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CUENTO LOS MÚSICOS DE BREMEN

Había una vez un burro que vivía en una granja. Durante muchos años había ayudado a su amo el campesino, cargando los pesados sacos de trigo que llevaba al molino, pero ahora era viejo y ya no podía hacerlo. El campesino no quería seguir alimentando a un burro viejo que para él era inservible, así que estaba planeando sacrificarle. El burro, que no tenía ni un pelo de tonto, adivinó las crueles intenciones de su amo y una noche, cuando todos dormían ya, se escapó de la granja.

Al viejo burro le gustaba tocar el acordeón y siempre había soñado con ser músico. Así que se dirigió rumbo a la ciudad de Bremen para tratar de triunfar siguiendo su sueño.

Se forma la banda

En su camino hacia Bremen, el burro se tropezó con un perro de caza que jadeaba con la lengua afuera.

-¿Estás bien amigo perro?- le preguntó.

-Sí gracias, estoy solo un poco cansado porque me estoy escapando de mi amo que quiere matarme porque ya soy viejo y no le sirvo para ir de caza.

-¡No sabes cómo te comprendo amigo! Me encuentro en la misma situación que tú, y estoy yendo a Bremen para ganarme la vida como músico. ¿Por qué no te vienen conmigo? Podríamos formar una banda, ¡tú podrías tocar la guitarra!

Al perro le pareció una idea estupenda, así que juntos continuaron su camino. Al poco rato, se encontraron con un gato que caminaba muy triste con la cola entre las patas.

-¿Qué te ocurre amigo gato?- preguntó el burro.

-Es que ya no tengo una casa. Mi amo ha tratado de ahogarme porque estoy viejo y ya no cazo ratones.

-¿Por qué no te unes a nosotros? Estamos yendo a Bremen, formaremos una banda de música.

Al gato siempre le había gustado la música, y aunque no sabía tocar ningún instrumento, decidió unirse al burro y al perro. Más adelante se encontraron con un gallo que cantaba con todas sus fuerzas.

-¿Por qué gritas amigo gallo?- preguntó el burro.

-Grito porque mi ama me va a hacer guiso esta noche. Entonces mientras esté vivo sigo cantando.

-No te quedes aquí esperando el final, ven con nosotros a Bremen, estamos formando una banda musical y un cantante es justo lo que nos hace falta.

El encuentro con los ladrones
Los cuatro amigos siguieron juntos su camino, pero cuando comenzó a caer la noche se dieron cuenta de que no podrían llegar a Bremen antes de que oscureciera. Estaban ya pensando en tumbarse a dormir bajo un árbol cuando vieron a lo lejos la luz de una casa, y decidieron acercarse para ver si podían encontrar refugio, ya que hacía bastante frío. Cuando llegaron a la casa, se asomaron por una ventana y vieron a un grupo de ladrones sentados alrededor de una mesa llena de comida, que se reían y se jactaban a gran voz de todo lo que habían robado aquel día. Los cuatro animales tenían muchísima hambre, así que decidieron llevar a cabo un plan para echar a los ladrones de la casa y poder comer y dormir al calor del fuego del hogar.

El burro se puso junto a la ventana; el perro se subió encima del burro, el gato encima del perro y el gallo sobre la cabeza del gato. Así, unos encima de otros, comenzaron a rebuznar, ladrar, maullar y cantar con todas las fuerzas que tenían. Fue tan tremendo el estruendo, que los ladrones se levantaron de sus sillas asustados y se asomaron por la ventana para ver qué pasaba. Pero con la oscuridad de la noche, lo único que pudieron ver fue una enorme y monstruosa figura en la penumbra, ¡que gritaba como mil animales juntos!. Creyendo que se trataba de un fantasma que los perseguía por sus malas acciones, los ladrones salieron corriendo aterrados y se perdieron en la oscuridad del bosque.

Un trabajo en equipo
El burro, el perro, el gato y el gallo comieron hasta que ya no pudieron más, y luego se echaron a dormir. El asno eligió echarse en un montón de paja que había en un rincón; el perro se puso detrás de la puerta; el gato se acomodó en las cenizas del hogar para estar más calentito; y el gallo se puso a dormir de pie sobre una viga.

En medio de la noche, uno de los ladrones, que no creía en los fantasmas, decidió volver a la casa para ver qué ocurría. Pero cuando llegó, la casa estaba a oscuras, y al entrar solo vio los ojos del gato, que le parecieron las brasas del hogar. Así que acercó una cerilla para encenderla, pero entonces el gato le arañó la cara; trastabillando retrocedió hacia la puerta, y entonces el perro le mordió una pierna; loco de dolor empezó a dar saltos y terminó pisándole la cola al burro, que le dio una coz que lo hizo volar unos metros, justo en el momento en que el gallo empezó a cantar con todas sus fuerzas desde la viga: ¡Kikirikí!

El ladrón escapó como pudo de la casa y fue corriendo a contarle a sus compañeros:

-¡En esa casa hay una bruja que me arañó la cara, un hombre con un cuchillo que me lo ha clavado en la pierna, y un enorme monstruo que con un coletazo me hizo volar varios metros. Y encima escuché claramente a alguien gritando: ¡Traedme al ladrón aquí!

Los ladrones se fueron para nunca más regresar a aquella aterradora casa. Y desde entonces, los cuatro amigos, los músicos de Bremen, viven allí.

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