En el amor no hay secretos, sino no hay amor. El amor y el secreto no coexisten. El secreto tiene que ver con el olvido, y donde hay olvido, ahí hubo un secreto.
¿Cómo querés que te explique la inaccesibilidad del mundo, si mi lenguaje está atravesado por esa persistencia? ¿No te das cuenta que no hay distancia?
Estamos en el mundo.
Estas eran algunas de mis ideas. Tenía que escribirle una carta a mi ex novia, y se me ocurrió que la mejor forma de no perder de vista mi crítica a nuestra crítica relación, pasaba por trazar un lineamiento apropiado, cosa de no irme por las ramas. Ya había tenido suficientes problemas para hacerle comprender la inestabilidad emocional que significaba, para mí, el hecho de que ella no durmiese conmigo. Me costó mucho. Y no era que ella no deseaba pasar las noches a mi lado, sucedía que me causaba una sensación, digamos, extraña, o mejor dicho, una sensación inadmisible para el lenguaje del amor, el hecho de que alguién se despertase en mi cama. Tampoco podía dormir en camas de otra gente, acompañándola. Claro, si viajaba, dormía en una cama diferente, ese no era el inconveniente. ¡Pero que alguién terminase el día conmigo sobre las sábanas! Ella comprendió, aunque no tuvo remedio. Si bien soy un tipo grande, con 39 años a cuestas, y teniendo en cuenta que no se hace fácil para los demás admitir o aceptar lo que ya es dado por un hecho para mi cuerpo; por otro lado, suelo ser lo bastante amplio y condescendiente con las razones o causas de los demás. Eso sí, no me jodas con que querés dormir conmigo. Creo que el día que le dije esto, un poco cansado, por no decir harto, comenzó a romperse el lazo más recóndito que nos sostenía. Un modo oculto de sacarnos del medio, de empezar a poblar nuestra intimidad personal, aquel silencio olvidado. En ese día veo el despertar de un costado desapercibido en cada uno de nosotros, cuando le dimos entrada al borde insondable que nos habita.
Me acuerdo de las discusiones que se armaban. No sólo de conflictos sentimentales, sino también de puntos de vista estéticos. Creo que esto ayudó, también, al progresivo derrumbe. Las diferencias se volvieron un referente de violencia y seducción. Si por un lado ella era de tomarme el pelo por el poco pelo que tengo, yo no me quedaba atrás y la jodía por el principio de celulitis que le descubrí esa vez que hacíamos el amor en el baño de una fiesta. Si encontraba olor a otro cigarrillo que no fuese el que fumaba, ella era capaz de desatar un escándalo impresionante, digno de cualquier película italiana del 40. A mí me daba mucho placer recordarle su paso por la Acción Católica, su frustrado casamiento con un Laprida Estrada.
Las cosas eran claras hasta que se inmiscuía el lenguaje, hasta que comenzaba a parpadear el perverso encanto de la lengua. No podíamos detenernos. Nos desbordaba lo fulgurante y extrema en que se torna la piel a partir de la gravidez de las palabras y los tiempos que sugiere; el modo de nombrar a las cosas por el régistro de la insinuación. Creo que ya no nos soportábamos. Ni nuestros mundos paralelos, ni nuestra carne, ni nada. ¿Para qué íbamos a seguir desfalleciendo, tiñendo de pobreza los rincones? Cada vez me convenzo más que en el instante en que me saqué, cuando le dije que no me joda más con que quería dormir conmigo, ese día dio la pauta de lo que seguía. Hubo que armarse de paciencia, nada más.
Yo pensaba en esos discos que la gente compra por un sólo tema, qué cosas entran a funcionar en tan peculiar, y no menos común, acercamiento. ¿Qué me lleva a elegir el material de cincuenta minutos de música por un sólo tema? Recuerdo que un amigo me lo planteaba, y no sé si con razón, porque no esccuché el disco, con respecto a una canción llamada Seven waves, que le daba un poco de paja comprárselo por esa sola.
Es inquietante, asimismo, la forma en cómo nos enrroscamos con una persona. Una mirada, una palabra, el olor. Inexplicable. Eso quería hacerle entender a ella. Si habíamos comenzado por lo inexplicable, ¿por qué le parecía raro que el círculo cerrase por lo mismo?
No hay duda que Ud. escribe correctamente, señor. Ahora, su texto es como estar escuchando a un primo que tengo y que siempre anda filosofando con las cosas del amor.