Podrìa Portugues dejar de lado la pereza y encontrar la fuerza?
(Para pequeños grandes lectores)
Portugués era un soldado del Ejército de la Nada, que solía flotar mientras bailaba de una montaña a otra. Se hizo bailarín únicamente para aprender a flotar. Trataba de aferrarse a las alas de mosca para descansar un poco y desafanarse de mover los pies y sacarse las botas. Sentado por fin, después de la ardua batalla de todos los días, aburrido de pelear con su sombra, tomaba su dosis de savia y clorofila antes de dormir y soñar. Creía que la savia era sabia y pretendía sus sueños hacer valer. La luna roja de Otoño hastiada de ver el mismo bailoteo siempre, se acercó para que Portugués pudiera mirarse en su luz. Debería ver sus propios ojos al bailar. La luna sabía que si lo hacía, el soldado aprendería a luchar. Pero Portugués no entendía la intención de la luna, y al ver su luz tan cerca y rojiza, en vez de mirar sus ojos reflejados, corrió a refugiarse detrás de la cueva. Allá recordaba sus sueños y podía avanzar durante largas horas sin siquiera marchar. A la mañana siguiente, pudo respirar tranquilo al ver el nuevo sol, pero el alivio no duró casi nada, las hormigas anunciaban la lluvia de oriente y no hubo más remedio que convertirse en gusano. Los castores y las marmotas se reían de él por camuflarse, sabían que no podía refugiarse siendo un gusano de seda. Pero Portugués apretaba los ojos para conciliar rápido el sueño y enfundarse en el sudor de sus puños para poder escapar. Las mariposas le veían como un gusano inmaduro e indeciso y presumían sus alas sobre él, volando hacia el santuario, y dando giros de revuelta. Portugués sin embargo siguió convertido en gusano y esperó la lluvia bajo las hojas. El viento llegó primero, para limpiar donde iba a caer la lluvia, y el trueno asustó a cuanto ser viviente estuviera a su paso. Portugués no tenía miedo, solo quería que se fuera la lluvia para esperar de nuevo a su sombra, y la mejor manera en que podía esperar, era durmiendo una vez más. Pero el viento estaba enfadado con la tierra ese día y reventando de un estallido hizo viajar a Portugués a un lugar más allá. Cuando llegó a la antípoda, y cayó suavemente en la orilla del lomo del Pecarí, le abrigaron las pulgas y las salamandras que le dieron a beber sangre de guerrero, pero tal alimentación le hizo ser un soldado rojo. Lo que era aún peor, un soldado de sangre. Lució una espalda llena de armas y con la casaca pudo abrigarse eternamente de la lluvia. Pero este peso no era suficiente, con todo y todo, se quedó dormido una vez más. Siempre prefería dormirse que caminar. Sabía que siendo un soldado de sangre debería matar, pero temía ya no aguantar más las botas, temía dejar de respirar, temía cansarse de repente, temía desfilar entre la multitud, temìa esperar la eternidad!… Debía rápidamente volver a conciliar dormir y refugiarse en el sueño! Así se le pasaron los años y más años. Alguna vez sintió nostalgia por su par de montañas y sus bailes matinales. Tanto tiempo, tanto cambio, tanta calma… Buscó entonces un arma, encontró tirado el valor, y construyó una línea de sueños para regresar a las montañas a seguir peleando con su sombra. Tal finalidad resultaba aburrida, pero una noche de insomnio, comenzó a involucrarse con los linces y las hienas, para que le enseñaran a ver de noche. Así podría atrapar a su sombra y gobernar su tiempo. Pero la hiena con su joroba le tapó la luz de la luna, y su sombra había desaparecido. Batalla una vez más perdida. El lince le miro de frente con tales pupilas, que Portugués pudo mirarse en su reflejo, como se lo había propuesto la luna. Al acostumbrarse a los destellos, pudo ver los hermosos ojos que tenía al bailar y supo del camino de las nubes y las aves, y decidió aprender a volar. Portuguès en ese instante dejò de ser gusano, pero ahora... a quién le pediría que le enseñara a volar? Las aves estaban tan lejos! Así que Portugués comenzó a bailar y bailar. Fue la única manera de poder volar, sus pies ya no solo flotaban, que para eso aprendió a bailar; al paso del tiempo eran esos pies tan ligeros que comenzaban a viajar. La brisa trajo a las aves, y Portugués con la práctica las podía alcanzar, se convirtió en el soldado del Ejército del Aire, los pies le eran cada vez más y más ligeros, y las botas se tornaron de algodón cosechado. Portugués se hizo entonces un gran Soldado Volátil; el valiente soldado que volaba cada vez más lejos, olvidando la distancia de su sombra, y recordando en la profundidad de sus ojos, la pasiòn y su enorme talento para volar. Portugués, jamás volvió a dormir, solo a soñar.
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Me encanto, creo entenderlo, y cada vez que lo leo trato de encontrar otro mensaje oculto quisiera saber que es lo que tratas de decirnos a nosotros los lectores con este cuento ya que mi punto de vista por naturaleza debe diferir al tuyo asi que porfavor mandame un correo electronico si tienes el tiempo y la disposicion gracias