Un día como otro, pero angustioso y sofocante, el verano fue demasiado duro, y este que escribe esto no soporta demasiado bien el sudor en su frente. Ahora me pregunto si eso ayudó a que sucediera todo.
La conversación era como siempre, divertida, muy amena, sobre todo intrigante, rozando el límite de lo permitido y lo prohibido, no en vano el jugar en el filo de una espada es una de las esencias mas pura de la vida, ¿qué hace si no diferentes al alpinista, al torero, al equilibrista, ...., del resto de los seres?, solo su audacia y su coqueteo permanente con la muerte y el desastre. El resto los vemos con envidia, “yo también soy capaz de hacer eso”, nos decimos, pero nos quedamos siempre al pie de la montaña, en el burladero o sentados en la butaca del graderío viendo con emoción el cable de acero por donde se desplaza ese ser valiente y decidido, intentando adivinar que sensaciones le recorren por el cuerpo, y el qué pensará el de nosotros al ver desde el privilegio de su audacia nuestras caritas de bobos, nuestros ojitos de asombro.
Sin duda disfrutábamos con ello, eso sí..., midiendo las palabras, dejando que el tono de las mismas y el gesto de nuestro rostro rebotara contra ese vidrio traicionero que no hace más que dejarnos ciegos poco a poco, privándonos del mas vital de los sentidos, el que le da color a la vida, porque por mucho que nos afanemos en utilizar puntos, comas, asteriscos o comillas..., jamás sustituiremos con palabras escritas en un monitor de vidrio y plástico a la frase pronunciada, pues esta va a acompañada de la mirada, una mirada lo dice todo, absolutamente todo.
Como nos divertíamos con ese juego peligroso de palabras, como lo hacen los chiquillos robando del frutal del vecino la misma fruta que en casa mamá les da ya pelada y troceada, pero el saber que te comes lo que no es tuyo lo convierte en manjar, no en mera fruta. Nos inculcaron ese amor por lo prohibido desde niños, cuando el cura, la maestra y la catequista nos contaban la bonita historia de Eva, dichosa Eva, la que nos lió a todos por comerse la manzana, ¿estaría harta de otras frutas?, no se, habría que preguntarle a Adán.
La cuestión que ese día del Carmen, bonito nombre por cierto, creo que significa poesía y canción, inciso aparte, no recuerdo ni el como ni el porque todo se disparó en segundos. Mis sentimientos hacia ti reventaron sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, pasé el límite de lo prohibido, mis manos palparon el vidrio frío de mi monitor intentando traspasarlo y deseando que arrastraran al resto de mi cuerpo a través de el, para así poder llegar a ti a por el cable del teléfono. Por una vez, este que con torpeza a duras penas es capaz de plasmar en un papel todo lo que le pasa por la cabeza, se metió a torero, he inició una faena sin estoque ni muleta, ¿qué insensato verdad?, pues la postre premio alguno le ha brindado, ni oreja ni rabo, quizás vuelta al ruedo, pero con algún que otro silbido.
Pues sí, este aficionado a torero, se atrevió a abrir el tarro de sus esencias, o mejor dicho, la bota de vino añejo, pues añejo era lo que ese pellejo guardaba, tanto lo era que haciendo honor a mi mala cabeza tampoco recuerdo el momento en que la primera gota de tu mosto humedeció sus secas paredes interiores.
Hoy me doy cuenta que han pasado años desde esa primera gota, seguro que demasiados, años en los que la dichosa bota, otrora seca y enjuta, ha ido con el día a día junto a ti, con cada palabra que decías, con cada broma que me hacías, llenándose de tu mosto joven y oloroso, y sin darme cuenta ese mosto, como era bueno, se ha ido convirtiendo en buen vino, de reserva espero. Igual la calidad de la bota ha influido, ¿a saber?.
Repito, no ha sido fruto de un día, dicho o mirada, nació simplemente porque el corazón es la más indomable de las aves, es un pajarraco que no acepta jaulas aunque estas puedan ser de oro, y al mismo tiempo, he aquí la paradoja, se encadena por si solo y sin remedio por mucho que uno intente sujetarlo a la pajaruela menos recomendable, y no digo esto porque esta pueda ser pájara de mal agüero, todo lo contrario, más bien por lo alto que esta vuela o por los difícil que pueda ser mantener su altura.
En el jugueteo de nuestros vuelos solo he llegado a rozar tus plumas, de forma tan leve que ya casi no recuerdo su tacto, solo se me ha quedado grabado el aire fresco del vuelo en mi cara, y alguna plumita que otra que has ido dejado libre al viento, ahora se que adrede, no querías que yo perdiera tu rastro entre las nubes, como tampoco deseabas que te diera caza.
Tus motivos ya los tengo claros, me costo mucho que te posaras para que me los piaras, se que solo algunos, de eso estoy seguro, pero para mi son suficientes y de mucho peso, el mas importante.... que tienes ya dueño y felizmente anillada, y ni quieres ni te apetecen más argollas. Acepto con humildad que mi vuelo no te haya cautivado, soy conocedor de los defectos de mi plumaje.
Había también demasiados cables que esquivar en este bonito vuelo y algunos ya muy viejos y oxidados, cables de los que nunca hablamos, ni siquiera en las más intimas confesiones, pues aún sabiendo todos donde están no merecen recordarse por el dolor que provocaron, pues años ah se estrellaron otros pájaros muy cercanos, pajarillos que hoy vemos con sus halas mutiladas, trayéndonos a la memoria la locura que producen estos vuelos. Conjeturas de aguilucho, lo se, pero bueno ya están dichas.
No más lamentaciones, no más nostalgias, no más penas, pues ni ayudan ni consuelan, quiero quedarme solo con lo bueno que me ofreció el vuelo. Me ha dejado agotado, consumido..., muy débil, pero al mismo tiempo me ha enseñado muchas cosas buenas, tanto tuyas como mías. Feliz estoy por lo que he aprendido.
Me queda sobre todo el consuelo alegre de haberte ayudado en algo, de haber llenado por unos días tu vida con un poquito de aire fresco, que la sensación de haberte sentido deseada te refuerce por dentro y por fuera, y aunque dudes y no comprendas esta forma generosa y templada que yo tengo de asumir la derrota, entiende y acepta que en la vida existimos personas que vemos de esa guisa el amor. Pues en el amor no cabe ni el odio ni el rencor, y si yo sintiera por el rechazo desdén alguno, solo demostraría que no fueron tan profundos los sentimientos que te he expresado. En ese caso solo hubieses sido un capricho, el capricho de un verano caluroso.
La paz que te pedía me has dado, gracias de todo corazón, gracias por haber sido sincera conmigo. Espero y deseo recuerdes estos meses con ternura, yo así lo haré, y si en un futuro cercano atisbas en alguna de mis miradas, palabras o acciones puro deseo, imploro tu comprensión, bríndame si puedes una cariñosa sonrisa, con ella me harás feliz y con ella me conseguirás curar.
Vuelvo por donde empecé, al frío vidrio de un monitor dañino, al que reprocho tanto como agradezco lo que ha permitido. En la serenidad que ya seguro hemos alcanzado, hoy rezo porque vuelvan tiempos pasados, que el juego de las palabras, vuelvan a dar alegría a nuestras vidas. Verte sonreír sería mi mayor consuelo.
En este punto acabo, hoy termino de vaciar el vino que aún queda dentro de la bota de pellejo, queda mucho, solo te ofrecí unos pequeños sorbos....., y no te ofendas ni me veas inmodesto, pero..... no saboreaste los mejores, jeje. Así que saco lo que queda en la bota y lo meto en la botella, le pondré un bonito corcho y la guardaré en mi bodega, pues el vino embotellado se queda como esta, ya ni mejora ni empeora. Olvidada para siempre quedara la botella, solo de su existencia tu y yo sabremos, ojalá en otra vida coincidamos y en ella me pidas descorcharla.
Este torerillo insensato te envía un beso rodeado de rosas, guárdalo en tu corazón, yo a ti te guardare en el mío.
PD.: “No sufro porque acabó, disfruto porque sucedió”