Prendí la licuadora, antes la había limpiado correctamente. Esto lo hacía por razones más de costumbre que de higiene. Cogí un poco de agua hervida, azúcar rubia, y luego, le eché el corazón con un poco de melaza de sangre coagulada. Lo tomé sin ningún sentimiento de culpa, me sentí satisfecho.
Miré el cuerpo de la chica: amarillo, desnudo, con el cabello rapado, las cejas, pestañas, pubis y demás vellosidades también. Cogí una bolsa de plástico y empecé a envolverlo todo menos su corazón y su sangre... y mientras lo hacía empecé a recordar aquella manía que tenía de tomar jugo de corazón femenino.
Todo empezó cuando empecé a trabajar como enfermero de un Centro de Salud bastante alejado del pueblo en donde vivía. Recuerdo que había llegado una plaga maldita de enfermedades que bañaban a todos los miserables que vivían en aquel lugar. Los estudiantes y enfermeros fuimos invitados a apoyar a esta desgraciada comunidad. Fuimos ocho. Siete hombres y una mujer. Nuestro trabajo era simple. Hacer lo posible con casa paciente, y luego, consolarlos hasta el momento de su muerte. Uno cuando está frente a frente a un ser humano enfrentándose a la muerte es testigo de un milagro, pues su rostro agonizante se vuelve muy hermoso, casi como si fuera esas estatuas divinas, eternas... Cada noche no podía dormir pensando en cada muerto que venía a mi conciencia y a mis sueños, hasta que una noche sentí los ruidos en una de las salas del Centro. Me paré y fui hacia la sala, y vi que nuestra compañera se estaba comiendo el cerebro de uno de los muertos. Me asusté de esa escena, pero, aun en ese estado, me acerqué y le pregunté a la chica el por qué lo hacía. Ella me comentó que un cerebro humano tiene gran cantidad de proteínas y ayuda a cuidar el cutis y la irrigación del cuerpo humano. ¿Quieres un poco?, me dijo. Paso, le dije; pero cuando estaba por volver vi que uno a uno de mis compañeros estaban haciendo sus jugos de sesos. Me miraron con gran indiferencia. Susu ojos parecían los de personas que no eran dueñas de sus propias almas, como posesos de algo o alguien. Les saludé y ellos continuaron con su cena.
Aquella noche pensaba en la humanidad, en sus cambios constantes de extraños placeres, de hábitos que podrían ser los de seres demoníacos. Me dio como ganas de escapar, pero entendí que ese fenómeno ocurría en casi todo el mundo, ya sea hospiatales, guerras, guetos escondios, o en grupo de seres subnormales . Me preguntaba qué sería si alguine reclamara los cuerpos de los obcisos, pero desde que llegué nadie reclamaba nada de nada...
Desde aquella experiencia me di cuenta que cada uno de mis compañeros empezaba a cambiar de actitud, ya sea con ellos o conmigo. Se volvieron agresivos, dinámicos, es decir, algo así como exóticas bestias, vampiros aficionados, sin embargo notaba su gran dependencia por este tipo de gusto. Luego, empezaron a estar más callados, más introvertidos. Una noche los vi reunidos en la sala principal del Centro, y escuché que deseaban practicar un rito, un sacrificio, un ser humano vivo... pero el ser en juego tendría que ser de uno de ellos.
No etendí mucho la forma del rito, pero el primer sacrificado fue a chica. Les vi clavarle una daga en su cuello, para luego partirle el cráneo para luego extirparle el cerebro. El rito continuó y cuando no quedó mas que uno de ellos, me di cuenta que este se iba a los pueblos a cazar muchachos que drogaba para luego devorarle sus sesos.
Supuse que esto no podría llegar muy lejos, y fue así. Una noche encontraron a mi compañero totalmente desnudo en la plaza de armas, crucificado y envuelto en llamas. Leí el letrero y estaba escrito que era el demonio... Ya estaba por irme cuando toda la gente del lugar me atraparon para acabar con mi vida. Por suerte pude escapar, ocultándome por las montañas, y fue allí en donde aprendí a alimentarme de conejos, ratas, culebras y demás bichos que pululaban por la cueva en que vivía.
Una noche tuve como un sueño en donde una persona me invitaba jugo de sangre y corazón humano. Asustado, desperté. Y cuando quise dormir no pude, pues el sueño, pensamientos, ideas se repitieron una y otra vez hasta llegar a la locura. Tomé la determinación de que antes de salir de aquel pueblo debía probar el jugo de todos mis sueños. Me acordé del Centro de Salud y cuando llegué vi que estaba clausurado. Pero pude encontrar una pieza en el Centro en donde pude vivir con tranquilidad. Una noche cuando miraba que dos chicas bastante jóvenes pasaban por allí, sentí el impulso por acercarme a ellas y eso hice, con una de ellas... La invité a mi cuarto. Tuvimos sexo y luego le arranqué el corazón, me hice un jugo con él. Fue una experiencia increíble. Mis fuerzas se llenaban. Me sentía más fuerte que nunca, más lúcido, por ello es decidí que mi único alimento sería eso...
Así viví por muchos tiempo, aunque no siempre tomaba este jugo, pues sino me hubiera cenado todos los corazones femeninos del pueblo. Lo cierto es que sentí ciertos cambios en mi persona, pues mi visión de la realidad se volvió de colores escarlatas, brillantes, es decir, me sentí como si fuera un animal que sobrevive por medio de impulsos... Hasta que una noche en que paseaba por las calles del pueblo vi a toda una familia quemándose vivos en sus casas. Están locos, pensé. De pronto vi que todas las casas del pueblo empezaron a prenderse con todos los dueños en medio de ellas. Esto me enloqueció aún mas, y mas aún cuando vi que mi nombre estaba escrito como el hijo del demonio.
Volví a la ciudad y ese gusto por tomar mi jugo de corazón no se fue jamás... Pero tuve la suerte de volver a otro Centro de Salud, y en él encontré todo un rebaño de ovejas con ojos, piernas y pensamientos extraños... Sonreí de placer y percibí que mis manos se hacían sensibles, agudas como de hielo. Mis dientes, cabellos empezaron a caerse. Sentía mucho calor y paraba medio desnudo. Un extraño sentimiento empezó a ahogarme hasta sentir que mi alma empezó a alejarse de todo mi cuerpo, tal como el humo que salía de un cigarro... Le vi alejarse a mi alma y sonreí de un bestial placer...