Apagué la luz hace un instante y volví a verte en el reverso de mis párpados, como un imborrable tatuaje, como una marca a fuego.
Todo es uno, cerrar los ojos y volverte a ver.
Impresa te tengo dentro. Quién dijo no creer en los hechizos...
Voy a pasar el resto de mi vida así, fundido en negro.
Ya no hay nada en la luz que me emocione. Ya no hay nada en el sonido que me plazca.
Preso de tí, siento tu presencia caminar sobre los surcos de mi viejo tocadiscos, tamizando cada nota, haciéndote música, echando a Mozart de los créditos del álbum y exigiendo oscuridad para ocuparlo todo.
Y hoy te vuelvo a ver como al mediodía, con esa carpeta azul en la que llevas siempre el papeleo, quedándome otra vez con la mente desmayada, irremisíblemente tonto, preguntándome de nuevo qué tendrán esos ojos que van mirando al suelo, como si llevaran lastre, como si de ellos tensara un cable.
Esos ojos mortecinos, maltratados, esos ojos tan bonitos.
Pero sí sé que tienen. Tú tienes los ojos tristes, la mirada triste, una vida entristecida que les roba el brillo, que los matiza como un hiriente abrasivo.
¿No serás feliz?, inútilmente me pregunto, cuando sé de sobra la respuesta: No, no eres feliz, estoy seguro.
Vivirás acaso con algún idiota que dejó de hacerte gracia ya no sabes cuando.
Fingirás amor donde sólo queda respeto.
Yacerás a su lado sin dormir, soñando.
Le darás tu vida a un pobre ser desinflado, de conductas fijas, ensayadas, y que siempre, eso sí, siempre sonríe.
Será uno de esos tipos agadables de formato, que han convertido a fuerza de hipocresía sus facciones en el rostro de un delfín.
Habrás unido tu destino al del propietario de un deslumbrante automóvil, para no pasar jamás de cientodiez.
Vas a creer que lo odio, pero no.
Siento por él asco, lástima y desprecio, por no saber tu valor, por no amarte.
Tú no eres un descapotable caro.
Y, sí, lo desprecio y lo envidio. Lo envidio con una envidia tal que no cabría en las bodegas del Titánic. Con cienmil toneladas de envidia, porque él que podría no......Y yo...
¿Y tú, me dejarías nadar por tí. Le abrirías los accesos a mi amor?.
Mira que no le costaría mucho hundirse en ellos, mira que no le costaría nada.
Pero, en mí, ¿querrías tú entrar, sería posible?.
Si me vieses algún día, si reparases en mí, te paralizaría ver tus ojos en mi cara.
Verías qué parecidos, qué igualitos, qué los mismos que los tuyos, de una idéntica tristeza.
Si me amaras, mira, si me amaras, recién nacidos de nuevo, nos descubriríamos desnudos frente a frente, y yo sólo te miraría sin osar tocarte, o yo sólo te tocaría sin osar mirarte, o yo sólo te miraría, te tocaría, te besaría y lamería tus heridas para beber con mis labios la tristeza de tus ojos.
Y con la piel de mi corazón construiría una estrecha tienda de campaña en la que caber juntos, abrazados hasta siempre, disueltos uno en otro hasta morir.
!Qué bien poder morir amando tanto!.
Te mostraría, si me quisieras, sin pudor todas mis debilidades.
Postraría ante tí la vulnerabilidad de un varón que no anuncia ropas deportivas ni lociones aftershave.
Te enseñaría que no soy más fuerte que tú.
Que el corazón de un animal es delicado, que se duele hasta el tormento en su cárcel de costillas.
Quisiera verme, en mi deseo, como un novísimo mesías. Poniendo suávemente mis dedos en tus ojos y devolviéndoles la vida.
Y me imagino no diciéndote nada, hablando contigo igual que ahora, con el pensamiento puesto en voz baja, haciéndote saber que eres amada, triste mujer, que ni sé cual es tu nombre.
Habré de buscarte uno, muy hermoso, para que un poquito al menos te merezca, señora que me habitas, que me ocupas sin descanso y me gobiernas.
Al levantarme esta mañana como siempre, para acudir al trabajo, me cepillé los dientes con gel de baño, salí después a la calle sin zapatos y me pasé un semáforo.
Me mataré si no me quieres.
Me veo aconpañando el desayuno con lejía, o cayendo del tejado en un descuido.
Habrían de verme al fin tus ojos.
Habrías de quereme al fin, amada, porque esta vida no es vivir. Es pervivencia indecente.
Tanto sufrir es indecente.
Pensar en tí como yo pienso es indecente.
Habrías de quererme, amor, porque tu influjo me está llevando la vida.
Los ojos lo reflejan todo, la paz interior, la tristeza, todo. Hay miradas infinitas que se pierden, como amores. No dejes pasar nunca nada en tu vida, más tarde te arrepentirías pero sin solución. Muestrale al mundo tu mirada bella, no seas egoista, no la guardes toda para tí. besos, me gustó mucho tu relato.