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Categoría: Metáforas

CENOSCOPIA

¡Qué grande de estilo!. Cena comunal antiquísima, la más. Donde hallar hombres de tal talante comensal. Y quisimos acercarnos, y murmurar a los ojos qué ver allí; querer observar, mirar, hasta del gusto no tocar, ¡nunca!, sus manjares.

Había en salón de más de medio y metro, ocupado por medio, fantásticos sujetos, que estaban más pendientes de la costura y postura de sus piezas, que del soñar o medio dormir, pues tarde caía. Salón cúspide abarcaba mucho, no sé, y la vista caía lejos si encogía para ver, las figuras, más pequeñas, pero no menos ociosas. Apostado, precipitado en la estancia, un lugar sencillo permitió a mí ver qué traía el destino al placer de aquellas fantasías humanas, que allí mis ojos veían. ¿Qué descripción otorgar a sus oídos sobre cómo registré a la par tal acontecimiento?.

Pateaban, si no otro ruído hacían, del suelo, crujido del golpe cometían la sacudida brutal. ¿Y esto?. Esto mientras comían, masticaban y golpeaban, de lujuria portentosa, de placer infinito...

¡Qué cena señores!.

Pateban, sí, el suelo, mientras comían, y sus bocas llenaban de mentiras, pues manjares no usuales eran los, sino por ventura quise en apreciar realmente si tales gustos de la gente eran de lo común. Hallé que piezas no eran las normales, ni sus olores o caracteres los agraciados por natura. Eran no más que grandes ideas servidas en plata fina, pero cocinadas ya, y malformes.

No me gustó tal apariencia, señores.

Los seres de la estancia no preocupaban en saber qué comían, y tragaban tragaban...y no dormían, ni descansaban. Era para ellos tal placer el comer, que muy bien pudiéramos, aprensivos, recoger a uno de ellos para cuestionarlo sobre lo engullido, diciéndonos "No sé, bueno..." y soltarlo de nuevo a sus posturas de manos en boca y boca en llena.

Patíbulo era tal placer, pecado insano, a la muy gran casa de lo perdido, el tiempo, ¿y nadie observó todo esto?.

Qué número (no importante) de género humano allí presentado se portaba, mas era real, la insustancia del momento, que fija era como la constante del movimiento de aquellos seres. Momento inútil gravitaba, si pensamos, en eclipse hacia las mentes despiertas, sanas y resueltas.

¡Qué gran desprecio en tal gran señorías del malentendido!.

De principio, y quizá por gran temor a ser visto, no quise hojear, pero al aquello observar, vuelco siento, aunque ajeno soy a tales encorvadas figuras, disueltas en el comer, que allí mis ojos veían.

¿Qué descripción hacer?.

De un lado a otro del lugar, mesas y mesas llenaban a los hombres y estos al lugar.

Murmullo extraño, estorbaba.

¿Qué descripción hacer del proceder de este elemente del así es?.

Caer caían muchos, vomitando hacia los otros lo que comían, y riéndose apabullados por el resultado; los demás acompañaban mencionando y el acto repitiendo, y el suelo sabía ya de esa forma qué pies y qué dueños de tales eran que andaban, sentaban, y comían. De un atrás salían y entraban, sobrados de encantos comestibles, hombres bien vestidos, torcidos del peso, de lo embarazados con el presente a los comensales. Y más encorvados volvían con el tiempo, si no mano de un asno cogía la bandeja a toda prisa, por el provecho calculado de todo lo que encima tenía.

¿Los sonidos?. Los de unos y otros. Por encima y por debajo. Por los lados y por detrás. Y los que comían, componían más.

Pero, eso sí, todos perfectamente vestidos.

Y me quedo aquí.
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