Aquel no era un día de rutina como otro cualquiera, tenía cita con el médico para una revisión periódica. Y aquel día empezarian sus vacaciones.
A ella los años la habían tratado bien, aún había en su mirada un brillo arisado, las arrugas de la frente y de la comisura de la boca no avejentaban su rostro sereno, le daban como decía su esposo,solera, como a los buenos vinos.
Las maletas para irse de viaje estaban ya preparadas; aquella misma noche tomarían un vuelo con destino al Caribe.
Su esposo se encontraría con ella en la consulta, despues de retirar los pasajes en la agencia de viajes.
Tomó el metro, algo que no era habitual en ella pero se le había hecho un poco tarde. Eran las doce de la mañana y los vagones no estabn tan llenos como en las horas punta. Miró su reloj de pulsera.Le quedaban dos paradas para su destino y faltaba treinta minutos para la hora de la cita.
La explosión fue tremenda. Muchos, casi todos los pasajeros hicieron en quel tren su último viaje. Para ella fue un viaje inesperado no el viaje al Caribe.