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MEME

Meme
Meme Se despertó al ruido y murmullo de voces que hablaban cerca de la ventana. Salto de su cama alarmado y no noto la gran mancha de sangre que cubría la orilla opuesta de la cama en la que dormía su amada Ofelia.

Se restrego desesperadamente los ojos por quitar las laganas que durante la madrugada se le habian formado y asi ver con claridad en su caminar hacia la puerta del cuarto. Intuia una desgracia parada frente a su cuarto.

Noto que en el piso había una pequeña vereda de sangre que terminaba en la puerta y comenzaba exactamente con un goteo intermitente que caía del colchón y formaba una pequeña laguna de sangre que reflejaba los resortes enmohecidos de la cama. 

Se acordó de la pesadilla que tuvo antes de amanecer y trato de asociarlo con todo lo que en ese momento percibía. Pero en vez de explicarlo y aclarar todo para darle paz a su alarmante reacción, la sangre, el cuarto, la puerta, la gente en la ventana parecían elementos dentro de un vaso listos para ser licuados junto con su pesadilla para formar una realidad nebulosa y confusa que le causaba mas ansiedad. 

La gente afuera lo vio salir sin camisa,  con el zipper del pantalón medio subido, su pelo revuelto apuntando a los cuatro ángulos de la tierra, con la mano derecha en el picaporte de la puerta, la izquierda restregándose los ojos con manchas secas de sangre.

Se paro en medio del marco de la puerta y viendo a todos comenzó a balbucear palabras que nadie entendía. La gente lo examino de pies a cabeza y al igual que Meme, se sentían confundidos queriendo descifrar en su mirada algún destello de  culpa, dolor, miedo, sorpresa, ignorancia o locura.

Sus grandes ojos amarillos habían cambiado de color y de tamaño. Se miraban más grandes y más rojos que con los que se fue a la cama la noche anterior. Parecían ojos de un koala que en la noche ha perdido el rumbo.

Algunas gotas de sangre que tenía en la frente y en la mano, que obviamente no había percibido, caían al piso y le aseguraban  un veredicto del cual nunca escaparía hasta el día de su muerte.

¿Que paso? Fueron las primeras palabras de Meme cuando logro encontrar el castellano en su mente. 

Su madre fue la primera que corrió a socorrerlo para limpiarle la sangre de la  mano y frente. Le arreglo el pelo y quiso, bajo un arranque de instinto maternal comenzar a cantarle la canción de cuna que le cantaba en los días de lluvia cuando Meme parecía turbado por los truenos.

Lo tomo de la mano y lo saco hacia el patio que estaba frente a su cuarto, por en medio de la turba que se abría ante ellos como el mar rojo frente a los hebreos.

La gente les acompaño con miradas  incógnitas, inquisitivas, y maternales hasta que se sentaron bajo el almendro que estaba al fondo de la casa.

Meme pregunto por Ofelia, por la gente, por la sangre, y por él. No pudo entender con claridad lo que le relato su madre. Solo entendió algo de gritos histéricos de Ofelia en la madrugada, que ahora ya no estaba, algo de sangre y algo también de la gente que sospechaba.

Por un momento Meme no sabía si lo que sentía allí era  parte de su pesadilla o si era realidad. Deseaba que fuera una pesadilla porque esta parecía ser más leve en intensidad que lo que sentía. Se confortaba en saber que las pesadillas las  podía terminar con abrir los ojos en cualquier momento. Esta situación presente no se iba ni con abrir o cerrar los ojos.

Cansado de estar bajo el almendro escuchando las explicaciones de su madre que no entendía, Meme decidió de nuevo volver a su cuarto. Para entonces la turba, todavía presente y ya asentada en el patio,, no puso atención a la acción de Meme, sino que comenzaron a conversar y preguntar acerca de lo que ellos creían había sucedido durante la madrugada en el cuarto de Meme.

Unos creían que Meme la había asesinado y después enterrado el cuerpo en un lugar secreto.  Otros creía que solo habían tenido una escaramuza matrimonial y que Ofelia había huido.

Las conversaciones tomaron su propio ritmo, curso e intensidad al punto de hacerles olvidar las obligaciones propias. Nadie sin embargo parecía interesado en la verdad o en investigar a fondo lo sucedido. Lo que parecía  verdadero era que aquella reunión iba en dirección a fiesta con la excusa de apoyo comunal para Meme y su madre. 

Fue hasta después de un rato, que Meme salió de su cuarto una vez más. Salió de la misma forma y con la misma apariencia con la que despertó la primera vez. La única diferencia es que ahora la sangre era más notable que antes.

De sus dos manos, de su frente y su costado borboteaba sangre como que tuviera heridas causadas por clavos y lanza. Su camiseta empapada por el sudor tenía manchas de sangre que bajaban al formaban figuras rojas en el pecho, hombros.

La gente dejando sus conversaciones se hizo turba otra vez y se juntaron ante la imagen de Meme parado ante la puerta una vez más.  Pasmados comenzaron a santiguarse y a confesar sus pecados golpeándose el pecho. Nunca habían visto cosa igual. Presentían que estaban ante un gran crimen o un gran milagro que a esas alturas de la mañana era la misma cosa. 

Meme, salía de su cuarto, como Cristo de su tumba para presentarse vivo ante los discípulos con muestras de su tortura en las manos, frente y costado. Meme, era uno de esos pocos seres escogido que sin buscarlo o pedirlo, llevaban, y llevaría el resto de su vida el estigmita de los clavos en las manos  y la corona de espinas en la frente. 

Fue un momento mágico que disipaba la oscuridad de la duda y alumbraba la realidad de su inocencia y beatitud. Ofelia  no era víctima, sino una  María Magdalena que tenía el privilegio de ser la primera en presenciar el nacimiento y elección de un santo en la misma cama, y el mismo cuarto donde por muchas noches se habían amado.

Sin desear, Meme al igual que los criminales que se ponen de pie ante el juez para recibir la sentencia, ahora, frente ante la turba pasmada y admirada por el milagro, se presentaba mostrando la sangre en sus manos y frente, para recibir la condena que trae el stigmata.  

Y al igual que los sentenciados, Meme quedaba condenado a una soledad y aislamiento perpetuo que  llevan y han llevado todos los santos y condenados  por el resto de sus vidas. Aislamiento en  una cárcel que no tiene barrotes pero si expectativas más inhumanas y más pesadas que los grillos que llevan los prisioneros.

Trascurridos los días, su casa se convirtió en centro de peregrinaje al que asistían gentes  de todas partes del mundo.  Ofelia lo condeno a un eterno celibato que Meme nunca acepto.  Sus manos y su frente le recuerdan, que al igual que los criminales, seguirán manchadas de sangre hasta el  día de su muerte.

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