Sin embargo, este tipo de discordias nunca se ensañó con Lindsay y Hogarth.
John tenía una obsesión: ya en su juventud había comprendido que los cohetes sonda no servían para la observación solar, y quería hacer construir un satélite observatorio similar a los OGO, ISIS, OAO, AOSO o AIMP, dedicado íntegramente al estudio del Sol.
Pero el trabajo que le encomendaron era otro muy diferente. Le dieron los cohetes Thor que la NASA había heredado de los militares y le pidieron que pusiera en marcha dos sondas que habían quedado a medio hacer. Se llamaban Able 3 y Able 4. Había una 3 y dos 4. Able 3 debía ser puesta en órbita de la Tierra en una órbita sumamente elíptica. De las dos Able 4, una iría a la Luna (se la llamaría Pioneer) y la otra a Venus.
Pioneer 3
La NASA acostumbra cambiar el nombre de las naves una vez que han llegado a su destino y la misión se considera un éxito: por ello, Able 3 llegó a su órbita sin problemas y allí fue rebautizada Explorer VI.
El primer Able 4 (el de la Luna) fue un fracaso. El vehículo falló en desprenderse de una de las etapas y la nave cayó en el mar. Se lanzó el vehículo de repuesto, pero una vez más el cohete Atlas no pudo desprenderse y la misión volvió a fallar.
Vehículo Thor-Able con la Pioneer en la proa
El Able 4 venusino anduvo mejor. A raíz de los retrasos anteriores, Venus se había trasladado al lado opuesto de la órbita y Able 4 fue reconvertido de orbitador venusiano a sonda de espacio profundo. Dice Lindsay: "Fue el lanzamiento que llegó más lejos de los efectuados hasta ese momento. Mantuvimos contacto con la nave hasta los 40 millones de kilómetros". Por primera vez en la historia de la Humanidad, el Hombre miraba de cerca el espacio exterior.
Pero las mieles de los dos éxitos y las angustias de los dos fracasos no habían apartado la mente de Lindsay de su idea fija: el observatorio orbital.
John tenía varios problemas, según recuerda Hogarth: "Primero, como era un científico y no un ingeniero, siempre quería poner sus propios experimentos en los satélites. Entonces, lógicamente, los demás científicos temían no ser tratados con justicia a la hora de repartir el espacio en la carga útil. Segundo, e incluso más importante, es que el observatorio solar que John pretendía necesitaba estar montado en una nave espacial que siempre estuviese orientada hacia el Sol. En aquellos años, nadie sabía si tal cosa era posible".
Pero Lindsay no iba a darse por vencido a partir de una cosa tan pequeña como una imposibilidad tecnológica. Quería su propio observatorio orbital de física solar, y lo tendría.