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Categoría: Románticos

MISERIAS DE UN AMOR.

Comentarios del autor: El la amaba, ella tambien le amaba, ambos lo desconocían.


Estaba allí, siempre estuvo allí, para mi, desconocía que estaba tan cerca que solo tenía que alargar los brazos para acariciar los delicados contornos de su adorable rostro y emborracharme en la seductora ternura que irradiaban sus ojazos marrones, y su libídine, aquella lubricidad salvaje a que invitaba su cuerpo esbelto, de senos encabritados y nalgas latinas. Lo intuía, pero no lo sabía. Siempre penetró mis ensoñaciones, pero yo culpaba al aburrimiento que me ocasionaban mis ilusiones perdidas, mis soledades olvidadas que me contorneaban un perfil erótico y apasionado de su figura en la somnolencia de mi cotidianidad para engañarme. Eso creía y no era verdad. Ella también lo desconocía.

Elia Gimenez es la mujer con que todo hombre sueña desde que se encuentra en el antro materno. Aquella mujer que tu conoces para inspiración, para la excitación de tus sentidos estéticos y sensuales, pero nunca te haces la idea de que pueda corresponderte, te reduces y te siembras pensando que ella es demasiado superior para rebajarse a un ente imperceptible que sólo sabe bosquejar campiñas y rostros hermosos. Te crees una hierba rastrera ante un gigantesco roble, y sin embargo ella siempre estaba allí, para mí, y yo calculando líneas, ajustando colores y suavizando sombras. No me daba vacaciones, me asfixiaba, quebrantaba mis huesos, pero ella lo desconocía, y yo también.

Cuando iba de tienda me llamaba al móvil para que le recomendara un perfume de estación o el color de una blusa, de un pantalón. Yo no despertaba de aquel letargo insólito que no me permitía verla en el derrotero de mi vida, de mis quereres, de mis intimidades. Fruto de sus viajes al extranjero debo poseer la mas completa colección de Jazz alrededor del orbe, porque ella advertía que me nutria de jazz en el desayuno, la comida y la cena. Que mujer sin estar enamorada puede complacer a un insignificante pintor con regalos que tocaban tan hondamente su corazón?

Pero yo no lo sabia, pensaba que aquellas finezas obedecían a su agradecimiento por haberle enseñado las perspectivas y demás técnicas para dibujar rostros humanos sin deformaciones angulares. Y seguía soñando, no solo para complacer mis necesidades delirantes, sino para el entusiasmo poético, ella era la musa, la encantadora muchacha que aparecía borrosa en todos mis cuadros. Ella no lo sabia, yo tampoco. Fue un lejano ayer que accidentalmente tropecé con un cuadro que me era conocido. El primer cuadro que de aprendiz dibujó en mi taller hace unos años. La imagen correspondía a mi persona con mi inseparable boina negra y mis bigotes Taras Bulba.

Me quedé fijamente mirando mi rostro dibujado toscamente por sus manos inexpertas y fue en ese instante que me acordé que en todas mis representaciones pictóricas estaba ella, entonces giré el cuadro de revés para sorpresivamente encontrar esta Nota: Roberto, Si algún día encuentras este mensaje necesito que sepas que llegué hasta el fastidio en la espera de que un día me dispensara la felicidad de hundir tu boca con todo y tus adorables bigotes dentro de esta boca mía, para sumergirnos en un beso de una intensidad sólo menor al amor tan elevado que ha soportado por ti mi corazón lesionado por tu desdén y tu indiferencia. Te amo, siempre te amé. Elia.

Ella no lo sabia, yo tampoco. No la volví a ver, se marchó a un lugar ignorado. Pero inexplicablemente su hermoso semblante sigue apareciendo impreciso en todas mis obras. Ese es mi consuelo, mi resignación, así como las impacientes perlas de nostalgia que invariablemente se deslizan por mis mejillas cada 21 de Diciembre.

Joan Castillo
13-04-2004.-
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.42
  • Votos: 108
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Unamás
invitado-Unamás 27-12-2004 00:00:00

El se creyó perro flaco Y dejó escapar el biftec Que en bandeja de plata ofrecía La pintora que se fue.

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