Se sentía ridículo con aquella flor blanca en la solapa. Además de enfadado por el tiempo que había tardado en encontrar la dichosa flor. Tres floristerías había visitado hasta conseguirla.

"Lleva una gardenia en la solapa para reconocerte". Le había escrito ella en el chat de la cita.

Si al menos le hubiese dicho una margarita no se sentiría tan cursi. En la película "Tienes un e-mail" a Meg Ryan le gustaban las margaritas.

Tendría que haberle preguntado su eran sus flores favoritas. Ojalá no lo fuesen porque una sola flor le había costado un pico así que regalarle un ramo estaba muy por encima de su poder adquisitivo.

Se miró en el espejo del ascensor. Se ajustó el nudo de la corbata, se alisó el cabello casi plateado y ensayó una sonrisa y un saludo.

Cuando salió a la calle ya estaba anocheciendo, una agradable brisa venía desde el río. Allí se habían citado, a orillas del río, en una de las terrazas de verano.

Miró el reloj, tenía que darse prisa no debía llegar después que ella sería una descortesía en su primera cita. Quizá la primera y la última.

El nombre del bar de era familiar, se sentó a una de las mesas y cuando el camarero se acercó le pidio agua. Entre sorbo y sorbo de agua miraba el reloj, empezaba a impacientarse.

¡Dios, no! exclamó casi atragantándose con un sorbo de agua. Caminando por entre las mesas venía la pesada de su vecina del cuarto. Lo saludaría y se reiría de su flor en la solapa. Esperó que no se quede aquí, pensó. Lo tenía más que harto con su música de boleros, sobre todo los de Machín...¡Dios, no! exclamó de nuevo.

"...dos gardenias para tí, con ellas quiero decir, te quiero, te adoro, mi vida..."

La vecina del cuarto parada ante él le tendía la mano.