Perdonarán mis cien amables y fieles lectores que hoy en esta ocasión y espacio no me ocupe de temas triviales, controversiales e incluso monótonos para muchos, como puede ser la política y los practicantes de la misma. Ya mis compañeros se ocuparán de ello.
Esta vez, dispenso su atención hacía un personaje mundialmente conocido e incluso de manera temeraria me atrevo a afirmar que una vez identificado, cuando menos nueve de cada diez mexicanos sabemos de quién me estoy refiriendo.
Quiero hacer la pertinente aclaración que no se trata, por fortuna, de un político y que bien que no lo sea; pero aun así ha contribuido de manera más eficaz al desarrollo del país. Cuando menos de un modo más positivo ya que se dedica desde hace poco más de 35 años a hacer humor blanco, y eso, quiérase o no, es mejor que escuchar las estupideces de ciertos personajes del México de hoy, sobre todo si se trata de Fox, Martita su mujer, el famoso y moderno Mesías Andrés Manuel López Obrador o uno que otro “despistado” que busca el poder. Bueno, dije que no iba a hablar de ello. Mejor sigamos.
Infiero que al leer la cabeza de esta parrafada ya saben de quién se trata. Así es, nada más y nada menos que de Roberto Gómez Bolaños, más conocido en el mundo artístico como “Chespirito”. Apodo endilgado por el director de cine Miguel P. Delgado, quien consideraba a Gómez Bolaños un excelente escritor y cuyo talento lo hacía comparable con el famoso William Shakespeare, por lo tanto para castellanizar el nombre le puso Chespirito (debe ser también en alusión a su corta estatura 1.57 Mts.)
La semana pasada cumplió 35 años de comediante y a raíz de ello, Televisa transmitió un programa donde se le rindió un merecido homenaje, quizá esa haya sido la razón que influyó en mi ánimo para hablar de él y a la vez me permita hacer una analogía entre la época cuando se transmitió por primera vez su programa y la de hoy, misma que aunque nos duela reconocerlo, son tiempos peores.
Gratamente recuerdo la primera vez que “lo miré” fue a través del programa “El chavo del 8”, cuyos episodios semanales de siete a siete y media, no me los perdía, estuviera haciendo lo que sea.
Muchas fueron las ocasiones en que mi abuela y mi madre, pegadas a la estufa, ya sea haciendo aquellas riquísimas tortillas de harina con su respectivo platito de frijol con queso o sus quehaceres hogareños cuando cerca de las 7 de la noche, nos echaban el grito a la calle porque ya estaba por empezar “El chavo del ocho” e inmediatamente mis hermanos y amigos corríamos a pegarnos literalmente a la TV. ¡Qué tiempos aquellos! Sí señor.
Eran lunes tras lunes cuando alrededor de aquella desvencijada televisión con que contábamos en casa, nos mantenía atentos a la pantalla. Y debo confesarles que el auditorio para ver el programa en casa era bastante numeroso. Porque han de saber que en el barrio, en aquellos benditos tiempos (1974), sólo la “tele” con que se podía contar era orgullosamente la nuestra. Así que ya se imaginarán cuantos chamacos llegábamos. Sin exagerarles, una vez contamos cerca de 40, entre vecinos, mi familia y uno que otro colado.
Eso sí, para todos alcanzaban las tortillitas caseras inolvidables y sabrosas y había veces que hasta café colado. Riquísimo éste, pues cómo olvidar su sabor, si me sudó la frente muchas veces en el molino manual colocado sobre el tocón del alto pino que tuvimos que cortar porque sus raíces se estaban metiendo en los cimientos de la casa, una vez que mi abuela, con paciencia y conocimiento, ante el fuego lento de aquella hornilla casera, al compás del meneo con la cuchara de madera, rociaba lentamente azúcar, hasta darle el punto exacto de cocción.
Para mí en lo personal la época de Chespirito, es la época de la vida decente y justa; donde los maleantes, aun siéndolo tenían un código de ética. Donde pacifica y con firme seguridad se podía dormir en las banquetas y con las puertas abiertas. Época en que la vida le sonreía a mi madre y abuela, hoy ausentes; tiempos en que con 20 centavos me podía comprar en la tienda de Indelisa una soda y un pan todas las tardes, años en que los gobernantes eran discretos para robar…
En fin, espero no los haya incomodado con la pretendida comparación; sin embargo, si usted amigo lector(a) todavía no sabe quién es Chespirito, le recomiendo que busque sus programas, lo harán olvidar por media hora de las crisis, de las deudas, de los asesinatos cotidianos, de las desapariciones extrañas de periodistas, de los bajos sueldos y de la falta de trabajo. Un rato de humor no hace daño a nadie. Bien por ti Chespirito…He dicho.