El cantar de una alondra, llegó a un lugar muy bonito por cierto, pero más bonito era su cantar. Aunque las risas se oían por aquel lugar, el cantar de la alondra se oía más.
Alondra bonita, decían cuantos la oían, no te vemos, solo te oímos cantar ¿dónde estás?, Y ella parecía que se reía, y de nuevo volvía a cantar, y su canto cada vez era más bonito, era una preciosidad. ¡Cómo alegraba aquel canto!, Daba gusto escucharlo, se sentía uno feliz del todo y gustaba entornar los ojos para escucharlo, parecía así escuchado más bonito aún el canto.
Un día el canto de la alondra no se oyó más, ¿qué le habrá pasado a la alondra?, Se preguntaban los de aquel lugar. ¿Qué le pudo pasar? Me pregunto yo también. Desde luego algo le tuvo que ocurrir para que de pronto parara de cantar, así que me pongo a pensar y al mismo tiempo a caminar en la dirección de donde yo oía siempre venir su cantar, y anduve sin parar durante mucho tiempo, y por fin pude hallar la respuesta de por qué la alondra dejo de cantar.
La alondra había volado a otro lugar, su misión allí había acabado, y se fue a descansar al seno divino de Dios, y estaba posada ante el altar, podía yo verla porque yo también me fui a descansar, Dios me llamo aquel día y así fue como la alondra pudo encontrar.
Solución: El canto de la alondra me guío hasta el altar. Su canto sirvió de algo más que para alegrar. Quien busca, halla el lugar en que le gustaría descansar.