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Desde los dos años de edad, Miriam había practicado ballet, conforme fue creciendo también lo hizo su pasión por el baile; al llegar a la adolescencia ya era profesional, pero sin obtener algún papel principal, lo cual se repitió por muchos años.
El ballet es una profesión muy demandante, prácticamente dejó su vida para dedicarse a ello y empezaba a sentir un poco de arrepentimiento, porque estaba a punto de cumplir los veinticinco años, convirtiéndose así en la mujer de mayor edad en la compañía.
Por supuesto aquello no estaba ni cerca de ser un sueño realizado, y no entendía porque, ya que era la mejor, la más capaz, la más elegante, la más disciplinada, no le faltaba nada para obtener un papel de peso, pero aun así, no lo tenía.
En una de tantas presentaciones, recibió la visita de su primer admirador en el camerino; las otras chicas se burlaron, porque mientras ellas eran asediadas por chicos, Miriam solo había encantado a una anciana. Por supuesto la joven no era descortés, y le dio a la viejecita la atención que se merecía, platicaron hasta que todas las demás se marcharon.
—Usted que también fue bailarina sabrá comprender, ¡el ballet es todo para mí!, lo único que me falta es obtener el papel principal antes de retirarme y eso me haría feliz por siempre —dijo Miriam con un gran brillo en los ojos, pero al mismo tiempo una expresión de decepciona y frustración le invadió el rostro.
—Y ¿qué darías por conseguirlo? —pregunta la anciana con algo de malicia. La inocente joven pasa sus expresiones por alto y se apresura responder ansiosa.
—Daría lo que fuera —responde en tono de añoranza.
—¿Tu vida?… —agrega la ancianita, borrando por completo cualquier rastro de dulzura en su persona.
—¿Acaso no la he dado ya? —pregunta la joven, enjuagándose la lágrimas.
—No. Aun no lo has hecho, no es lo mismo dedicar tu vida a algo que entregarla a cambio…
—En realidad daría cualquier cosa por cumplir mi sueño, incluso mi vida si es necesario…
—No se diga más entonces, toma estas zapatillas, úsalas de aquí en adelante, obtendrás tu papel y yo también me quedaré con lo que necesito…
Después de eso la anciana se fue a paso veloz, y la joven se quedó sola tratando de hilar lo que había pasado, pero no tuvo éxito, incluso por días no lograba comprender en lo más mínimo, pero tenía en sus manos las zapatillas y la anciana dijo que con eso le daría el papel, así que al menos quiso intentar, por descabellado que pareciese.
En el momento en que puso sus pies dentro, una extraña sensación le invadió el cuerpo, se percibía a si misma invencible, única, especial… justo las características que necesitaban para la protagonista de la siguiente puesta en escena, así que no hubo quien le arrebatara su última oportunidad. El papel fue suyo en cuanto la vieron bailar.
La noche del estreno todo estaba dispuesto, y salía a la perfección, Miriam estuvo espectacular toda la noche y se preparaba para la escena final, en el centro del escenario, estaba ella y solamente ella, sus espectadores se volvían locos, soltaban un suspiro en cada salto, un aplauso en cada giro, un total éxito.
Miriam sonreían, ellos aplaudían y los pies de ella se movían más rápido, era tanta pasión, giraba de forma perfecta sin detenerse, como si una fuerza externa la impulsara. Su sueño estaba cumplido, era la bailarina principal y además la gente la amaba. Ella se entregaba por completo a su público, y en primera fila la anciana, lanzó su primer aplauso. Una cegadora luz sobre el cuerpo de Miriam pero ella aun bailaba, giraba y giraba sin detenerse.
Algo raro estaba pasando, Miriam se sentía flotar, era más ligera que el viento, podía verse así misma bailando desde arriba y cada vez más lejos… su cuerpo seguía girando y girando al compás de los aplausos, la música lanzó su última nota, la gente vuelta loca quería acabarse sus manos aplaudiendo para honrar a la artista.
El telón cayó, y junto a él también el cuerpo sin vida de la muchacha… —un trato es un trato —, dijo la anciana y recuperó sus zapatillas…
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