiro, ¡por favor! Deja que poco a poco se me abra el corazón. Sé que hoy por hoy la gente que abre su corazón como lo hacían antiguamente aquellos débiles que abrían su corazón para que la gente escuchasen lo que sentían, no están muy bien vistos en ésta sociedad que va tan aprisa que apenas aprecian a éstos soñadores. Pero por favor, dame una oportunidad de ser como ellos, pues eso mismo soy yo, un pobre soñador que piensa que todo se puede solucionar con palabras y teniendo abierto el corazón para que los demás les escuchen. Bien, ya me he tranquilizado, ahora creo que puedo seguir adelante. Escucha, pues, lo que claramente quiero contarte.
Han pasado muchos meses ya de eso. Sino cuenta hacia atrás. Yo lo haría, pero me da miedo el sólo pensar la cantidad de tiempo. Y no sólo porque sea mucho tiempo, porque apenas llega al año, sino porque sé que es demasiado. Y lo peor de todo que es ahora cuando me he dado cuenta. ¡Sí, querida amiga, mi dulce, dulce amiga! ¡Qué largas son ahora las horas que no puedo hablar contigo! ¡Cuánto desearía poder tener Internet para poder hablar! No, con eso sólo gozaría por unos instantes, me hace falta verte, sólo con eso colmaría un poco más mi vida. Pero… ¿qué digo? ¿Qué he dicho? Mis sentimientos se me han adelantado. Me gustaría retroceder, no haber escrito todo esto. Podría borrarlo, y escribir otras líneas… pero serían líneas falsas. No, hay algo que me dice que siga adelante, no haciendo caso a todas esas barbaridades que he escrito. Mas… ¿por qué digo que son barbaridades? Engaño a mi corazón. Quizás lo hago porque quiero mantener una amistad, una gran amistad… tu amistad. ¿Por qué pienso que después de leer esto tus sentimientos de amistad hacia mí cambiarán? ¿Por qué tengo la sensación que ya no sabré nada de ti cuando leas éstas líneas? Voy demasiado rápido, debería de ir más lento, más lento… Si supieses el miedo que tengo yo a la vida, si supieses el miedo que tengo a la soledad… ¿Y a las equivocaciones? Es lo que más temo. Quizás es verdad lo que dicen, que hay hombres que necesitan ser mandados, pues si mandan por ellos mismos pueden hacer errores irreparables. Tarde he descubierto que puedo mandar por mí mismo, que soy dueño de mandar mi propia vida. ¡Perdona si alguna vez me equivoco! ¡Déjame rectificar! ¡Déjame ser yo mismo! Por favor, piensa ante todo que soy tu amigo, y lo único que más quiero en éste mundo es tu amistad. ¿Ves? Ya me he vuelto a ir del hilo de lo que realmente quería decirte. He vuelto a errar, y un error tras otro. Siento mucho lo ocurrido, así que ahora volveré a seguir con lo que realmente debería de seguir.
Como bien he dicho antes, han sido ya muchos meses los que han pasado desde entonces. Si quieres te refresco un poco la memoria, porque sé que estás deseando que me explique, y así lo haré. Sé que habrán algunos errores en la explicación, pues habrán habido ligeros cambios entre la realidad y lo que a mí me explicaron. Perdóname esos fallos, por favor. Partes de ésa historia no la viví en primera persona, sino en tercera, y muchos son sentimientos que supe de segundas. Pero bien, seguiré adelante. ¿Te acuerdas al principio de conocernos? Bueno, podría decirte un montón de cosas de ese momento. Pero bueno, como he dicho antes tengo el corazón abierto, y supongo que he de contarte todo lo que sentí. Lo primero que me fijé al verte fue en tu carita. ¡Sí, me pareció divertida! Pero no pienses mal, por favor, no creas que me estaba riendo de ti en ese momento! No, fue una sensación de gusto, una sensación en el que pensaba que me gustaba mirar esa cara porque me parecía… feliz. Esa carita blanca quizás por el frío noviembre que nos conocimos, cuyas mejillas estaban coloradas. Si supieses lo bien que me sentaba el verte… Eso es lo que sentí los primeros días de verte, y espero que mis palabras no te hayan sido malinterpretadas. ¿Te acuerdas cuando quedabas con tu prima y mi amigo, e iba yo con vosotros? Dios santo, yo sí lo recuerdo… ¡Si echase hacia atrás en el tiempo, la de cosas que haría para cambiar todo lo que pasó! ¿Por qué tuviste que venir acompañada aquella tarde? Sabrás a que tarde me refiero, o si lo prefieres te la recuerdo. Pero… ¡ay, que dolor me produce recordarlo! Recordarás seguramente aquel día que te quise decir lo que por ti sentía. ¡Qué niña fuiste al presentarte con una amiga! ¿Por qué hiciste eso? ¡Yo también sentía miedo! Sentía miedo a tu respuesta, sentía miedo al pensar cómo expresar mis sentimientos sin que pensaras lo cursi que podría resultar. ¿O te pensabas que eras sólo tú la que te sentías nerviosa? Es más, ¿por qué no dije ni hice nada aquella tarde, cuando tuve la sensación que esperases a que dijese algo, y ahí estaba yo, también esperando algo? ¿Quizás hubiese cambiado algo las cosas si yo me hubiese dignado en intentar decir algo lo más humanamente bondadoso que hubiera podido salir de mí? Puede que sí, o puede que no. ¿Quién sabe? ¿Sabes lo que significa tener que vivir con ese sentimiento, con esa pregunta? Pero claro, sabes perfectamente que ahí no acabó la cosa. Y la verdad, a veces pienso que lo mejor hubiese sido que la cosa hubiese acabado ahí. Esa tarde, esa misma tarde, me quedé contigo y con tu amiga. Tu amiga… ¿sabes que muchas veces me preguntó qué fue lo que me llamó la atención de tu amiga? Quizás porque soy igual de estúpido que todos los hombres. Sí, ¿por qué no reconocerlo? Soy un hombre, he pasado por ello, y reconozco que caí en el mismo error que caen todos los hombres. Pero hay un ligero error, algo que me diferencio en algunos de ellos (o puede que todos somos iguales, pero nos damos siempre cuenta tarde de lo que hemos hecho), y es que reconozco mi error, y quiero rectificarlo, aunque sepa que es imposible, aunque sepa que nunca se podrá recuperar el daño ya realizado. ¡Santo Dios! ¿Por qué tuve que actuar así? ¿Por qué me dejé llevar por los impulsos de la traición? Sí, amiga, mi querida amiga. Te tengo como querida, déjame al menos tenerte así, déjame al menos tranquilizar a éste pobre corazón, que se tranquiliza pensando que alguna vez puedas ser mi querida, mi querida amiga. Virgen María, pero aquí no acaba la historia, no, claro que no. Continúa, continúa, claro que continúa. Dejo de pensar y ahora sigo con ella.
Hubo una época de lucha. No pongas cara de extrañada, tranquila, te lo explico. Quizás fueron cosas inventadas, quizás fueron cosas que se inventaron los intermediarios para meter baza. Hay muchas cosas que éstos intermediarios que me han contado, y no es por desconfiar de ellos. ¡Claro que no! (claro que en éstos momentos no estaría tan seguro de decirlo), pero algunas veces he pensado que mentían para que fuese el primero en dar el primer paso, para ser el primero en quedar bien. ¡Santo Dios! Ahora es tarde darles las gracias, pues toda esa amistad se ha extinguido, pero desde aquí se las doy, ¡gracias por todo! Como te estaba diciendo, esos intermediarios me dijeron que los sentimientos que tú tenías hacia mí estaban cambiando. ¿Acaso ellos tenían razón? ¿Acaso es verdad lo que ellos decían, acaso fue verdad lo que le dijiste a ellos? Es más, si era verdad, ¿acaso lo que sentías por mí era real? Piensa, querida amiga… ¿Qué podría pensar yo? ¿Tú que hubieses pensado? ¿Qué hubieses hecho en mi situación? Sabes perfectamente que pensaría que sería todo una mentira, o, realmente, que podría ser una mentira. ¿Tú te hubieses atrevido a dar el primer paso? Quizás lo tendría que haber dado, seguro que nada de lo que ocurrió hubiese ocurrido, seguro que más de un problema se hubiese solucionado. Ya no sé qué creer, mi respetada amiga. ¿Por qué digo tanta mía? Tanto me gustaría que lo fuera… Perdona, perdona… Ya me estoy saliendo de mi guión, ya estoy comenzando a soñar. Los sueños, sueños son, ¿no es verdad? Son sólo eso, sueños… Pero bueno, no era sólo esa la lucha que tenía. ¡Claro que no! Luego estaba tu amiga… ¡Sí, aquellos días en los que íbamos mi amigo, tu amiga, tú y yo! Mi amigo… ¿por qué aún le sigo llamando mi amigo…? Quizás porque en aquellos momentos fuimos amigos, porque quizás en un futuro volvamos a serlo, ¿Quién sabe? Sigo contando, no te preocupes. Quizás fue mentira lo que me dijo, pero la verdad fue ésta: me dijo que vosotras dos, tu amiga y tú, tú y tu amiga, las dos sentíais algo por mí. ¡Qué gran dilema! Es más, ¡qué gran mentira, ¿no?! O es posible que no lo fuese… Es posible que lo tuviese que haber pensado mejor. ¡Elegí a tu amiga! Y ahora me pregunto por qué fui tan loco, por qué me dejé llevar por esos impulsos. Sí, quizás miré en ella algo que no observé en ti, y ojalá pudiese decir que en ese momento estaba equivocado. Quizás éstas palabras las interpretes mal, y lo siento mucho, no puedo cambiarlas, no puedo expresarme mejor. Lo siento, he parado y he pensado mucho en cómo decirte más claramente éstas palabras, pero no puedo. El caso es que acabé saliendo con tu amiga, y hombre, tengo que reconocer que hubo muchos momentos en los que me sentí feliz, pero… ¡Santo Dios! Así no era yo, o al menos eso pensaba cuando estaba con ella. Es tontería decirlo ahora, es imposible decir que no me gustaba hacer una cosa cuando en realidad lo he hecho. Al igual que cuando digo que no me gusta beber cuando en realidad lo hago, y soy el primero en decir de beber, o cuando digo que no me gusta fumar cuando en realidad fumo siempre que tengo un cigarrillo en mis manos. ¿Por qué mentirte? Pero no miento, amiga, ¡mi queridísima amiga! Sería más fácil decirte que realmente sentía eso, que quisiese estar con ella a todas horas, y pensar hacerle el amor durante todas las horas de todos los días. ¡Ojalá fuese tan fácil! Pero no era así. ¡Claro que no! ¿Sabes lo pesado que se hacía el tener que soportarla todo el día encima mío? ¡Parezco un ser sin sentimientos, y Dios sabe que eso no es así! ¿Por qué digo esto? ¿Por qué narices estoy diciendo todo esto que hace que sea tan duro como una roca? ¡Por favor, escucha, escucha! Cuando sientes que una persona con la que estás no es como tu pensabas que era, cuando estás con una persona que quiere más cosas que las que quieres tú, cuando estás con una persona que quiere algo de ti cuando estáis en medio de tanto gentío, y notas que lo que quiere no es amor, sino carne, y sabes muy bien a lo me refiero con carne, sientes que no eres importante, que no eres nada, y piensas que no eres dichoso, y te pones a pensar en el pasado, y piensas en aquellos errores que no deberías de haber cometido nunca, pero los has hecho, no puedes hacer nada para remediarlos.¡Dios mío! No pude reprimir un suspiro cuando me dijo ella de dejarlo, quizás por ello ni siquiera le pedí explicaciones. No sé si me entiendes, o al menos si aceptas lo que te he explicado. Reconozco que en muchos casos no tengo excusa, ¡pero por favor! Créeme, sólo te pido eso, ahora que estoy, aquí, sólo, escribiéndote éste mensaje, ésta carta, y como he dicho antes, tengo el corazón abierto, diciendo, contando, expresando sentimientos que realmente sentí. Te parecerá raro, te parecerá irracional, pero por favor, ¡entiéndelo! Si no lo entiendes, y aún me hablas (¡que ojalá sea así, y ruego para que así sea), te lo explicaré mejor cuando estemos juntos. ¿Acaso te mentiría bajo éste juramento que tengo en contar la verdad, juramento incluso más importante que las sagradas escrituras de las leyes? ¿Acaso no debería ser más importante para mí ser fiel a mis propios sentimientos que esas leyes que tienen más de un error que algunos no quieren admitir? Pero no quiero meterme en ello, Es tontería meterse en ello, o al menos es eso lo que yo siento.
No cuento más, ¡por Dios! ¿Cómo iba a continuar escribiendo? Te contaría lo agradecido que estoy contigo meses después de haber roto con esa chica amiga tuya. Ya sabes tú por qué. Te lo contaría, pero sabes por qué exactamente no te digo nada. Me has ayudado mucho últimamente, y por ello te doy las gracias. ¡Gracias por todo! Pero a todo esto me viene más de una pregunta, mi querida amiga. ¿Por qué, después de tanto tiempo, ella me vino a mí? ¿Por qué fue ella la que me dijo de quedar un día? ¿Por qué fui tan estúpido de presentarme un día en su casa y hablar con ella? ¿Por qué lo hice más de una vez? ¿Por qué quedé con ella una par de tardes enteras? ¿Por qué quedé con ella aquella tarde en la que me dijo lo que sentía por mí, por muy falsa que fuese? ¿Por qué me dijo que todavía me quería y pensaba y sentía mucho por mí cuando en realidad era mentira? Y lo más triste: ¿Por qué me lo creí? ¡Por qué he estado tan ciego! ¿Otra vez la misma lucha? ¿Entiendes lo que quiero decir, querida amiga? ¿Entiendes lo que he querido decirte desde el principio? ¿Por qué no puedo retroceder en el tiempo y empezar desde cero? Más de una vez me pregunto: ¿podremos volver a empezar desde cero y darme la oportunidad de comenzar de nuevo? Hola, me llamo José María, pero la mayoría de la gente me llama Chema, si, así, como se escribe, ¿cómo te llamas?... Pero sé que no serviría para nada, ¿o puede que sí? ¡Oh, amiga, querida amiga! Estoy confuso, muy confuso. Me arrepiento de haber estado tan ciego. ¡Maldito sea yo mismo! Desde aquí te pido una oportunidad, una triste oportunidad, ¡déjame ser yo mismo! Sé que no soy nadie especial, sé que no soy nada parecido al grupito de chicos que se les puede considerar como “guaperas”, y lo peor de todo, sé que he cometido un error irreparable. ¿Por qué no lo pensé mejor antes? ¿Por qué no fui yo mismo? O mejor dicho, ¿por qué no pensé en aquel momento como estoy pensando ahora? ¿Ahora comprendes mi introducción? ¿Ahora comprendes lo que quería decir al principio? ¿Qué puedo hacer para que comprendas lo que siento? ¿Qué puedo hacer para conseguir lo que quiero? ¿Qué digo? Retiro lo dicho, retiro lo que he dicho que quiero conseguir, porque parece más un mandato, que una petición. ¿Puedo, al menos, mantener tu amistad? ¿Puedo, al menos, tener la esperanza que tanto me ilumina? ¡Desgraciada soledad! Son en éstos momentos cuando más necesito de ti… Lo siento, lo siento mucho. Quizás es demasiado para ti, quizás… Lo siento mucho, espero que lo entiendas, espero que me perdones, y no te digo lo que realmente espero, pues creo que ahora sí sobran las palabras. Y si no sobran, creo que te tengo que decir algo que posiblemente no quieres ni que te diga. ¿Para qué decírtelo, si realmente piensas que no puede haber nada entre nosotros? Pero por otra parte, ¿por qué ocultártelo? Ésa es la verdad, querida amiga, ¿por qué esconder algo que tú ya sabes, algo que es realidad, algo que no se puede ni siquiera ocultar? Lo siento, buena, buenísima amiga, lo tengo que decir, y debes de comprenderlo. Ahí va: te quiero… ¿Ves, querida amiga, lo que me ha costado decirte algo que te quería decir desde el principio? ¿Para eso te lo he tenido que contar todo desde el principio, para decirte algo que era de suponer? ¿Para eso he tenido que recordar todos esos sentimientos uno a uno para acabar diciéndote lo mismo que el año pasado? O, mejor dicho, algo distinto a lo del año pasado.
Dios Santo, amiga mía, querida amiga mía. ¿Cómo puedo volver a dirigirte la palabra, sin saber siquiera que aún podemos continuar siendo amigos? ¿Acaso estoy exagerando con todo esto? No lo sé, no lo sé… Sólo te pido una respuesta, una simple respuesta, algo que me diga lo que realmente quieres, lo que realmente sientes. O, si tan difícil es para ti decir lo que sientes, por favor, no te calles. Dime algo, por poco que sea, aunque sea un simple “sí” o un simple “no”. Algo que me indique si podemos ser amigos, ¡amigos por lo menos! ¡Dime que aún puedo tener abierto mi corazón! O, si quieres, lo mantengo cerrado, así, quizás, me vayan mejor las cosas. Piensa como quieras, de verdad te lo digo, no puedo hacer que cambies de idea, mi querida amiga. ¡Y siento tanto querida, pero la verdad es que temo perderte, y si tanto te molesta te prometo que ya no lo diré más! Pero por favor, ten piedad de mí, y no me ignores duramente, pues eso duele, sobretodo cuando tu corazón lo tienes abierto. Sólo te pido una respuesta. Y ahora, si me lo permites, finalizo como un libro de Dostoyevski, titulado “Noches blancas”, en el que dice así:
“¡Dios mío! ¡Todo un momento de felicidad! ¡Sí!, ¿no es eso bastante para colmar una vida?...”
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.25
  • Votos: 24
  • Envios: 5
  • Lecturas: 5773
  • Valoración:
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