Hasta que la densa nube negra que cubría los ojos de la boba cayó aquella tarde dejando en su rudimentaria alma el sabor de la desesperanza y el fracaso, podría decirse que su platónico amor por un fantasma cayó de su pedestal.

Llevaba frecuentándolo en su casa virtual, trasegando por el ciberespacio. Acudía a su cita semanal con el corazón henchido de ilusión… Sus ojos ávidos devoraban las palabras que se reflejaban en una fantástica pantalla con ropajes de ensueño, de fe, de alegría y fascinación.

La boba se nutría diariamente recordando... recreando las palabras de su fantasma que poco a poco iba adentrándose en lo más profundo de su corazón que por supuesto era tan bobo como ella.

Fue así como quiso ser poeta… le escribía versos y en ellos depositaba todo un raudal de sentimientos: el amor, la gratitud, el respeto, la admiración el miedo, la angustia, la tristeza, el dolor… Quiso ser su amiga… se lo expresaba siempre que podía… los te quiero eran sus favoritos…

En sus escasos momentos de fluidez mental, la boba alcanzaba a comprender su triste realidad. Aprendió a leer en los monólogos de dos, saboreó el silencio de las palabras, acarició todo un legado de indiferencia y jamás pudo ver en su fantasma una milimétrica brizna de amor. Podría parecer que la boba se hacía la boba… pero no… ella creía, amaba, esperaba todo de su fantasma. Vivía para su fantasma…

Tantos sentimientos encontrados, el cielo y el infierno conjugados en su sentir, el sí y el no, el nunca y el siempre hicieron que la boba reaccionara y rescatara una pequeña partícula de su cociente intelectual. Fue triste descubrir que su fantasma no la leía… fue más triste saber que no le importaba…

EPÍLOGO:

2006-07:23:23 p.m.
yo acabo de llegar del hospital pues mi padre sufrió un derrame

La boba recupera lentamente su extraviada inteligencia… Aún continúa amando a su fantasma.