Roberto empezó a comer... con desconcierto empezó a darse cuenta de que en verdad no tenía un sabor tan feo como se imaginaba, la autofagia le producía incluso risa, de verdad que su hija había encontrado la forma más indicada de vengarse, su inteligencia era evidente. Carolina lo observaba complacida, en sus ojos se adivinaba todo el rencor guardado por tantos años. Roberto sintió un asomo de nausea que logró reprimir a tiempo, comía despacio intentando no pensar demasiado en todo lo que estaba pasando, esperando que fuera que terminara pronto.
Por fin terminó con su trozo de carne.
- Listo, cumplí con mi parte del trato, ahora tu cumple con la tuya – dijo Roberto sin mirar a Carolina.
- Si, pero el problema es que me arrepentí...
- ¿Qué quieres decir con eso?- preguntó Roberto ahora si mirando a su hija.
- Lo que escuchaste, que me arrepentí del trato, fue muy fácil. No es lo que esperaba.
- Pero tu dijiste que...
- Sé lo que dije, pero mentí y la verdad no sé que puedas hacer al respecto – dijo Carolina sin alterarse.
- ¿Y entonces que piensas hacer conmigo? – preguntó Roberto con la voz temblorosa.
- Tengo otro trato para ti, y esta vez es definitivo, te lo aseguro.
- ¿De que se trata?
- Es sencillo, sin importar lo que yo haga tu no puedes tener una erección, si lo logras te perdono la vida, si no, te juro que te corto el pene.
- Suena fácil, acepto – replico Roberto confiado.
- Así me gusta padre, que valiente...
Dicho esto, Carolina se desnudó. Roberto no pudo evitar pensar en lo hermosa que era, sus senos eran un monumento y el pequeño triángulo entre sus piernas era definitivamente una tentación, lo había sido cuando tenía doce años y lo era ahora. Carolina empezó a moverse de la manera más sensual que podía dirigiéndose lenta e inexorablemente hacia Roberto, que no podía ocultar su incomodidad. De un momento a otro Carolina estaba sobre su padre con las piernas abiertas, moviéndose cadenciosamente y emitiendo pequeños gemidos, que ya empezaban a enloquecer a su padre, sin embargo Roberto lograba controlarse y su miembro permanecía quieto, como si no se enterara de lo que estaba pasando... Carolina, paró súbitamente, miró con rabia a su padre, y sin pensarlo, empezó a estimular la polla de Roberto con su boca, sus labios y su lengua se movían con maestría, Roberto sólo podía pensar en los muchos usos que su hija daba a su boca...
Carolina no dejaba de lamer y Roberto sencillamente no pudo más, su pene despertó como de un largo sueño y se levantó orgulloso de su propia erección, Carolina miró a su padre con algo de picardía.
- Lo siento padre pero trato es trato.
Fin.
Recuerden que este cuento es de cuatro partes y lo mejor es leerlo en orden.
Para nada me considero enemigo tuyo, pero si de tú forma tan melosa de ser. Lo que en verdad me enoja de ti, es tú prepotencia con el genero masculino y tu refinamiento con el femenino. ¿No será que eres uno de esos sujetos que son incapaces de hacerle un favor a una chica poco agraciada, pero deshacerse en caballerosidades con una que este guapa? Esa forma de ser tuya me es detestable. Si tu fueras maestro de escuela (me corto las bolas si no), desatenderías a tus alumnos hombres para dar todas tus atenciones a las mujeres, tratando de lograr algo (sabes a que me refiero). No soy “POE” ni “HITCHCOK”, pero por lo menos si soy alguien que no tiene una forma tan “empalagosa” de ganarse una amistad o conquistar a una mujer. Te dejo unas notas en el cuento “El que trajo la desgracia”. Espero que tengas la caballerosidad de leerlas (también se puede ser amable con los hombre y no solo con las mujeres). PD Tengo la certeza de que escribo mejor que tú. Y no soy un hipócrita meloso.