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Categoría: Ciencia Ficción

Camino a la verdad, camino a la venganza - capítulo 2

Cuando Wendy contó a su viejo amigo el descubrimiento, éste guardó silencio. Se levantó lentamente, los años no pasaban en balde. Se dirigió hacia su pipa. La encendió. El espeso humo de la profunda calada los rodeó, uniendolos en una atmósfera íntima. Cuando a Tom algo le inquietaba, se tocaba la barba, y ahora no paraba de hacerlo.

Una gigantesca máquina de metal, mejor dicho, una criatura monstruosa de metal, oxidada y gravemente dañada, dormía para siempre bajo la maleza, en los bosques del sur. En un principio, Wendy pensó que se trataba de basura, simple chatarra arrojada en plena naturaleza. Era común en aquella zona. Cuando la joven necesitaba tranquilizarse, pensar o simplemente el aburrimiento podía con ella, optaba por pasear. Le encantaba vagar, sin compañía, por zonas remotas. El único lugar que evitaba, cuando iba sola, era el centro. Pero ese día, en vez de relax, encontró incertidumbre en su travesía. El aparato, o lo que se podía adivinar de él, parecía un ave. Le faltaba un ala y el paso del tiempo había causado estragos en su estructura. La naturaleza se había hecho con él. Parte estaba enterrada. Por su gran tamaño y su estado, Wendy solo pudo ver una parte del robot. Recordó entonces las historias sobre el gran desastre, aquellas de las que poca gente hablaba. El denominador común de todas ellas eran las criaturas aladas que quitaron el color al cielo y a la ciudad. Del día a la mañana, una horda de inimaginables máquinas, surgidas de las peores pesadillas, sembraron el caos y el desconcierto. Bombardearon las calles sin contemplaciones de manera autómata y mecánica. Inolvidable fue el ruido provocado por el agitar de las alas metálicas de aquellos pájaros, chirridos estridentes, agudos como gritos de espanto y dolorosos como la muerte.

Wendy llegó a la conclusión de que el monstruo celestial descubierto, llevaba inerte, en ese lugar, más de 20 años, fecha en el que el Viejo Mundo sucumbió ante la hecatombe.

- Restos de aquel día sin duda... Aquellas putas bestias... Lo recuerdo como si fuera ayer... ¿Y dices que estabas sola? No había nadie a tu alrededor que pudiera haberse percatado de la presencia de la máquina?

- Estoy segura, Tom. No vi nadie a mi alrededor. Dudo de nadie que se haya percatado de ese bicho, nadie anda por los bosques del sur.

-Menos tú, por lo que veo...

- ¿Vas a empezar otra vez? Paseo por donde me da la gana.

- El día que algún ser del subsuelo te rapte verás... Las desapariciones de mujeres van en aumento, y estoy seguro de que esas criaturas tienen mucho que ver.

- Pensaba que solo actuaban de noche y en el centro de la ciudad...

- Nunca se sabe Wendy, las cosas están en continuo devenir.

Momentos después escucharon el grave ronroneo del motor de la camioneta de los chicos. La jornada de recolecta de chatarra había acabado por ese día. Los bocinazos animaron a pensar a Tom y a Wendy que traían buena mercancía. Al asomarse estos a una de las ventanas, vieron el vehículo a rebosar de material. Entre otras cosas, atisbaron una antena parabólica.

Cuando Wendy repitió su experiencia en el bosque, George, Bill, Calipso y Jim tuvieron la misma reacción del viejo filósofo. Silencio. Evocar aquel día no gustaba a nadie. Los habitantes de "el palacio", al completo, se sentaron alrededor del fuego encendido momentos antes por Tom. Bill, un hombre de 40 años, ataviado por numerosos pendientes en sus orejas y de pelo despeinado, rompió el silencio.

- Deberíamos echar un vistazo mañana al amanecer. Ardo de ganas para verlo... Yo tenía 20 años, si no recuerdo mal, cuando ocurrió. Nunca olvidaré los rostros hieráticos de esos pajarracos... ¡Joder, estuve soñando con esos bichos durante años!Siempre me pregunté de dónde vinieron, quién los mandó...

George se levantó, animado.

-Tengo el presentimiento de que mañana descubriremos algo importante sobre esos pajarracos como tú los llamas, Billie. Iremos con los primeros rayos del sol. Después de tantos años , ha llegado el momento de averiguar qué fue lo que nos destruyó.

El grupo continuó charlando, impacientes porque llegara el mañana.  Se estaban acercando al borde del precipicio de la realidad. Los años de ignorancia y desconcierto tenían los días contados. El azar quiso que Wendy, la joven rebelde que disfrutaba de sus paseos solitarios, encontrara una pieza clave para iniciar el trayecto de la venganza. ¿Pero era realmente azar? Es posible que la energía que regía las cosas, si aún quedaba algo de ella, hubiera elegido a este grupo de supervivientes para encabezar el camino de la verdad y de la venganza.

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