e de la tarde cuando el sargento primero de la guardia ciparo.
Jy se dirijo al lugar de los hechos. Era una tarde calurosa de Jalurosa para esa fecha. Hacia años que los indicadores que había repartidos por toda la ciudad no marcaban los veintian.
Las terrazas valencianas estaban a rebosar de clientes y la circulación fluida con cierta densidad.
Algo mas de quince minutos tardo en cruzar la ciudad y llegar al numero cincuenta y nueve de la calle Sevilla. En el patio se encontró con varios colegas de la policía local, que le pusieron al corriente de lo sucedido.
Antonio García Fernández de la puerta veintiuno había escuchado un disparo en la vivienda contigua a la suya, una apartaacia las labores de despacho para Sergio Alvarez un abogado que trabajaba de forma autónoma según aparecía reflejado en el informe que uno de los agentes le había proporcionado.
Llamaron varias veces a la que no obtenían respuesta, los agentes se dispusieron a forzar la cerradura.
Tras varios intentos coto y el acceso quedo despejado.
Juan llamo varñor Alvarez pero no obtuvo respuesta alguna. Los agentes con sumo cuidado fueron regisde las habitaciones, encontraron a un hombre recostado sobre un si Los brazos caían a ambos lados del cuerpo y cerca de una de sus manos, en el suelo, había una pistola. El hombre estaba con la cacia atrcantidad de sangre que cubría prácticamente la totalidad de su rostro.
Tras una breve comprobación, llegaron a la conclusión de que se trataba de Sergio Alvarez y parecía claramente un suicidio, aunque eso lo tendría que ratificar el forense, el cual llecos minutos.
Sobre la mesa del escía dos fotografías. En una de elía ver al difunto abrgitando unos vasos. Seguramente se trataría de alguna celebración.
La otra fotografía era un retrato e stase del reato graue no iba vestido con la típica toga ni levaba el gorro característic
Ttas salpicado con sangr sufrimiento. Han pe este tormento comenzó y loco, que la paranoia invade mi mente, pero no es cierto. Mn mirabajo ya que por aquel entonces estaba inmerso en la defensa de unos traficantes de armas, pero los días pasaron y el dolor se hizo mas especifico.
Al principio era una tremenda ja